Capítulo 6

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Había pasado una semana desde que Gustabo había desaparecido y la cruda realidad era que no habían encontrado absolutamente nada. El interrogatorio de Trujillo no salió nada bien, incluso pareció sorprenderse ante la noticia. Conwey comenzaba a desesperarse, daría lo que fuera a cambio de poder dejar libre al pequeño, incluso su propia vida.

Gustabo había seguido haciendo sus entregas, aunque estas últimas veces no tuvo que tragarse nada, todo lo entregaba en mano, pero sus trabajos no solo trataban de entregar drogas o armas, le habían obligado a ser la putita particular de algunos hombres a cambio de dinero, dinero que no se quedaba él, hasta el último céntimo se lo tenía que dar a Horacio.

Además, no le daban bien de comer, con suerte le daban un bocadillo y una botella de agua si estaban de buen humor. Aunque solo había pasado una semana juraría que ya había perdido algún kilo.

Mientras, Volkov trataba de investigar todo lo posible para que Conwey no se alterara demasiado y sufriera un infarto, pero era muy difícil mantenerle al margen, era muy testarudo y trataba de estar todo el tiempo posible en la comisaría para intentar ayudar.

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Habían pasado unas horas y Conwey ya estaba en su casa, muy a su pesar. Cuando se disponía a meterse en la ducha su móvil sonó, no sabía quién era pues era un número oculto. Descolgó el teléfono un poco nervioso, tenía la sensación de que esa llamada tenía que ver con Gustabo, y no se equivocaba.

LLAMADA TELEFÓNICA ENTRE CONWEY Y EL DESCONOCIDO

¿?: Buenas noches superintendente, ¿todo bien? –El desconocido usaba un distorsionador de voz, por lo que no podía saber quién era.

Jack: ¿Qué quieres? –Estaba tratando de tranquilizarse, no quería perderse ni un solo segundo de esa conversación.

¿?: Ya veo que no quiere usted ser amable, aunque se lo recomiendo.

Jack: Si quieres algo te lo daré.

¿?: Por supuesto que lo harás, de lo contrario tu pequeño del alma será encontrado en una cuneta descuartizado.

Jack: Bien, habla.

¿?: Para empezar no quiero que acuda nadie a los avisos de venta de droga de la ciudad. –Podía parecer una tontería pero si un cargamento llegaba a la ciudad, no se lo podrían incautar.

Jack: De acuerdo.

¿?: ¡Qué fácil me lo ha puesto! ¿Tan desesperado está por ese inútil?

Jack: Es un civil más y mi trabajo es protegerlo. –Claramente mentía, nunca haría eso por un civil cualquiera, al menos no sin antes negociar, cosa que se le daba bastante bien.

¿?: Ambos sabemos que eso no es verdad, pero no se preocupe, si usted colabora, él estará bien.

Jack: ¿Algo más?

¿?: No le diga a nadie sobre esta conversación ni sobre las que tendremos en el futuro, y por cierto, tiene usted bonito pijama azul, ya me dirá dónde lo compró. –Sin decir nada más, el extraño colgó. Conwey estaba desconcertado, le estaban siguiendo, lo que significaba que le tenían cogido por todos lados, un movimiento en falso y se cargarían a Gustabo.

FIN LLAMADA ENTRE CONWEY Y EL DESCONOCIDO

Antes de dejar el teléfono llamó a Volkov para que diera el aviso de que nade fuera a los avisos de venta de drogas hasta nueva orden, cosa que extrañó enormemente al comisario, pero sabía que Conwey no le diría el motivo.

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Gustabo había salido de la sala para llevar a cabo un trabajo, esta vez el encargo era muy distinto, tenía que matar a una persona y deshacerse del cuerpo, si dejaba alguna pista o el cadáver se encontraba, Conwey estaría muerto, según le dijo Horacio.

Ya tenía a la persona localizada y estaba a punto de llevar a cabo su misión cuando un coche se paró enfrente de él, por suerte no le había visto pero el coche no le dejaba ver a su objetivo por lo que tuvo que moverse.

Los hechos pasaron muy rápidos y cuando se quiso dar cuenta tenía a dos cuerpos que esconder. No sabía qué hacer, no podía quemarlos, el olor sería muy notable, tampoco podía tirarlos al mar, ir con una lancha llamaría mucho la atención. Finalmente se decantó por llevarlos a un descampado en el que siempre había perros hambrientos, seguro que ellos acabarían con cualquier indicio.

Una vez que los dejó en el lugar, se puso a pensar en lo que había hecho. Nunca antes había matado a alguien, a decir verdad, era la peor sensación del mundo. Llamó a Horacio para decirle que ya estaba hecho y se fue de nuevo a la sala, donde lo esperaba Emilio para cerrarle la puerta. Tenía hambre y estaba manchado de sangre, pero en ese lugar solo había un retrete, y daba gracias. Comió el último bocado del bocadillo que le habían dado por la mañana, tenía que administrarse bien esa poca comida que le daban o se moriría de hambre.

Se tumbó en el suelo, sin duda prefería el sofá de la casa de Conwey a ese frío suelo. No había parado de pensar en él y le dolía, por su culpa él estaba peligro, si tan solo no se hubiera acercado a él, si tan solo no se hubiera enamorado, ese hombre de voz grave estaría bien y a salvo en su casa. La única opción que veía factible era acabar con su propia vida, así no causaría más problemas.

Lo que veo en tus ojos - IntendenteplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora