Lo escoltaron hasta una torre de contenedores grandes, oxidados, pero aún funcionales. Estaban estratégicamente apilados para formar una enorme fortaleza a comparación de las precarias chozas a su al rededor. Era obvio lo que querían macar: el poder. Bien, pensó, eso lo había visto todo el tiempo antes de los asquerosos Zombies. Podría vivir con ello, qué importaba un par de leyes absurdas para poner orden. Los guardias de la torre se hicieron a un lado cuando llegaron con él. Las noticias habían volado al parecer, porque ya estaban esperándolos a los tres. No se sintió extrañado, aún podría con ello.
El calvo le dio un sutil empujón y le marcó el camino que debía seguir con su sucio mentón. Sí, la higiene en esos meses había pasado a un segundo plano. Había sido una preocupación reemplazada por otra que era el de sobrevivir a una horda de inhumanos y conseguir alimentos, reforzar el refugio, conseguir armas. Esas cosas.
-No podemos seguir tu camino. Desde este punto, estás solo.
No dijo nada, en su lugar sobó su brazo, era un tic que tenía desde pequeño. Un pequeño que sabía que no debía estar allí, pero que sin embargo, ya no había manera de volver por donde había llegado. La curiosidad, por otro lado, nunca había sido su mejor aliada sino que, por lo el contrario, lo alentaba a seguir caminando aún más adentro. Pasando el improvisado pasillo apestoso, húmedo y oscuro, vio luz al final de ese tortuoso tunel; era una luz lo suficientemente potente para alumbrar una porción lo bastante importante de terreno. Y allí los vio, cinco adolescentes sentados en semicírculo en algo que parecía ser tronos de troncos y hierbas del bosque bien al estilo de los elfos de Tolkien.
¿Hippies? ¿Hippies caníbales? La verdad que no podía concebir una imagen correcta de lo que sus ojos captaban a esa distancia.
-Que nuestra apariencia no te engañe, forastero -dijo el chico del medio. Suponía que su expresión lo había delatado o que, de los muchos que estaban en aquel fuerte, habían tenido la misma impresión de desconcierto -. Hemos construido este refugio, hemos alimentado a más de cien personas, de eso somos capaces y más.
-Dinos tu nombre -dijo la muchacha de su lado colocándose de pie -, y cuéntanos tu travesía que te ha guiado a nuestra Villa Edén.
-He olvidado mi nombre, el hombre que lo portaba murió con el despertar. Sólo soy lo que ven, además, el hambre y el desasosiego me trajo hasta aquí -los adolescentes se miraron entre sí y el chico del medio, quien tomó un centro junto a su trono, se acercó lo suficiente a la orilla de aquella gran tarima.
-Bienvenido, forastero, dejaremos que inicies nuevamente entre nosotros. Eres el prospecto que necesitamos aquí y te guiaremos -dijo este con una sonrisa -. Hermanas mías, síganme.
*
Los hombres fuertes y rudos eran la seguridad de aquella villa. No tenían permitido tener contacto con el resto de los lugareños que sí habían logrado reiniciar sus vidas como antes. Tenían familias, un hogar, trabajo y una paga. En menos de unos cuántos meses, ese quinteto había logrado que lo otros sitios no habían podido ni siquiera con imaginación.
-¿Están seguros de que ellos deben estar lejos de la civilización? No dan una muy buena primera impresión, también parecen capaces de hacer cualquier estupidez -comentó mirando hacia los muros que eran supervisados por un buen número de hombres.
-Lo sabemos, por eso le damos lo que ellos quieren, espacio, armas, comida, mujeres u hombres, lo que ellos prefieran -dijo el chico con una voz tan pacífica que a Sam lo enfermaba. había estado bien las primeras horas, pero ahora, no era tan relajante -. Lo hacemos un bien mayor y a veces, los sacrificios son necesarios. Son fáciles de manipular.
-Ya se verá cuánto más duran de esa manera -murmuró para sí mismo cuando las miradas de un par de ellos recayeron sobre él -. ¿Cuántos sobrevivientes hay aquí dentro?
-Fueron más de sesenta haces dos meses. Pero, probablemente, seamos más -dijo el muchacho sin quitar su atención del camino.
El hambre, el terror, la locura parecía haber dominado a los sobrevivientes de aquella ciudad que, mientras pasaba el grupo dominante, estos prácticamente hundían sus cabezas contra el suelo como si estos no se tratasen más que de dioses y ellos indignos mortales. Sam estaba seguro que aún no poseía aquel nivel de demencia. Le asustaba, de hecho, caer en ese estrecho punto de insania mental. ¿Qué demonios había hecho? Pensó mientras sus ojos no tardaron en divisar el portón de lata por el cual había cruzado horas atrás.
¿Qué oportunidades tenía de escapar?
-No te atrases, forastero -advirtió una de las muchachas con una alarmante serenidad -. Tu lugar aguarda.
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Efímero
Fiksi IlmiahEl "tic-tac" de algunos relojes dejaron de sonar en algunos hogares, pero la Tierra nunca dejó de girar, el sol nunca dejó de salir y la Luna nunca dejó de aparecer. Sin embargo, el mundo de los humanos había acabado un día y todo lo que conocían a...