CAPÍTULO 3

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Al despertarme al día siguiente sentía mi cabeza iba a explotar y que iba a vomitar en cualquier momento. Me levanté perezosamente y me dirigí al baño con la esperanza de que una ducha aliviara mi malestar. Pero ni mil duchas podrían hacer que me sintiese menos ridícula de lo que me sentía. No me podía creer cómo me había comportado la noche anterior: me había emborrachado más de lo necesario, llamado a Fred, le había preocupado y hecho que viniera a mi casa. Pero después de todo eso, había pasado algo a lo que no podía dejar de darle vueltas. No tenía ni idea de si la intención de Fred era besarme o solamente estaba mirándome a los ojos para asegurarse de que no corría peligro (probablemente era eso). Salí de la ducha y me fui a la cocina con la toalla envuelta en mi cuerpo.

Intentando olvidarme durante un rato de la existencia de aquella serie de catastróficas desdichas agarré una manzana para tener comida en el estómago en caso de echar todo el alcohol ingerido hacía unas horas. Miré el reloj y vi que apenas quedaba media hora para la hora acordada por la familia Weasley para su comida de los domingos, a la que yo claramente estaba invitada desde que tenía 13 años. Me puse un peto vaquero con un jersey fino negro y unas zapatillas blancas. Me maquillé en un semiaceptable intento de ocultar mi cara resacosa y me dirigí a la casa de los Weasley, pensando de camino en cómo afrontar volver a ver a Fred. ¿Le debería hablar de lo de anoche? ¿O mejor esperar a que él empezara la conversación? ¿Se pensaría que no me iba a acordar? Qué raro, Hermione Granger dándole muchas más vueltas de las necesarias a algo.

Al llegar sólo estaban allí los señores Weasley, Percy y Bill con su mujer Fleur y su pequeña hija Victoire, por lo que empecé a ayudar a llevar al comedor los platos y aperitivos. Poco a poco empezó a llegar más gente, hasta que solo quedaban por llegar Ron y los gemelos, lo cual era comprensible debido a que los gemelos siempre llegaban tarde y a que Ron debía de tener una resaca igualo mayor que la mía. Al final mi amigo se dignó a aparecer, dirigiéndome una sonrisa cansada pero cómplice. Su madre le regañó pues estaba claro que su cara era de resaca (algo de maquillaje le habría sentado bien a él también).

Comencé a hablar con Fleur, que tenía a Victoire sentada sobre su regazo, cuando oímos la puerta abrirse. Los gemelos habían llegado por fin, y con ellos el momento de la verdad. Nos saludaron de forma genérica a todos, pero noté que Fred apenas me dirigía la mirada. Me levanté para ir al baño y escapar de esa incómoda situación. Al verme de pie, Fleur me pidió si de vuelta le podía traer un zumo de manzana a Victoire de la cocina, a lo que accedí. Fred pareció haber oído eso, pues se encontraba allí expectante cuando llegué. Le saludé intentando aparentar normalidad, cuando la realidad era que apenas podía mirarle, pero él pareció ignorar aquello antes de decirme:

—¿Cómo estás?

—Bien, bien... Me duele un poco la cabeza pero nada importante.

—Entonces, ¿estás en condiciones de estudiar esta tarde?

—Más me vale, si quiero aprobar mañana.

—No te preocupes, esta tarde te explicaré todo lo que necesites hasta que lo tengas claro.

Aquello me sorprendió. ¿De verdad iba a venir a ayudarme después de todas las molestias que le había causado?

—¿Decías en serio aquello?

—Claro, enana, ¿cómo voy a dejar a la deriva a mi alumna favorita?

Por fin ambos volvimos a sonreír, cómodos con la presencia del otro, desde que había llegado a la casa.

—No dejes que nadie te escuche decir eso.

—Me basta con que lo escuches tú.

Ahí estaba de nuevo mi corazón a mil por hora, que parecía no acostumbrarse jamás a las dulces palabras de Fred. ¿Por qué me hacía sentir siempre así? Aún recordaba la primera vez que le vi, en el instituto.

Yo tenía apenas once años y acababa de empezar la secundaria. El instituto era un sitio enorme lleno de gente enorme, y me sentía un pequeño pez perdido en aquel océano. Solo había pasado una semana y ya me había ganado la fama de sabelotodo, por lo cual algunos de mis compañeros se burlaban de mí. Entre esos compañeros se encontraba Ron Weasley (irónico, lo sé, pero nuestra amistad comenzaría un mes después).

Estaba andando por el pasillo cuando Ron se chocó sin querer conmigo, haciéndome tirar todos mis libros. Todo el mundo empezó a reírse mientras que yo notaba mis ojos arder y un nudo en mi garganta, cuando de repente todo el mundo se calló. No sabía por qué hasta que vi un par de manos agacharse conmigo para ayudarme a recoger mis libros. En ese momento fue cuando alcé mi mirada y vi los ojos más encantadores que había visto jamás, y la sonrisa más sincera y agradable que me habían dirigido en mi vida sin contar las de mis padres. Esa fue la primera vez que mi corazón latió tan rápido que parecía que se me iba a salir del pecho. Rápidamente otro par de manos idénticas se apresuraron a agarrar mis apuntes, de la misma manera. Una vez que terminaron y los tres nos levantamos, el primer chico habló:

Perdona al idiota, nuestra madre se encargará de darle una lección, porque se lo vamos a decir. Soy Fred, por cierto, y éste es George.

George también me saludó amable, antes de darle una colleja en la nuca a Ron, diciéndole que la próxima vez que le vieran molestándome a mí o a alguna otra persona se iban a encargar personalmente de que su experiencia en el instituto fuera de pesadilla.

Observé que claramente ellos dos eran los hermanos mayores de Ron, y que probablemente tenían alrededor de 13 o 14 años.

—¿Estás bien, Herms?

En ese momento salí de mi ensoñación.

—Eh, sí, lo siento.

—Entonces cuando terminemos de comer nos dirigimos a tu casa, ¿vale?

—Perfecto. —dije sonriendo como una adolescente llena de hormonas.

La comida pasó sin ningún hecho remarcable y antes de saberlo ya habíamos terminado de comer y la gente estaba comenzando a marcharse. Fred y yo nos miramos y acordamos silenciosamente levantarnos para despedirnos e irnos. Nadie se pareció extrañar de que nos fuéramos juntos una vez que le explicamos lo del examen, pero George nos dirigió una mirada pícara antes de irnos, que atribuí a su típico humor.

El camino hacia mi piso fue un poco más silencioso de lo normal, pero ninguno de los dos se atrevió a comentar el por qué. Al llegar saqué todo lo necesario y le empecé a preguntar todas mis dudas.

Cuando una hora había pasado, decidimos hacer un descanso y fui a la cocina para traerle algo de comida y un café. Cuando volví, noté que su silla estaba más cerca de la mía que antes de irme. Sonreí un poco intentando que no lo viera y fingí no haberlo notado. Ahora Fred se estaba inclinando más hacia mí al explicarme cada cosa, y yo también me acercaba disimuladamente a él, ninguno de los dos con el valor suficiente de hacer algún otro movimiento. Cuando ya me había explicado todo y tenía los conceptos claros, una sensación agridulce me invadió, contenta por una parte de entender el temario, pero algo triste porque sabía que eso significaba que Fred se iba a ir en breves minutos. Pero ninguno de los dos se levantó, es más, no nos alejamos ni un milímetro, ambos mirándonos a los ojos. En mi mente simplemente podía pensar en lo mucho que me gustaban sus ojos azules.

Y qué mejor momento que ese para que alguien llamara a Fred por teléfono, interrumpiendo el momento por completo. Ahí me di cuenta de que Fred había tenido una leve sonrisa en los labios todo ese tiempo, que se esfumó tan pronto escuchó el sonido de su móvil. Atendió la llamada y al colgar se levantó.

—Me tengo que ir, Hermione. Lo siento.

—¿Por qué lo sientes? Me lo has explicado todo. Muchas gracias, profesor.

—Sigue llamándome "profesor" y te voy a tener que castigar, señorita.

—¿Me vas a poner mirando a la pared?

—Te voy a poner mirando a mi almohada.

Me puse roja como un tomate antes de que Fred se empezase a reír. Era otra de sus estúpidas bromas que no sabría decir si amaba u odiaba.

Le acompañé hacia la puerta y nos dimos un abrazo corto antes de que se fuera, dejándome con unos pensamientos muy parecidos a los de la noche anterior.

When I kissed the teacher (FREMIONE AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora