Veo a Julian con las mochilas en las manos, deambulando por el pasillo. Está cotilleando habitaciones. Cuando me ve riéndome le entra la curiosidad.
—¿A qué viene esa risa? —me pregunta animado.
—A que soy una auténtica cabrona—eso parece que no le sorprende a juzgar por el pequeño amago de sonrisa que asoma en sus labios.
—¿Ha ido bien, preciosa? —me pregunta de nuevo. El cumplido no me aturde.
En esta vida me han dado muchos halagos. La gran parte de ellos propinados por unos babosos. Si les rechazaba, me insultaban. Así que la mejor manera de ponerlos en su lugar era sencillamente con una paliza.
Pero de parte de Julian es como un anestésico.
—Todo está bien—sonrío para calmarle. No es buena idea contarle ahora todo lo que Dalton me ha dicho. Primero tiene que reposar en mi cabeza. Mira a la habitación—. Están los dos solos. Les he dicho que no quiero ser tía.
—Dios Alexia, eres un demonio—se ríe Julian. Me hace sonreír un poco. Entonces me señala las mochilas—. Pues pensaba dejarlas allí. Parecía la mejor. Aunque ahora no sé si quiero dejarlas en esa precisamente—sigo sintiendo ese ambiente en el que nadie de los dos dice nada, pero en el que tampoco estamos precisamente incómodos—. Me apetecía tener una buena habitación, para los dos. Yo creo que nos merecemos un lujo en esta tregua—no sé si soy solo yo o si Julian también nota la tensión, él es muy natural. Igual no se da cuenta.
Habla como si no pasara nada. Yo estoy pensando en todo.
Algo de lujo en esta tregua. Bueno, el sexo no es que sea calmado, al menos... Dios, no. No puedo pensar así. ¿Él nota toda esta tensión? Seguro que sí, pero tampoco lo tengo claro. Por mucho que Julian sea elegante y educado, sigue siendo un hombre. Y seguro que piensa en sexo. Es probable que quiera eso.
Él quiere hacerlo. Porque sino no nos mandaríamos indirectas constantemente. Sucede mucho últimamente. Sobre todo en el tren, donde me sugirió que me pusiera a soñar con él. Que Julian me diga que sueñe con él no iba en el sentido de sueños dulces. La malicia con la que me lo dijo era para que fuesen húmedos. No somos dos críos, ni mucho menos. Sí que somos jóvenes, pero no inocentes. Sé que dentro de nuestras mentes los dos queremos saber cuándo pasará.
Me estoy poniendo como una idiota y se me acalora la mente. Sí que quiero hacerlo con Julian, pero también quiero ir poco a poco. No lo sé, he hecho muchas cosas mal en la vida. Y para Julian es una primera vez. Tampoco quiero que sea un desastre. Solo quiero hacer bien las cosas por una vez en mi vida. Aunque tampoco puedo estar así por mi salud mental y porque tampoco tengo tiempo.
—No confío en ella, si Rider no lo hace, yo tampoco puedo—me dice Julian. Eso me hace caer de lleno en la realidad. Joder, seguro que Julian no piensa tanto en esto como yo—. No sé por qué... Pero ¿Y si Rider tiene razón? ¿Y si es una estrategia? Tiene algo que no me gusta.
—¿Crees que Astrid podría traicionarme? Si quiere usar a Dalton en ese sentido, no es tonta. Ella sabe que la mataré—Julian suspira. Se acerca a mí.
—No te traicionará porque si lo hiciera, no tendría el apoyo rebelde—me recuerda Julian—. Ella te hace la pelota, lo sabes. Se quiere meter en la guerra, pero no sola—todavía no conozco a Astrid. No sé cómo de retorcida puede ser—. Puede que Rider tenga razón. Si tiene a Dalton, tiene una baza que la catapultaría a la fama. Él es tu hermano mayor, el hermano de una figura potente como la tuya.
—¿Quieres que entre ahí, la ate a una silla, y la torture hasta que hable? —le pregunto a Julian, cansada. Él niega poco a poco—. No quiero que utilicen a mi hermano, está claro, pero solo el tiempo nos dirá si es cierto o no.
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La Marca del Ejército (#LMDLR2)
Sci-fiSEGUNDA PARTE DE LA MUERTE DE LA REVOLUCIÓN. ¿Qué estarías dispuesto a sacrificar por lo que más deseas? Tras la ida al Imperio, Alexia cree encontrar las soluciones a sus problemas al encontrarse con sus hermanos, los cuales viven a salvo en el I...