18. ALEXIA

99 1 0
                                    


Rose y yo nos pasamos un rato riéndonos. Poco a poco me olvido de sus problemas y decido evadirme, al igual que ha hecho ella. Decido que es el momento de marcharse cuando el alcohol empieza a nublar mis sentidos y parece que ya son las dos del mediodía. Adiós pesadillas, está claro. Es hora de ponerlo a prueba. He bebido bastante, pero puedo controlarme caminando. El ron es muy básico, puedo con él. Distingo lo real de lo irreal.

Me indigno pensando en lo capullos que son todos conmigo, ocultándome cosas cuando saben que soy de confianza.

Me tambaleo levemente.

—¿Por qué todos en este puto país me mienten? —murmuro, apoyada contra la ya cerrada puerta de la habitación de Rose. Tenían que hacerle las curas y probablemente la han sedado para poder curarle la pierna. Una mujer en el pasillo me mira con los ojos bien abiertos—. ¿Qué coño miras? ¿Quieres entregarme? Porque si lo haces te partiré el puto cuello—ella se larga corriendo, temblorosa. Mis manos tiemblan—. Rose no quiere hablar—hablo sola. Conmigo misma en voz baja. Puede que esté majara pero me importa una mierda—. Dalton tiene sus putos secretos, él me miente. ¿Hasta el capullo de Rider va a tener secretos? ¿Careg los tiene? ¿Y Julian? —me quedo sentada contra la puerta, de espaldas al pasillo. Mi frente se queda apoyada sobre la madera—. Secretos como... No—escucho murmullos y no les hago caso—. ¿Por qué nadie confía en mí? —prendo un cigarro contra mis labios. Lo fumo con suavidad—. Eres lo último en este mundo que sé que nunca falla.

Me pongo recta y salgo disparada de allí con el cigarro entre mis dedos. Tenía que refugiarme. O eso pensaba, no me da tiempo a ver nada. Ni siquiera me doy cuenta de que me estampo contra algo... Mejor dicho contra alguien. Escucho una queja que me sorprende.

Yo termino en el suelo.

Siento que la cabeza me da vueltas. El golpe me devuelve poco a poco a la realidad, a dejar de estar tan borracha. Abro los ojos, pero siento que todo son vetas de luces. Me mareo un poco. Me llevo una mano a la cabeza que calme mi dolor. Pestañeo un par de veces para ver que el que me había tirado al suelo no se ha ido.

Sino que tiene su mano tendida. La misma mano tendida que estaba frente a mí hace dos años en un día de lluvia, hasta el cuello de barro. Reconocer esa mano me duele, porque siento que en este mundo el universo solo quería joderme.

—Lo siento mucho, no estaba mirando por dónde iba, ¿te he hecho mucho daño? —la voz hace que la mala jugada de mi mente se convierta en una realidad. Y cuando él me mira a los ojos se queda congelado—. Dios, Alexia, ¿estás borracha?

—¿Y a ti qué coño te importa? —escupo.

Rechazo la mano con un fuerte manotazo y me levanto por mis propios miedos, a pesar de tambalearme, sin quemarme con el cigarro y sin caerme. Sí que estoy borracha, pero ya no tanto. Le miro a los ojos marrones, esos dos ojos oscuros acompañados por una piel bronceada y suave. Por todos los santos, ¿por qué me pasa esto a mí?

Es él. El mismo Lysander Vryzas que me había salvado la vida y el mismo cerdo que me abandonó a mi suerte porque su familia se lo ordenó. Ese mismo chico que creció entre una familia posicionada alta en el Ejército... Y que ahora está en los niveles más profundos del refugio rebelde de la ciudad de Atenas. No puedo sentir nada dentro de mí, nada en mi estómago salvo el ardor del alcohol y la sensación de enorme desprecio.

Fuese lo que fuese lo que sentí por él, murió, y todo se llenó de odio. Por otro lado, no puedo evitar quedarme embobada con su mirada. No esperaba encontrarme con él de repente y las imágenes que me vienen a la mente son los besos, las noches y... No.

Me aproveché de él y su familia no me aceptó. Me llamaron rebelde y ahora él es otro. Es un delincuente de mi categoría. Al menos Lysander no es el más buscado, ni su nombre está por todas las pantallas virtuales de este país. El hambre... Eso fue lo primero que sentí cuando él me dejó y empecé a pasar los días sin él. El hambre me estaba matando poco a poco, perdí tanto peso que pensé que no saldría de ese pozo. Fue la peor época de mi vida. Y cuando él estuvo conmigo, ese fue el mejor momento desde que mi madre murió. Era una realidad.

La Marca del Ejército (#LMDLR2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora