Comienzos Desafortunados

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—¡Vaya! Pensé que ya no vendrías Phoebs —dijo Helga con reproche poniéndose de pie nada mas verla—¿Ya puedo pasar?

—Si, de hecho vine por ti —comentó la doctora, seria—. Acompáñame.

La doctora escoltó a Helga al área de urgencias médicas. El breve trayecto fue en silencio, pues la mente de Phoebe trabajaba a mil intentando saber cómo actuar correctamente ante lo que se presentaba, pero tal hecho no pasó desapercibido por la rubia que se extrañó un poco. Sin embargo, antes de llegar a donde se encontraba Arnold, Phoebe se detuvo y se giró hacia su amiga:

—Debo decirte algo —Helga esperó y ella continuó—. Arnold ya despertó.

El rostro de Helga se iluminó con una expresión de alegría que Phoebe pocas veces le había visto y sintió que se le estrujaba el corazón.

—¡¿De verdad?! Oh por deus ¡gracias! Vamos, tengo que entrar a verlo.

—Espera, Helga —la detuvo por el hombro, sintiendo pesar— hay otra cosa que debes saber —su mejor amiga le tomó las manos, abandonando totalmente su postura como médico.

—¿Que...?

—Los múltiples golpes que sufrió Arnold... —hizo una pausa en donde miró a los ojos de su mejor amiga, abiertos como platos, asustados— le ocasionaron amnesia retrógrada parcial... Él no recuerda eventos recientes.

—¡¿Q-Que?! ¿N-No recuerda...? —se exaltó—. Espera ¿Qué tan recientes? —su amiga tomó aire para lo que estaba a punto de revelarle.

—Lamento mucho decirte esto pero, de acuerdo al interrogatorio y a los comentarios que le hizo a Gerald y a mi... hemos determinado que la memoria de Arnold se sitúa en el primer año de universidad. Él cree que seguimos estudiando.

—No... —la reacción fue inmediata. Helga sabía muy bien lo que eso significaba—. Eso quiere decir...

—Cuando le dije que su esposa tenía que estar enterada, se sorprendió muchísimo —continuó la médico. De pronto las lágrimas se arremolinaron en los ojos de la rubia.

—Entonces... —ni siquiera se atrevía a decirlo, no podía imaginarlo.

— Él no sabe... que están casados —terminó, mordiéndose los labios, aun agarrando con fuerza las manos de Helga.

— Él no recuerda... —repitió ella, como ida. Phoebe sabía que el shock estaba comenzando, así que no dijo nada. Helga daba unos cuantos paso y luego volvía, mientras sus dedos se enterraban en sus sienes—. ¿Cómo...?¿Cómo voy si quiera a entrar ahí? —las lágrimas bajaron por sus mejillas de forma involuntaria—. Tengo ganas de lanzarme a él y decirle cuanto lo amo y cuanto me asusté y ahora... esto es una pesadilla.

—Helga, tengo fe en que, en cuanto te vea pueda reconocerte o quizás se acuerde de algo.

—¡Por supuesto que me va a recordar! ¡Como la persona que siempre lo ha amado y no ha sido correspondida! ¡Como aquella compañera fastidiosa! —porque lo recordaba. Recordaba cada año que lo había amado en silencio sabiendo que no era correspondida y el primer año de universidad no había sido diferente a tantos otros de la secundaria o preparatoria. Pese a que cada uno estudiaba carreras diferentes, Phoebe y Gerald los unían un poco, siendo ellos la causa de que se cruzaran muy a menudo en el campus. En ese entonces conservaba la costumbre de llamarlo cabeza de balón y aunque ya no había insultos de su parte como solía hacerlo en la primaria, su tono era sarcástico con él. Peleaban seguido, contradiciéndose, y a veces Arnold llegaba a ser bastante apático con ella.

—No puedo imaginar lo que estas sintiendo en estos momentos y como mi mejor amiga sabes que me duele esto también, pero debemos enfrentarlo, vamos, estaré contigo en todo momento. Deben verse —insitó.

¿Por qué la elegí como mi Esposa?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora