CAPÍTULO 8

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Al parecer, Fred encontraba toda esta situación hilarante. Él sabía perfectamente que yo era demasiado tímida como para dar el primer paso, lo cual él aprovechaba para ponerme casi al límite. Cuando estábamos a solas me trataba completamente normal, como si fuéramos simplemente amigos, pero cuando estábamos en público, el chico sacaba su lado más perverso: rozando mi mano en la mesa cuando iba a coger la sal, acariciándome disimuladamente la pierna por debajo del mantel, etc. Lo hacía así porque sabía que en privado me sería mucho más fácil poder besarle, y en público me resultaba imposible.

Toda esta situación me estaba volviendo paranoica. Tenía que admitir, sin embargo, que lo que al principio encontraba terriblemente frustrante se acabó convirtiendo en un pequeño juego que me encantaba jugar. Decidida a ganarle en su propio terreno, empecé a responder a sus actos. Ahora yo también rozaba su mano disimuladamente, me sentaba en el mismo sofá que él, más cerca de lo necesario pero sin que se viera cantoso... Al principio Fred parecía muy sorprendido, pero pronto se recuperó y empezó nuestra pequeña y silenciosa guerra.

Un día me encontraba lavando los platos de la Madriguera, junto con Molly, cuando llegó Fred, con la "intención de coger una taza para servirse un té". Molly limpiaba la mesa con un trapo, ajena a todo, mientras Fred se acercaba peligrosamente a mí. La alacena en la que se encontraban las tazas se encontraba justo encima del fregadero, y en vez de pedirme que me apartase un poco, Fred decidió ponerse justo detrás de mí, muy pegado a mi cuerpo, mientras elevaba su brazo por encima de mí y abría el armarito. Pude notar claramente todas las partes de su musculosa anatomía, resultado de años jugando al fútbol, entre otros deportes. Se quedó en esta posición unos segundos más de los necesarios, supuestamente buscando una taza en concreto, y antes de separarse escuché su voz susurrando en mi oído: tik tak, enana. Yo no sabía cómo reaccionar, con Molly a apenas un metro de distancia, sin siquiera llegarse a imaginar lo que estaba pasando a sus espaldas. Cuando por fin se alejó, me di cuenta de que no había estado respirando, e intenté calmarme lo más rápido posible. ¿Cómo se atrevía a hacerme eso delante de su propia madre? Se iba a enterar.

Durante días estuve pensando en qué podía hacer para que Fred pasara el peor rato posible. Después de mucho rato, se me ocurrió el plan que pondría en marcha el fin de semana siguiente. Cuando el día de la comida semanal con los Weasley llegó, yo sabía cómo se iba a presentar el día: antes de comer los chicos jugarían al fútbol, luego comeríamos y luego pasaríamos la tarde en la sala de estar hablando sobre nuestra semana mientras tomábamos té. Lo curioso es que Fred tenía un hábito que yo había descubierto recientemente: cuando jugaban al fútbol y Fred marcaba gol, siempre dirigía durante unos segundos su mirada hacia mí, como para asegurarse de que me hubiera dado cuenta. Nadie más percibía esto, ya que todos se concentraban muchísimo en el partido. Y Fred normalmente marcaba bastantes goles, igual que su gemelo George, por lo que siempre estaban en equipos diferentes.

Cuando el día llegó, hacía una temperatura perfecta: era uno de esos pocos días de abril en los que no llovía y el sol brillaba radiante, haciendo que todo el mundo optara por una manga corta o una blusa de tirantes, que fue precisamente lo que yo escogí. Tenía una blusa preciosa que apenas me ponía porque el tirante siempre se me bajaba sin darme cuenta, y como no era ajustada, algunas veces hacía que se me viera la parte superior del pecho, aunque normalmente siempre que la llevaba alguna de mis amigas se daba cuenta al instante. Pero aquel día mis amigas no iban a estar allí.

Me puse una chaqueta y me dirigí a la Madriguera con Harry, y ahí empezó la rutina. En cuanto todos los chicos llegaron, se dirigieron al jardín trasero y Ginny, que hacía las veces de árbitra fue al cobertizo a por la vieja y desgastada pelota, mientras yo me sentaba en el césped, un poco alejada de ellos, para verlos jugar pero sin sufrir riesgos de llevarme un balonazo.

Cuando Fred marcó el primer gol, distraídamente me quité la chaqueta revelando la sugerente y escotada blusa. Vi como Fred abría ligeramente la boca mientras me miraba fijamente. Mientras marcaba el segundo gol, mi tirante cayó "accidentalmente", dejando ver aún más de lo que la blusa ya mostraba de por sí. Las orejas de Fred se tornaron rojas mientras me dirigía una mirada desafiante, siendo ya consciente de lo que estaba haciendo. El resto de partido Fred estaba algo más distraído, pero no lo suficiente como para dejarse vencer por sus hermanos. Marcó un tercer gol y por primera vez lo miré fijamente a los ojos, mi tirante aún caído. Le miré y me mordí el labio inferior, en un intento de parecer sexy que al parecer funcionó, porque Fred emitió un gran suspiro mientras miraba mi cuerpo de arriba abajo. Eso fue lo único que hizo falta para que el pobre perdiera la poca concentración que le quedaba, lo que hizo que se llevara un golpe bastante fuerte en la cabeza con el balón, por culpa de Harry. Durante un momento me preocupé mucho al ver a Fred tambaleándose, diciendo que se iba a tomar dos minutos de descanso mientras se acercaba a mí. Pero en cuanto los demás siguieron con el partido y su cara dejó de estar a la vista de todo el mundo menos de mí, dejó de tambalear y se dirigió hacia mí con el gesto ligeramente fruncido. Me puse más nerviosa de lo que debería cuando se sentó a mi lado y me dijo en voz baja:

—¿A qué juegas, Granger?

—A tu propio juego, Weasley —respondí tratando de sonar inocente.

—Já, hasta ahora no he estado jugando. ¿Quieres que las cosas se pongan serias de verdad? Vamos a hacerlo, vamos a ver quién es el que consigue que el otro pierda los estribos.

—Tú ya los has pedido por mí, Freddie.

—Razón no te falta, enana, pero no sabría decirte cuál de los dos lo ha hecho más. En fin, aquí y ahora empieza la verdadera guerra, y cuando te rindas, ya sabes lo que tienes que hacer.

—¿El qué? —dije confundida.

—Besarme. Ahí sabré que por fin has sucumbido. Tú lo has querido, enana. —me guiñó un ojo y se levantó rápidamente, corriendo de nuevo al improvisado campo de fútbol. 


Perdón por el capítulo tan corto. El siguiente sea seguramente el capítulo final y me había planteado unirlo a este, pero quiero hacerlo aparte y que sea especial. Tenía planeado hacer alguna secuela pero la novela no está teniendo demasiada aceptación por lo que no estoy segura. Ya veré. Mi próximo proyecto será traducir un fic Romione que está en inglés y me encanta, así que si os gusta esa pareja os estaré esperando. ¡Un saludo!

When I kissed the teacher (FREMIONE AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora