22. ALEXIA

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La celda en la que me han encerrado está totalmente vacía. No hay ningún preso con el que tenga que compartir este espacio diminuto de unos tres metros cuadrados. Eso es lo único que me hace sentir un mínimo mejor, por lo menos podré llorar sola. Me siento en el suelo, gastando las horas intentando encontrar algún fallo en los hierros de la celda. No hay ninguno. No iban a encerrarme aquí si existe el modo de huir.

Me miro la herida de la pierna. Me han puesto unas cremas curativas en el tren. No me gusta nada eso, no se están preocupando por mí. Lo que quieren es darme mi merecido, que lo sienta por completo y que no me mate una infección en la pierna. Me miro las rodillas heridas y limpias por ellos mismos, pero estas no están tapadas. Empiezo a pensar en que si me infecto quizá tengo suerte y me muero antes de que me pongan una mano encima. Tengo los codos levemente rozados, pero no es tan grave.

Distingo a Rider delante de mí. Canturrea algo a lo que no le doy mucha importancia. A Julian se lo han llevado directamente, porque todavía no lo he visto. Es probable que intente venderle algo, algo que sea mejor que esto, eso es lo que querrá Charline para él. Una parte de mí ansía que Julian tome la oferta y se salve, pero la otra parte de mí sabe que Julian nunca querría traicionarme de nuevo, no de esa manera. No dejará que me muera sola.

A Rider solo hace un par de horas que lo han traído. No está en buen estado. Se pasea mientras cojea levemente y está canturreando.

Yo miro el hormigón del suelo y pongo mis manos sobre las barras de hierro que me separan de la libertad. Estiro. Nada. Vuelvo a intentarlo. No se mueve ni un milímetro. Nunca me habían encerrado antes de esta manera, así que no sé qué hacer para huir.

Me hundo cuando ni siquiera se mueve un solo milímetro. No voy a salir de esta. He salido de otras peores por los pelos, pero esta es demasiado gorda.

Rider se sienta en el suelo y me mira.

—No vas a poder hacer nada, Álex, ni siquiera lo intentes—me dice él. Él también apoya las manos contra los hierros. Pero Rider no hace el amago de romperlos para liberarse, solo apoya las manos ahí y asume que estamos muertos—. Estamos jodidos...

—Ahora mismo, cualquier mínimo fallo en este sistema, por mínimo que sea, puede suponer mi libertad—Rider resopla un poco.

—También es la mía, Alexia, pero estamos condenados en el puto Parlamento de la puta República del Sur de Europa. ¿Sabes qué quiere decir eso, nena? Que aquí no hay ni un puto fallo—entonces Rider se estira en el suelo.

—¿Y tu mejor opción es quedarte sentado en el suelo cantando basura rebelde? —Rider suspira entre una risa.

—Eso puede tocarle mucho los cojones, o el coño, lo que sea, así que sí, igual es la mejor manera de luchar de alguna forma—él me mira, girando la cabeza hacia mí—. Para mí puede ser una suerte tocarles los cojones lo suficiente para que me maten antes—niego con la cabeza.

—No quiero esto para ti.

—Yo tampoco lo quiero para ti—me confiesa Rider. Eso lo sabía—. Te dije que no me...

—No me digas te lo dije—le pido. Él cierra la boca—. Si tengo que salir de aquel refugio de nuevo para que no te maten, yo lo volvería a hacer—Rider agacha un poco la cabeza.

—Por si pierdo la cabeza... Que sepas que hubiese estado dispuesto a todo por ti. Yo habría salido de esa roca si tú te desplomabas contra el suelo de la misma manera que yo. No dejaría que te hicieran daño. Así que lo siento por esto. Por ser un idiota.

—No eres un idiota—él ya ni siquiera me mira—. El perdón te lo tengo que pedir yo. Sin mí...

—Me habrían matado—dice antes de que yo pueda decir nada—. Me volverán loco en este lugar. No quiero que me recuerdes como si fuese un loco.

La Marca del Ejército (#LMDLR2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora