CAPÍTULO 9

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Y aquí nos encontrábamos. En el último día de clase del curso, y para mí, de mi etapa universitaria. Casi no me lo podía creer: recordaba como si hubiera sido ayer el primer día de universidad. Todo era tan grande, tan serio, y yo no conocía a nadie. Y ahora, ahora estaba en mi última clase. En apenas unos minutos, saldría por la puerta de la facultad y probablemente nunca volvería a entrar. Tantos buenos recuerdos (especialmente de este último año, gracias a cierto profesor)...

—Granger.

Salí del trance. Fred me miraba expectante, y toda la clase dirigió su mirada hacia mí. Sentí mis mejillas arder. ¿Me había preguntado algo?

—¿Si? —dije tímidamente.

—Solo porque las notas ya estén puestas, no significa que no me pueda llevar una mala impresión de usted. No querrá arruinar el último día de clase la buena reputación que se ha ganado durante el curso.

Hablaba serio, pero yo, que le conocía perfectamente, sabía que su mirada revelaba que se lo estaba pasando en grande, humillándome delante de mis compañeros.

—Lo siento, profesor.

Empezó a acercarse a mí. Oh, oh.

—Le voy a dar una rápida oportunidad de enmendar su error y hacer que me vaya a mi casa manteniendo un buen recuerdo de usted.

Pero será imbécil, si me voy a ir con él a la Madriguera en su coche.

—¿Podría explicarme la primera ley de la Geometría? Usted es de las mejores estudiantes de la clase, estoy seguro de que una pregunta así es pan comido para usted.

La primera ley de la Geometría... Ah, era la ley del vacío. Recuerdo que esa fue una de las cosas que me había explicado el día que vino a mi apartamento para ayudarme a estudiar. Me resultaba muy complicada de entender. Y había sido hace muchos meses, ¿cómo quería que me acordase? Y más cuando me estaba mirando fijamente, con una sonrisa traviesa en sus labios, aquellos preciosos labios que llevaba meses anhelando besar. Ni aunque hubiera querido, las palabras habrían salido de mi boca. Fred se acercaba a mí cada vez más, hasta que apoyó las manos en mi mesa y se inclinó hacia mí, a la vez que empezaba a hablar.

—La primera ley de la Geometría, conocida como "Ley del vacío" o "Ley de vacuidad" parte del hecho de que...

Seguía hablando, pero no le escuchaba. Me había perdido en su mirada. Estaba tan cerca de mí que podría tocarle sin tener que estirar apenas el brazo. Sin darme cuenta empecé a recordar todos los momentos que habíamos vivido desde que le conocí, hacía años: cuando me defendió de Ron y me ayudó a recoger mis libros, la primera vez que me dedicó uno de sus goles; cuando me apoyó cuando Ron y yo lo dejamos; cuando me desperté en el hospital, después de mi accidente, y fue la primera persona a la que vi; todas y cada una de las veces que casi nos besamos, la "guerra" que llevábamos desde hace unos meses... La guerra... No podía seguir así. Al final, me había ganado. No sé qué se me pasó por la mente. Probablemente ni siquiera estaba pensando. Simplemente actué.

Todos gritaron

Cuando besé al profesor.

Debieron pensar que estaban soñando

Cuando besé al profesor.

Ninguno de mis amigos de clase

Había visto jamás al profesor sonrojarse.

Puso cara de tonto,

Casi petrificado porque le había pillado por sorpresa.

Cuando besé al profesor

Sus ojos no creían lo que veían

Cuando besé al profesor.

Toda mi clase enloqueció.

Contuve el aliento, el mundo se paró

Pero entonces, él sonrió...

Estaba en el séptimo cielo cuando besé al profesor

Estaba en trance

Cuando besé al profesor

De repente me arriesgué

Cuando besé al profesor

Inclinándose hacia mí,

Estaba intentando explicarme las leyes de la Geometría

Y no puede evitarlo

Tenía que besar al profesor

Menudo día

Cuando besé al profesor

Mi juicio se evaporó

Cuando besé al profesor

Toda mi clase enloqueció.

Contuve el aliento, el mundo se paró

Pero entonces, él sonrió...

Estaba en el séptimo cielo cuando besé al profesor.

Volví en mí cuando oí a toda la clase gritar, y fui consciente de lo que había hecho: había besado a Fred (¡a mi profesor!) en mitad de clase, con casi cien personas delante. Sin duda no era así como me imaginaba mi primer beso con él, pero no había podido evitarlo.

Fred parecía igual o incluso más impactado que yo. Su sonrisa burlesca había desaparecido por completo, sus ojos estaban como platos, su boca ligeramente abierta y sus orejas estaban tan rojas que parecía que iba a salir humo de ellas, aunque yo no debía lucir mucho mejor. No sé cuánto tiempo estuvimos mirándonos, pero ambos nos sobresaltamos cuando escuchamos el timbre que indicaba que la jornada había terminado. Noté los ojos de todos mis compañeros y compañeras sobre mí, mientras salían del aula. Fred se alejó muy despacio hacia su mesa para recoger sus cosas. Mis amigas también se fueron, sabiendo que me iba a ir a comer con él y su familia, aunque probablemente estaban tan sorprendidas que ni siquiera encontraron las palabras para despedirse de mí (de todos modos, aquella noche habíamos quedado para cenar, así que ya tendrían todo el tiempo del mundo para interrogarme).

La clase se quedó sola a excepción de Fred y yo, y me dirigí a su mesa, donde estaba terminando de guardar todo en su maletín. Nos miramos de nuevo a los ojos y abrió la boca como queriendo hablar, pero nada salió de su boca. Dejó el maletín otra vez en la mesa y rápidamente me abrazó con una mano mientras que con la otra agarraba suavemente mi cara y me besaba. El beso anterior había sido un simple choque de labios, pero este dejó de serlo rápidamente, cuando los dos abrimos nuestras bocas y nuestras lenguas se encontraban, ansiosas, después de meses anhelando que llegase este momento, en una angustiosa espera. Mis brazos rodearon su cuello y me acerqué aún más a él si eso era posible, hasta que el aire no podía pasar entre nuestros cuerpos.

Pero como ya era costumbre, algo nos interrumpió. Un compañero tosió ruidosamente mientras entraba al aula, evitando mirarnos, e iba a su asiento a coger algo que se le había olvidado. Fred y yo nos separamos apresuradamente. Por primera vez, agradecí la interrupción, y agradecí que hubiera sido un compañero y un alguien más importante como un profesor. Cuando el chico salió de clase, Fred y yo empezamos a reírnos a la vez, aliviando momentáneamente la tensión. Cogió su maletín con una mano y me tendió la otra para que la tomase, y me preguntó con una sonrisa:

—¿Vamos, enana?

—Vamos.


Bueno, pues hemos llegado al final. En unos días subiré un epílogo. Espero de corazón que os haya gustado leer este fic tanto como a mí escribirlo. Si seguís con ganas de Fremione, pasaos por mi perfil y encontraréis otro fic llamado "El verano que lo cambió todo".

¡Besos!

When I kissed the teacher (FREMIONE AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora