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Un rubio que regresaba de su labor como líder de gimnasio estaba dispuesto a solo caer rendido a las sábanas de su cama y poder conciliar el sueño. Cuando entra a su habitación, ve a una hermosa pelimiel aferrándose a las sábanas y moviéndose ligeramente en la cama. Ella nota la presencia del chico y alza su mano para guiarlo a su lado, cosa que él realiza sin ninguna objeción.
Por supuesto, ella regresaba hoy.
Su querida novia, la excelente Reina de Kalos, por fin había terminado una gira por toda la región en la que llevaba ya mas de mes y medio. Él no pudo ir a recogerla ni pasar el día entero con ella por sus propias responsabilidades, así que se lamentaba de recién tener unos minutos a su lado. Ya la recompensaría, tenían varios días para estar juntos de aquí hasta el momento donde la ojiazul tenga que defender su título de nuevo.
— Bienvenido... — murmuró sonñolienta la mencionada, bostezando y con los ojos apenas abiertos, mientras el chico se recostaba a su lado para acariciar su cabello.
— Yo debería ser quien dice eso. — respondió él, contagiado por el bostezo de la muchacha — ¿Todo te fue bien?
— Ahora que estás aquí, sí...
Él amaba a esta chica.
Acercó su rostro al de la ojiazul y chocó su frente con la de ella con delicadeza para que la joven pudiese seguir en aquella paz con la que la encontró. Suelta una risita y ahora es ella quien mueve su nariz como si de un Dedenne se tratase y la choca con la de él, logrando un leve sonrojo en el rubio. Continúan así por un momento más, entre pequeños murmullos y sus rostros cerca. Solo escuchan la respiración del otro, acompañados de la brisa nocturna de Kalos y del calor que sus cuerpos emanaban para estar abrigados.
Finalmente, nota que su novia cae rendida ante el sueño y acaricia la mejilla de esta con ternura. Clemont no puede pensar en nada más que en la felicidad que Serena le trajo a su vida, y espera que ella siga a su lado por mucho tiempo más.
