CAPÍTULO 4

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Como siempre decía mi profesor de Matemáticas de la secundaria: alea iacta est. La suerte está echada. Con esa frase en mente le entregué mi examen a Fred, quien me miraba expectante, esperando que con una mirada le resumiera cómo me había salido. Me había salido genial, pero por el simple placer de molestarle hice una mueca que daba a entender que no había sido mi mejor examen, a lo que él respondió haciendo otra mueca parecida, susurrándome que hablaríamos después. Salí fuera del aula donde ya estaban algunas de mis amigas, y seguimos esperando en silencio a que salieran las que quedaban. Mis amigas y yo teníamos la costumbre de no comentar los exámenes, porque nos ponía aún más nerviosas.

Justo cuando salió la última de mis amigas (y la última de la sala) salió Fred. íbamos a ir a tomar algo a la cafetería cuando Fred me llamó. Quería hacerme la interesante y decirle que hablaríamos luego, pero a quién iba a engañar: me moría de ganas de pasar aunque fueran unos minutos a solas con él. Le dije a Lavender que estuviera pendiente de su teléfono y la llamaría luego. Se fueron y Fred y yo nos dirigimos silenciosamente hacia el patio de la facultad, donde nos sentamos en un banco apartado.

—¿Y bien, enana? ¿Qué significaba esa cara?

—No sé... Cuando corrijas mi examen lo sabrás... —dije aparentando algo de tristeza.

—Después de estar toda una tarde ayudándote, ¿cómo me puedes decir eso? —parecía ligeramente decepcionado. Me daba pena pero al mismo tiempo me estaba divirtiendo.

—No hagas que me sienta mal. Deberías estar dándome ánimos.

—Oh, tienes razón. ¿Pero qué clase de profesor/amigo soy? Vamos, te invito a comer y me cuentas qué te ha costado más.

Ahora sí que me sentía mal, iba a hacer que el pobre me invitase a comer cuando en realidad el examen estaba de 10.

—No hace falta, Fred, de verdad. Mejor hacer eso cuando me salga bien.

—No seas tonta, Granger. Te habría invitado de cualquier manera, ¿no ves que solo quiero una excusa para invitarte a comer?

Me sonrojé y aparté la mirada. No sabía cómo podía ser tan adorable.

—Está bien. ¿Dónde me vas a llevar?

—A mi restaurante favorito, Chez Fred.

—Vamos, a tu casa. —dije riéndome. —¿Entonces va a estar George?

—Pues no, está comiendo con Angelina.

—¿Vuestra antigua compañera de clase?

—La misma.

—¿Están juntos?

—Dales unas semanas y lo estarán. Se reencontraron hace unos días en el centro de Londres y llevan desde entonces "poniéndose al día".

—Qué romántico... Siempre supe que terminarían juntos.

—¿Ah, sí?

—Sí, estaban enamorados el uno del otro, y todo el mundo menos ellos dos se daban cuenta.

—Pues ya son tres los que no se daban cuenta. —dijo en voz baja, pero por suerte lo escuché.

—¿Cómo?

¿A qué se refería con eso?

—Nada, enana. Solo estaba pensando en voz alta. Vamos, si tardamos mucho más nos quitarán la mesa buena.

Me reí de nuevo mientras nos levantábamos y salíamos de la facultad.

Al llegar a su casa me dijo que me pusiera cómoda, pero le hice caso omiso y empecé a sacar cubiertos, vasos, etc.

—Eh, eh, eh. Eres mi invitada. Siéntate.

—Pero...

—A callar. Soy yo el que corrige tu examen, no te conviene rechistarme.

—¡Oye! Eso es chantaje. —dije juguetonamente. —Te podría denunciar.

—¿Y quedarte sin el profesor más guapo que has tenido en tu vida? No veo por qué querrías hacer eso.

—¿Cómo sabes que eres el profesor más guapo que he tenido?

Me miró como si la respuesta fuera obvia (que lo era) y nos empezamos a reír juntos. Me encantaba estar así con Fred, pasándolo bien juntos (y a solas). A veces me costaba creer que después de años y años, no me hubiera dejado de gustar, a pesar de haberlo intentado durante mucho tiempo. Supuse que Fred siempre sería mi debilidad, pasasen los años que pasasen, lo cual me asustaba en cierta medida, porque sabía que me iba a doler el día que conociese a una chica.

—¿Todo bien, Herms? — Me preguntó de repente. Probablemente había puesto una mueca al pensar en aquello.

—Sí, sí. —Mentí.

—Estabas pensando en el examen, ¿cierto? Seguro que no te ha salido tan mal, solo eres demasiado autoexigente. —Menos mal que el propio Fred me había dado una excusa.

—Ya lo veremos, ahora mismo no quiero pensar más en el examen.

—Por supuesto, lo siento. ¿Qué te parece si buscas algo que quieras ver en Netflix?

—Vale, ahora vuelvo.

Fui al salón y mientras buscaba algo que ver seguía pensando en lo de antes. Realmente nunca me había parado a pensar en qué pasaría cuando Fred se echara una novia. Desde luego había estado con chicas, pero nunca había tenido nada formal, que durase más de un mes aproximadamente, pues nunca le había gustado el compromiso, pero tarde o temprano tendría que pasar. Yo solo esperaba no sufrir mucho cuando aquello pasara.

En ese momento Fred se abalanzó sobre mí, asustándome y tirándome sobre el sofá, él encima de mí. Me empezó a hacer cosquillas mientras decía:

—¿Qué hemos hablado sobre estar tristes y pensar en exámenes?

Yo apenas le podía decir que parase, sin poder dejar de reírme como una loca. Al cabo de unos minutos Fred paró, pero no se quitó ni se levantó. Nos miramos durante unos segundos, nuestras sonrisas desvaneciéndose poco a poco, pero no en el mal sentido. Justo cuando noté que su cabeza empezaba a acercarse hacia la mía, el horno sonó, haciéndonos romper el contacto visual para mirar en dirección a la cocina.

—Tengo que ir a sacar la comida del horno. —dijo tímidamente mientras se levantaba, con cuidado para no hacerme daño.

¿¡Cuántas veces nos iban a interrumpir!?

When I kissed the teacher (FREMIONE AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora