CAPITULO II

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No logré calmarme hasta que estuve en mi habitación, y aun así, podía sentir el torbellino de rabia y humillación. ¿Cuál era su problema? Tampoco es que me sorprendiera, la gente de alta clase siempre se comportaban como los mismísimos discípulos de satanás.

Me acomodé en la cama, las sabanas suaves y recién lavadas me reconfortaban. Me puse de costado y cogí el celular de la mesita de luz, 3:30 am. Suspiré, mañana tendría que ver los papeleos para confirmar el contrato. ¿Desde cuándo se tenía que viajar al otro extremo del mundo para firmar un papel? ¿Y cómo le iba a decir a mis padres que tenía que salir de Inglaterra? Podía ya ver a mi madre haciendo un escándalo y a mi padre con los ojos abiertos como platos.

Refunfuñé.

Maldita sea, necesitaba ese contrato. Fantaseaba con la idea de estudiar en Nueva York, tener mi propio apartamento e independizarme, me gustaba estar con mis padres, no me faltaba nada y podía hacer prácticamente lo que quisiera pero añoraba estudiar lo que quería, valerme por mi misma no por las riquezas de ellos.

Respiré hondo y cerré los ojos. Quería pensar en cualquier cosa, menos en la aventura que me esperaba. No me dormí hasta pasado un rato, a pesar de que no quería tener nada en mente soñé con un chico de increíbles ojos marrones y con un vestido que se aflojaba todo el rato.

Cuando los primeros rayos de sol se colaron a través de la ventana, me volví para ponerme de lado. Todavía estaba medio dormida.

Bostecé.

Hoy me tocaba quedar con mi padre para desayunar. De la mesilla de noche, saqué la última novela sobre la que iba escribir en mi blog. Mundukhair, era mi secreto preciado,  si no podía redactar algo, prácticamente era como si me faltara una pierna o un brazo, podía hacer críticas literarias de mis libros favoritos y tenía bastantes amigos virtuales, con los cuales hablábamos por horas sobre algún autor. Y así me pasé toda la mañana holgazaneando en la cama y leyendo.

Cuando el sol estaba ya en su punto más alto, dejé el libro, aparte las sabanas y me metí a la ducha.

Unos minutos más tarde, estaba envuelta en una toalla, frente del gran armario que mi padre me había comprado tiempo atrás en Irlanda (todos los muebles de la casa eran exportados de Dublín). Me encogí de hombros, hoy no tenía que hacer nada importante y me la pasaría en la casa ganduleando. Cogí unas calzas cortas y una ramera ancha y me las puse. Busqué mis zapatillas de andar en casa, salí de la habitación y bajé las escaleras.

El pasillo era largo y decorado por cuadros costosos. Todo lo que había en la casa (mueble y decorativa) había sido exportado por distintos mercados de los cuales mi padre era socio. La gran mansión donde vivía era una réplica de la antigua casa Road House Ravenscourt, una casa de estilo victoriano pero que ha sufrido remodelaciones con el paso del tiempo. Se encuentra en el oeste de Londres  y durante su lavado de cara, se intentó que no perdiera su majestuosidad y para ello se mantuvo intacta la fachada principal, mientras que en su parte trasera y dentro, se trabajó para dar un toque más contemporáneo.

Todo en el interior era blanco, con decoraciones victorianas.

Mi padre estaba en la cocina, haciendo tiempo, con una taza de café en mano y en la otra leía el periódico.

-Sí que te levantaste tarde. ¿Has dormido bien?-me preguntó expectante.

A veces me preguntaba si mi padre era brujo. Me encogí de hombros, pasé por su lado y cogí un vaso de zumo de naranja. Me afané demasiado preparando la tostada mientras notaba que seguía mirándome.

-He estado leyendo.

-Khair...-me dijo tras un silencio que me pareció una eternidad.

-¿Sí?-La mano me tembló un poco mientras le ponía mantequilla a la tostada.

ABEL.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora