CAPÍTULO 14

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RECONSTRUIRSE.

Alaia.

Me encontraba cocinando alegremente cuando Sonia me llamó. Me contó muy por encima la situación y yo salí en ese instante al hospital.

En este momento, a unas pocas cuadras de llegar, me replanteo el por qué estoy acudiendo tan rápido a ésta situación. Sonia me informó, sólo eso. No estaba obligada a ir a verla, ella tiene a sus padres disponibles. No me necesita. Tampoco me merece.

Pero ahí estoy yo, entrando al hospital. Porque más allá de todo, Amira es importante para mí. ¡Es mi hermana, por Dios! Y aunque ya no posea derechos de que yo la llame de esa forma, muy en el fondo yo la sigo sintiendo como tal.

Entro en la habitación que Sonia me había indicado por llamada. Ella no está allí, pero Amira está en la tercera camilla con un cuello ortopédico y la cara llena de moretones. Parece estar dormida, así que sólo me acerco y me siento a su lado. Sus padres no están allí todavía, lo que me parece raro porque Sonia me había avisado hacia casi media hora y normalmente ellos reaccionan con rapidez cuando se trata de Amira.

Como si yo infectara la atmósfera y eso la molestara, mi hermana se despierta unos minutos después mientras yo desvarío. Me observa con una ceja elevada y resopla, lo que hace que su cuello le duela y termina en una mueca un tanto graciosa.

—¿Qué se supone que haces aquí?— pregunta, con un hilo de voz.

A pesar de que intenta molestarme, la noto cansada. Su cabello negro está desordenado y sucio, algo que ella jamás permitiría. No tiene maquillaje y obviamente va a gritar cuando vea que tiene una simple bata de hospital puesta. Y a pesar de haber sido víctima de un accidente, saca fuerzas de algún lugar remoto de su pequeño cuerpo para insultarme.

—No tendría que haber venido, lo sé. Pero aquí me tienes. Supongo que eso deja ver la diferencia entre tú y yo, ¿no?, porque mientras tú me animaste a matarme yo vengo a chequear que no te hayan matado.

Ella se queda en silencio. Nos mantenemos las miradas un largo rato, hasta que ella suspira y niega con la cabeza.

—¿Cómo supiste que estaba aquí?

—Tu doctora es mi compañera de piso, por decirlo de algún modo— le explico, ella se ríe.

—Ya, que es tu novia pero no me lo quieres decir.

Niego con la cabeza como única respuesta a su comentario, aunque mi corazón comienza a latir con rapidez. Sonia no es mi novia, ni está cerca de serlo, pero en tan poco tiempo compartimos tantas cosas, que se me hace increíble que haya alguien que se moleste en querer conocerme y aprender sobre mí tanto como ella. Y eso sin hablar de lo que pasó ayer por la noche.

—Estás roja como un tomate, qué vergüenza.

Bajo la cabeza instantáneamente. Al parecer, pensar en lo acontecido no era buena decisión teniendo en cuenta que todavía me parecía extraño que hubiera pasado. Y, a pesar de que le dije que no tendríamos que hablarlo, creo que Sonia y yo tenemos una conversación pendiente.

—Me quedaré hasta que vengan tus padres y me iré— indico.

—Son tus padres también— aclara y yo rio.

—Creo que estamos de acuerdo en que todos ustedes perdieron cualquier derecho a que yo los llame familia.

—¡Te hicimos un favor, Alaia!— chilla a pesar del dolor que le provoca.— ¡Tú no merecías cosas buenas! ¡Eres una enferma! Eres homosexual. ¿Qué te costaba no querer llamar la atención? ¿Qué te costaba no fingir que te gustan las mujeres?

Cuando Dos Chicas Se BesanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora