CAPÍTULO #3: ÁNGEL CAÍDO (II)

614 78 239
                                    

El lunes de la semana siguiente llegó, y como me había prometido a mí misma luché contra mi ser y me quedé en la oficina mientras mi hijo daba sus clases.

Estoy absorta en lo mío cuando recibo un mensaje de un número que no tengo registrado:

"Extrañé verla hoy, Jonathan" ―Al parecer ni viniendo a trabajar me iba a librar de ese chico.

Luego de leer el mensaje lo borré y alejé el teléfono de mi vista para resistir la tentación de contestar.

Pasados unos 5 minutos mi teléfono comenzó a sonar, el mismo número del que me habían enviado el mensaje, intenté hacer caso omiso, pero la insistencia era tanta que contesté:

― Dime. ―dije molesta.

― Señora Casafont me quedé esperando la respuesta del mensaje ―Podía percibir su sonrisa por el auricular del teléfono―. No es de buena anfitriona no acompañar a las visitas.

― Vamos a dejar las cosas claras, yo soy la madre de su alumno y usted un profesor, esa es toda la relación que puede haber entre nosotros.

― ¿Y quien habló de relación?

― Pero niño si puedo ser tu madre.

― Pero no lo eres ―Silencio―. Además, las mujeres maduras son muy sexys.

― ¿Qué quieres?

― Follármela. ―dijo la palabra despacio, disfrutando cada una de las letras y restregándome en la cara todo lo que eso implicaba.

― Pues si quieres te pago una puta y dejamos esto así.

― No creo que ninguna puta me haga lo que usted puede hacer.

― ¿Sabes algo?... Vete a la mierda. ―Y sin más colgué y apagué el teléfono.

Ese chico me había puesto de los nervios, ya ni trabajando podía controlar la situación, y sinceramente odio no tener el control de las cosas y menos si el control lo tiene un niño pijo.

.      .      .

El miércoles tuve una reunión muy importante que me hizo olvidar la situación de Jonathan por completo, pero cuando terminé y regresé a revisar mi celular tenía un mensaje bastante largo del chico.

"Señora Casafont, aunque no conteste ni mis llamadas, ni mis mensajes, aunque huya de mí y se niegue a verme, en algún momento tendrá que hacerlo, además, no soy del tipo de persona que se rinde fácilmente, usted decide, puede acabar con esto rápido o prolongarlo, corriendo el riesgo de ser descubierta por su marido y/o por su hijo"

Madre mía, otra vez tenía el control, y lo peor de todo es que tenía razón, pero yo no quería aceptarlo, nunca dejo ganar a nadie en mis propias partidas.

Después de mucho pensarlo encontré la solución más cobarde y rastrera, pero la única que no me salpicaría; me escondería de Jonathan el resto de clases que le quedaban a mi hijo, que si tenía suerte no serían muchas y si no tendría que cambiar de estrategia, y luego de terminadas las clases me llegaría al colegio con un hermoso y poderoso cheque en blanco para "donar a la escuela" y pedir por favor que echaran al chico porque los alumnos no se sentían cómodos con él. El plan era una mierda, pero no soy del tipo de persona que crea grandes planes bajo presión.

.      .      .

El viernes me fui de viaje de trabajo todo el fin de semana, así que mi teléfono estuvo apagado hasta el domingo, siempre lo apagaba porque odiaba las interrupciones y estos viajes me estresaban mucho. Al volver a encender mi celular el domingo en la noche me encontré con 10 llamadas perdidas de Jonathan y una especie de mensaje carta que me había dejado:

"Señora Casafont, dice su hijo que se fue de viaje de trabajo, y espero que sea cierto porque no quisiera pensar que usted es una cobarde. Me gustaría dejar de insistir, pero cuando pienso en ese cuerpo de diosa y cabellos de fuego, y sobre todo en las cosas que le haría si la tuviera para mí, aunque fuera un ratito, me excito. Espero que recapacite y que recuerde que en sus manos está la decisión de acabar con esto pronto"

Había que reconocerlo; era un acosador y su obsesión por mí era preocupante, pero hablar y escribir lo hacía bastante bonito, y más si imaginaba todas esas palabras saliendo de su boca.

Entre las sábanas de una princesa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora