CAPÍTULO DOS.

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CAPÍTULO DOS.

Laurentina.

Hace más de diez minutos que nos habíamos bajado del bus, Eline, aun muerta de la risa, no paraba de recordarme la tragedia que me sucedió al bajar.

-¡te vas a atragantar con tu saliva! Y no pensaré en ayudarte. –le dije con las mejillas rojas. Ella se limitó a encogerse de hombros y seguir riéndose.

Su moño alto que se había hecho, se balanceaba de un lado al otro al reírse, dando reflejos dorados ante su vestuario oscuro. Y, es que tenía mucha razón en reírse, yo lo hubiese hecho, pero, ¡si no hubiese sido yo la que pasó pena!

El bus había frenado de una manera brusca y sin avisos. Perdí el equilibrio, y en intentos tontos por detener mi caída, terminé halándole una coleta a una niña pequeña, y cayendo sobre alguien. No fue difícil adivinar ese “alguien”, porque su fragancia me llegó hasta el alma. Mi cuerpo se encontraba sobre mi amigo El oloroso, quien de un segundo a otro respondió de manera brusca.

-¡Salte de encima, Peste! –se quejó el chico tratando de sacarme de encima.

-¡Pero no puedo! –realmente se me hacía difícil salir de encima; las puertas se habían abierto y la gente no daba permiso, negándome mi escapatoria. No tuve tiempo de procesar su insulto, porque empezó a gritar.

 -¡Sal de encima! ¡apestas! –repetía cada segundo.

¿ME DECÍA QUE APESTABA? ¿ACASO NO TENÍA OLFATO?

-¡grosero! ¡basta! –levanté mis brazos en busca de ayuda. No sirvió de mucho, porque en ese mismo instante, él me tiró con fuerzas, haciendo que caiga  de rodillas.

-¡He perdido mis…! – él interrumpió su frase para gritar otra.- ¡No cierre las puertas señor, esta es mi bajada!

Aproveché que el conductor le hizo caso y gateando con mi bolso en brazos, logré salir del bus.

-¡Solo a ti te pasan estas cosas! –dijo entre risas mi compañera.- ¡debiste haber visto tu cara!

Ella imitó una mueca sorprendida y puso bizcos sus ojos marrón claro. En vez de responder a sus muecas, solo le saqué el dedo entre el índice y el anular.

Me golpeó suavemente con su puño en el hombro.

-Sabes que te quiero. –pasó un brazo por mi cintura y reposó su cabeza contra la mía. Me hubiese gustado verme más alta, pero, éramos del mismo tamaño.

-Deja ese amor para después, necesitamos encontrar tal tienda que me hablabas.

Asintió y se alejó de mí, dando grandes zancadas emocionadas entre personas que caminaban en la acera. Me alegraba poder acompañarla en su viaje de vacaciones para navidad; ¡íbamos a dejar el frío por unos rayos de sol!

La seguí tratando de ir a su paso, iba rápido. 

Amiga, ya es Otoño...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora