XXXI: Eres Tú.

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— ¿Qué? — fue todo lo que pudo alcanzar a articular Rebeka por la conmoción. Se retiro el móvil de la oreja y observó el número varias veces para luego levantar la cabeza y cruzarse con los profundos ojos marrones de la castaña. — ¿Eres tú? ¿Tú eres Queen of Mean?

—Soy yo. Y tu eres Soy Tu Sicaria. —afirmó con pesadez Lucrecia.

—Venga... — dijo Rebe alargando la a y soltando una risita amrga. — Mira bsrvie latina, si lo que quieres es verme la cara olvidate de la idea ya eh... Que no causa ninguna gracia vale.

—Te entiendo, estás en una etapa de negación.

—Que negación ni que nada tía. A mi nadie me toma el pelo.

—Rebeka, soy yo. No estoy jugandote una broma.

—No. Estamos afectadas por lo que acaba de pasar. Es todo mentira y yo... Me largo de aquí. — dijo dándose la vuelta y marchando se cuánto antes de aquel sitio.

— ¿Qué ha pasado? — se le acercó Nadia a Lu y la abrazo para calmarla.

Unos días después...

Lucrecia le había dejado a Rebeka un mensaje en el que le decía que cuando quisiera podían hablar, siempre y cuando fuera antes que ellas se marchas el viernes por la mañana.

Y justo el jueves acordaron verse en un café.

— ¿Cómo estás? — le preguntó Lu a Rebeka cuando está estuvo sentada frente a ella.

—Asombrada, más que todo, la verdad. ¿Y tú?

—Ya estoy más calmada la verdad. Mi vida últimamente ha sido un huracán y este solo es el menor de los problemas.

—Así que por eso Nadia y tu compartiráis la beca para Nueva York.

—Pues si, todo lo de Valerio es cierto.

—Tranquila. — le dijo Rebeka acariciando con suavidad la mano de la castaña — Mira, quería pedirte una disculpa. Este... Yo lamento mucho como reaccione el otro día.

—No te preocupes Rebeka. Lo entiendo perfectamente.

— ¿Ibas a contarme? Digo, le ibas A decir a "Soy Tu Sicaria" qué habías matado a alguien?

—Yo era... O soy... Ya no sé ni cómo decirlo. Un libro abierto contigo.

—Algún día, si llegas a volver... Podemos...

A la pelinegra le costaba realmente mucho imaginar aquella día. Pero Lu lo había captado perfectamente. Y sabía que a Rebeka le costaba más que a ella misma.

—Sí, podemos. Podríamos . No sé si quiera volver después de todo lo que es mi vida. Siento que no tengo a nadie aquí. Probablemente consiga un empleo y me quede allá.

—No digas eso. Que te has ganado la lotería. Acuérdate que ahora todos estamos unidos y atados por un... Ya sabes... Además, me tienes a mi gilipollas. — Ambas sonrieron — ¿Y qué? ¿No habías pensado venir a bautizar a las futuras crias de "Miss Palestina" y el "Pecas"? Porque ella me ha dicho que estaba pensando ponerte de madrina de uno...

Ambas se fundieron en una sonora carcajada y sellaron para siempre aquel momento con un abrazo y un hasta luego.

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