No sé por qué me pongo a recordar la primera vez que vi a Alexia.
Recuerdo lo fría y calculadora que era, analítica. La recuerdo en unos matorrales, oculta, tirada en el suelo con un francotirador enorme. Cuando nos vimos, yo iba a por ella. Iba a matarla. Estaba detrás de una roca. Ella intentó distraerme porque de esa manera no se lo ponía difícil. Empezamos a pelearnos y me quedó claro que esa mujer no era de este mundo. Me tiró al suelo. Yo no era consciente de todo lo que me rodeaba y sentía la traición presente solo porque había algo que me hacía admirarla. Quizá porque sabía que si estaba en el Ejército, tendríamos a un soldado de élite y sin ningún tipo de piedad.
No sabía su nombre. Pensaba que era una desertora.
No sabía quién era ella.
Tenía algo claro dentro de mí. Es normal tener dudas cuando se trata de un enemigo tan inestable como un rebelde. Ellos son agresivos, se les consideraba salvajes y ante todo, la Revolución es lo primero para ellos. Sin embargo, Alexia no entraba en ese tipo de rebeldes. Ella solo estaba con ellos por un trato.
Sentí celos cuando Careg estaba con ella y fui un idiota por ello. Él me advirtió, me dijo que me alejase de ella, que me alejase de su círculo de amigos. Esa amenaza solo hizo que le hiciera menos caso. Le dije que ella me quería a mí, no a él y que tenía que dejarlo estar. A estas alturas me parecen unas riñas de críos, pero en ese momento eran importantes para mí. En comparación a la guerra, eran nimiedades. Nos golpeamos en una ocasión por ella.
Hasta que Kristine murió.
Ese bombardeo lo cambió todo.
Cambió Roma.
Me cambió.
En ese mes en el que Alexia me dejó, Careg y Rider estuvieron con ella. Ninguno de los dos hizo nada. Ni Careg por recuperarla ni Rider por tenerla. Careg dejó de ser ese tipo egocéntrico odioso. Rider pasó a ser una especie de apoyo, sin más. Careg dejó a un lado los celos e instó a Alexia a que no me tirase por la borda por mucho que yo fuese un soldado de la República.
No lo comprendo hoy en día.
Si fuese al revés, es muy probable que yo hubiese intentado convencer a Alexia de que nunca le haría algo así, de que jamás la engañaría ni la traicionaría de un modo tan rastrero. La tendría entera para mí. Estaríamos rodeados de mierda, haríamos el amor para olvidarnos de la guerra, lo haríamos solo para que se olvidase de ese cabrón que la traicionó y terminaría queriéndome. Se quedaría conmigo. Supongo que soy otra clase de cabrón.
Pero Careg no ha hecho eso con ella. Teniendo en cuenta cómo es Alexia, lo tendría complicado. Si antes ella no quería a nadie y no se acostaron... En ese momento en que ella ya me había confesado que me quería... Ella era intocable. Dios, no quiero reconocer que le debo una a ese idiota.
Me quedo al lado de la ventana para que me dé el sol. Cada kilómetro que avanzamos me aparta más de esta luz. Ya he limpiado todo lo que he usado para cocinar y estoy en una banqueta de la habitación asomado. Alexia no tarda mucho en salir del baño con una muda puesta y una toalla enredada en su cabello. Veo unas cuantas cicatrices sobre su piel. Es lo más habitual. Con la luz reflejada en el suelo, la de su cuello destella con fuerza. Tiene las manos algo huesudas, pero son mortales.
No puedo evitar pensar que las manos de Charline son otro mundo si las comparo con las de Alexia. Las de Courtois son finas, delicadas, mimadas... Y las de Alexia tienen callos en diferentes zonas, durezas en las palmas, nudillos repletos de cicatrices, la piel seca, las uñas cortas y rotas... Pobre Alexia.
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La Marca del Ejército (#LMDLR2)
Science FictionSEGUNDA PARTE DE LA MUERTE DE LA REVOLUCIÓN. ¿Qué estarías dispuesto a sacrificar por lo que más deseas? Tras la ida al Imperio, Alexia cree encontrar las soluciones a sus problemas al encontrarse con sus hermanos, los cuales viven a salvo en el I...