Estoy agotada, odio tener que ir el día de mi cumpleaños a una reunión de trabajo, pero ya la había concretado días antes, además, la gente de negocios no cumple años, algo que le tienen que informar a las escasas arrugas que surcan mi cara que parece que no lo saben.
Llevo un vestido de lentejuelas plateado, es a medio muslo, holgado, de tirantes, y se ajusta de una forma increíble a mi cuerpo, y no piensen que me estoy arreglando demasiado para una reunión, es que vamos a vernos en un restaurante y luego de eso Marcelo me va a llevar a la ópera y después dice que quiere darme una sorpresa, algo que me tiene un poco molesta porque odio las sorpresas.
Voy bajando las escaleras despacio, Marcelo al pie de las mismas me mira extasiado y al tenerme frente a él dice:
― Tengo la mujer más hermosa del mundo.
― Y si dices lo contrario te mato. ―digo al tiempo que beso su boca de forma dulce, Marcelo ríe pegado a mis rojos labios, toma mi gabardina negra y la pone sobre mis hombros.
― Toma caperucita, ponte la capa que te vas a resfriar ―Yo río con gusto porque eso me hace recordar a como se liaba para hacerle cuentos a Caleb de pequeño, para Marcelo; Caperucita se escapaba de casa, la Cenicienta era puta, Ariel una interesada y Bella desarrolló el Síndrome de Estocolmo, teorías que yo no rebato, pero que le desarrollaron a mi hijo un odio gigante hacia Disney―. ¿De qué te ríes?
― De nada hombre, vámonos, no me gusta llegar tarde.. . .
Estoy sentada en la mesa del restaurante, mi posible socio aún no llega y yo me estoy impacientando.
― Odio las tardanzas.
― Cariño, tiene 70 años, quizás se lio con la dirección.
― Marcelo, ese señor es millonario, tiene chófer.
― Disculpen la tardanza. ―Una voz bastante conocida interrumpe nuestra discusión sobre lo que hace y lo que no el señor que debería haber llegado al restaurante hace 10 minutos.
Yo levanto la vista para ver quien me habla y todo mi cuerpo comienza a temblar, estoy petrificada, este hombre me persigue hasta fuera de los sueños:
― Lo siento, te has equivocado, yo espero a...
― Si, al señor Ignacio Martínez, mi padre, soy Alex Martínez, un gusto señora Casafont. ―La madre que lo parió, ahí estaba, apunto de hacer negocios conmigo otra vez. Alex Martínez, mi futuro esposo y mi verdugo en el mundo de los sueños está frente a mí, y al parecer el efecto que tenía sobre mí en los sueños se extendió hacia la vida real porque estoy temblando como una gelatina.
― Esperaba a su padre. ―digo con la voz temblorosa.
― Amaneció indispuesto, ya sabe cómo son las personas mayores.
― Podíamos haber concretado una cita para otro día.
― No es necesario, quiero terminar con esto cuanto antes. ―Vale, ya me había recuperado de la impresión, la charla técnica iba a comenzar.
Se supone que solo soñamos con personas que hemos visto, pero yo estoy segura de que a este tipo no lo he visto en mi vida, aunque también es verdad que en nuestro cerebro no guardamos lo que no nos interesa, es como cuando descubres una cosa nueva, quizás la hayas visto otras veces, pero te ha importado una mierda que estuviera ahí, luego, cuando sabes que existe, empiezas a notarla por todos lados.
Y en esto yo pienso mientras hablo de finanzas y mercado con Alex, odio decir o pensar su nombre, bueno, en general lo odio a él, que siendo sincera, en mi mente me monté un personaje erróneo de su persona, porque hay que reconocer que es bastante atento, aunque el lobo fue atento con Caperucita hasta que se la comió, y yo sigo con las metáforas de Disney, lo siento, pero es que me hacen mucha gracia.
― Maca, voy al baño. ―dice Marcelo sacándome del cachondeo mental al que me someto cuando una conversación me aburre.
― Vale.
Lo veo alejarse cuando siento las manos de Alex posarse sobre las mías:
― Mi padre dijo que eras muy hermosa, pero se quedó corto. ―Yo quito las manos de golpe y lo miro con asco, odio los piropos, son tan... estúpidos.
― Estoy aquí para hablar de negocios.
― Del negocio al placer hay una fina línea. ―Y ahí estaba el lobo queriéndose comer a Caperucita.
― Si, una fina línea custodiada por ese hombre que se fue el baño, que en el registro civil tiene el título de mi marido. ―No tengo entre planes alargar esto, poso mi vista en un camarero cercano y lo llamo.
― Si señora.
― Traiga la cuenta de esta mesa, el chico la va a pagar. ―Recojo mi gabardina, me levanto y me la pongo mientras veo a Marcelo acercarse con toda la clase que a este imbécil le falta.
― Macarena... ―Alex está desconcertado.
― Señora Casafont para ti ―Me estaba pasando de borde, pero como no me podía desquitar con el Alex de mis sueños con este me iba a cebar―. Dile a tu padre que no vamos a hacer más negocios ―digo apoyando las manos en la mesa―. Marcelo, nos vamos. ―Marcelo estaba casi más desconcertado que Alex.
Salgo del restaurante seguida de Marcelo, quien no pronuncia palabra hasta que estamos fuera.
― ¿Qué fue eso?
― Un imbécil que no sabe hacer negocios. ―digo sin un ápice de emoción en el rostro.
― Sabes que me encantas cuando te pones en plan mala. ―Me agarra por la cintura y me atrae hacia su cuerpo.
― Y tú a mí me encantas siempre.
― Feliz cumpleaños mi amor.
― ¿A qué viene eso? ―digo sonriendo.
― A que ya son 40 años desde que nació la mujer que me iba a alegar la vida.
― Que cursi por dios ―No puedo evitar reírme, Marcelo es demasiado meloso, y yo demasiado seca, somos como una mezcla de vinagre con azúcar, nadie apostaba un duro porque duráramos tanto y aquí estamos, 20 años, y subiendo.
― Te amo Maca.
― Y yo a ti.
Y aquí viene...
Un beso de película...
Sus manos en mi cintura, las mías alrededor de su cuello, mi pie derecho levantado, las luces iluminándonos, el Ferrari rojo difuminado en un segundo plano, la gente caminando desenfadada a nuestro alrededor, los carros pasando por las calles y salpicando los charcos de agua que quedaron de la lluvia de hace un rato, sí, porque también llovió, eso era una señal divina, sabes que un beso va a ser increíble cuando el pavimento está mojado, y este lo fue.. . .
El tiempo se detuvo bajo las estrellas mientras la princesa besaba a su príncipe encantador después de despertar del sueño en que se sumió por siglos, la luna los iluminaba y los corazones hacían el resto del trabajo estableciendo en sus latidos la melodía de la canción más cursi que conozcan.
-FIN-
NOTA DE AUTORA
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Amores míos esto ya llegó a su fin, espero que lo hayan disfrutado tanto como yo. Gracias por el apoyo, por sus comentarios, sus votos, por leerme, incluso por mandarme mensajes diciendo que les gustaba la historia. Gracias a todos. Los quiero mucho.
Esta historia es la primera novela completa que escribo y sin dudas le tengo demasiado cariño a todos y cada uno de los personajes. Pero todo termina, y debo admitir que estoy triste porque termina, pero también estoy muy feliz porque gracias a esta novela reuní el valor para continuar publicando mis historias.
Ya no me alargó más; los quiero y gracias
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Entre las sábanas de una princesa ✔️
أدب نسائيY vivieron felices para siempre... Alguna vez pensaste en qué pasó después de eso; ¿la princesa y el príncipe siguieron juntos?, ¿se fueron fieles?, ¿en realidad vivieron felices para siempre?... Demasiadas preguntas que yo les voy contestar, pero l...