#2: "Menta"

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Era consciente de que Sombra intentaba darle una oportunidad para comprenderlo. Era un gesto muy tierno e ingenuo de su parte. Al menos había logrado decirle su verdadero nombre y recibir de respuesta el suyo. Quería reírse por las ironías que seguían surgiendo en aquella casa del niño dueño del edredón azul.

-Te diré Sam.

-Te agradecería que no lo hicieras -murmuró moviendo sus manos para recuperar no sólo la movilidad de ellas sino la sensibilidad. Era el tercer día de intentos y aquellos eran buenos avances -. Eso significaría tener un vínculo más allá de la camaradería.

-No pienso seguir pensando en ti como "el soldado". Sam suena bien, más humano y real y te hace ver como alguien sofisticado y no como un idiota.

-¿Qué es real?

-¿Eres alguna reencarnación de algún filósofo u algo así?

-Escucha, Paula -Sombra lo miró atenta, no sonrió cuando la llamó por su nombre. Era desconcertante, él había saltado emocionado cuando su nefasto segundo nombre salió disparado de su boca, ¿habría sido igual para ella? -. Si somos amigos, significa que sufriré si algo te sucede y tú sufrirás si algo me sucede. Ya perdimos demasiado, no podemos seguir haciéndolo. Pensemos el uno del otro como compañeros de trabajo que están aquí porque le darán un sueldo y la posibilidad de apoyar la cabeza en una almohada. Después de la temporada cada uno seguirá su camino sin mirar atrás porque eso somos, compañeros.

-Eres un enigma. Demasiado profundo para ser un soldado.

-¿Tenías hermanos?

-Lo tengo aún -suspiró mientras sonreía -, está vivo. Tiene una hija pequeña y una esposa, viven en los bosques del sur, de allá vengo.

-¿El sur? Si es una zona a salvo, ¿qué haces aquí?

-Voy hacia la hidroeléctrica, sólo hice una parada -le dio una palmada en el brazo y se colocó de pie -. Iré a dormir. Hoy te toca vigilar; tus manos están mejor -le dejó el arma y metió sus manos en sus bolsillos, observándolo y quizás en un dilema -. ¿Podrás hacerlo, Sam?

-Siento que te enamoraste de Sam.

Ella finalmente le regaló una sonrisa. Se vio vilmente abrumado y fue la razón de su brutalidad al colocarse de pie. ¿A dónde se iba? ¿Acaso estaba escapando? Claramente lo estaba haciendo. Distanciamiento social lo habían llamado alguna vez, un metro y medio de distancia para conservar la vida. Sin contacto. Y creyendo que ella se haría a un lado a penas lo viera actuar tan abrudptamente, la verdad era que no lo hizo. No se movió de su lugar. Sus rostros quedaron inevitablemente cerca, tan cerca que podía oler la menta de su aliento. ¿De dónde carajos había sacado menta? Quería saberlo, se lo preguntaría, pero no parecía tener las facultades para hacerlo allí mismo.

Él le quitaba media cabeza de altura, por lo que Sombra se había visto obligada a levantar su mirada. Sam, por su lado no se vio interesado en sus ojos sino en sus labios. No eran unos labios partidos o secos, estaban sanos, llenos de vida. Él estaba hecho mierda, con barba de meses y la misma ropa con la cual había escapado de la base y ella, ella era una fresca lechuga de huerta orgánica que había sido cuidada por las manos expertas de un par de viejitos. No parecía que la horda de Zombies hubiera sucedido a su alrededor. ¿Era una viajera del tiempo?

-¿Se te perdió algo?

-Te odio -ella ni siquiera se vio afectada por ello. A veces era una persona expresiva y otras tantas como aquella, era una estatua de mármol: silenciosa, estoica, maravillosa -. Te odio demasiado.

-Es una lástima -se apartó un paso con simpleza -. Pero me debes la vida y es una deuda que debes pagar por mucho que me odies.

-Yo no te pedí que me salvaras.

-Pero ya lo hice y a menos que te pegues un balazo en la cabeza o te tires de panza al montón de cadáveres vivientes, no tiene más opción que seguir con vida gracias a mí te guste o no -atinó a marcharse pero regresó a él -. Me desesperas.

Cada uno tomó su camino. Sam se fue a la ventana del pasillo, desde allí podía verse hacia la calle. La casa estaba ubicada encima de una colina, la entrada estaba a doscientos metros cubierta por muros de dos metros y una reja que en su momento se corría cómodamente a control remoto. Era una casa asentada en un barrio privado, en su momento preciosa y ahora un refugio para dos completos extraños.

Su aliento se dibujó en la ventana, la noche caía poco a poco por encima de Villa Paz y la escarcha producto de los primeros vestigios del invierno. Por allí no se avistaban tantos Zombies como fuera del barrio, pero sí habían un buen número de "perdidos" rondando por algunas casas que, como ellos dos, la usaban como posada. Ellos tenían armas, la mayoría sofisticadas para cazar y estaban siempre al acecho, ¿por qué nadie había llegado hasta ellos en lo que llevaban alojados ahí?

Miró de reojo hacia el pasillo que se mantenía en penumbras. Sombra estaba en alguna de las habitaciones de la casa o al menos eso le había hecho pensar. ¿Su historia sería real? Quizá no debería haberla dejado irse sin más. La idea no era una descabellada, ya había sido engañado por un maldita niña, ¿qué le aseguraba que ella no fuese una de los perdidos? Estaba tan tranquila como para asearse, tener aquel aliento fresco como la mismísima menta que consumía, como si nada pudiera sucederle de ahora en más. Como si los zombies fuesen el menor de sus problemas y los perdidos sólo fueran alguna fantasía suya.

Se descolgó el arma de su hombro y con la poca luz que le regalaba la luna verificó lo que hasta ese momento no había hecho.

-Está cargada -murmuró para sí mismo.

Pero, ¿eso lo tranquilizaba? No había nadie a su lado que le asegurara que ella no se trataba de una enemiga. Que las municiones estuvieran en el arma no le aseguraba que no se trataba de una estrategia para engañarlo.



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