Prólogo

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Toronto, Canadá.

12:30 pm.

ABEL

Miré el cielo, las nubes grises se arremolinaban y las gotas de lluvia caían suavemente. Respire hondo, el olor a lluvia y tierra mojada era tranquilizador, me gustaba estar en mi tierra natal, ver a todos los autos de allá para acá, la gente hablando sin parar, los quehaceres. Cada vez que viajaba una parte de mi echaba de menos el bullicio y el clima frio de Toronto. Los negocios no podía hacerlos esperar, <<Uno siempre vuelve a su hogar>> Las palabras de Chris rebotaron en mi mente, sé que Toronto es mi hogar, donde nací pero aun así no lo sentía "acogedor", sentía que faltaba algo, siempre me ha faltado algo. Que lamentable.

-¿Te gustaría comer pasta o comida china?-Preguntó la rubia que tenía al lado sacándome de mis pensamientos.

La miré detenidamente, Carla Wills. Me observaba con una expresión de enfado, siempre ha tenido esa expresión cuando estamos juntos, menos en el sexo, lo cual me hacía poner los ojos en blanco. No sé qué hacíamos juntos aún. Nos llevábamos fatal, siempre peleando o acostándonos en cualquier lugar.

-Me da igual, lo que tú quieras comer-Debí de haber sonado aburrido porque frunció más el ceño. Había que darle crédito, la rubia era hermosa y despampanante hasta cuando se enojaba.

-Bueno, vamos por pasta entonces-Enderezándose, y acomodándose el abrigo beige que le resaltaba su figura esbelta. La miré fijamente.

Pequeños fragmentos de la noche anterior vinieron a mi mente, sus piernas alrededor de mí, su respiración cada vez más fuerte, sus ojos verdes desorbitados, los gemidos que cada vez eran más seguidos. Me estremecí, el sexo era lo mejor que teníamos en lo que se podría llamar "relación", Carla se esmeraba en complacerme pero aun así sentía un vacío, un vacío que tenía desde hace un tiempo, quizás desde siempre. Solo que ahora era más profundo y no podía llenarlo con nada, ni siquiera con la rubia de 1.70 que estaba conmigo.

La mire, era hermosa con una personalidad insufrible, aun así la añoraba cuando viajaba o hacía negocios, la quería pero no me satisfacía y no lo haría aunque se esfuerce y se esmere.

-Podríamos ir a ver una película, ya mañana tengo que ir a Malibu-Me miró con tristeza y quizás algo de enojo.

-No deberías viajar tan seguido, te echo de menos-Murmuró acercándose y posando sus manos en mi mejilla, me estremecí, estaban frías.

Agradecía que no me preguntará que tipo de negocios hacía, simplemente se conformaba que le diera dinero y sexo cuando llegaba de cada viaje.

-Yo igual, no será por mucho. Unas semanas-Acercándola a mí, sentí su calor. Lo decía medio en serio, cuando no estábamos juntos extrañaba el sexo, peleábamos demasiado, cada discusión me agotaba. Así que cuando no la tenía cerca la paz me invadía.

-Te amo-Dijo, mirándome fijamente a los ojos, esperando encontrar el mismo sentimiento.

Sonreí.

Solo sonreía cuando ella me decía que me amaba, no podía corresponderle. Ni siquiera sabía si es que sentía amor, nunca lo había experimentado con ninguna chica con la que había estado. Carla no era la excepción. Y dudaba que ella lo supiera, aunque era muy obvio de mi parte.

La tomé de la barbilla y la besé, un beso lento y corto.

-Ya vamos, me entró el hambre.

Asintió mientras se separaba de mí y me cogió de la mano, caminamos por la avenida llena de tiendas. Pasamos por una joyería, el sol deslumbraba los pequeños diamantes que estaban detrás del ventanal, a Carla se le iluminó el rostro cuando miró un anillo plateado con una esmeralda en el centro, varias horquillas lo adornaban alrededor, me apretó la mano y la incomodidad me llegó de golpe, <<No creo que esté pensando...>>

ABEL.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora