𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 1

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- ¡zanahoria! ¡satanás! ¡Mosquita muerta! ¡nadie te querrá jamás! – gritaban y gritaban - ¡soltadme por favor! - suplicaba echa un mar de lágrimas -¡niñas!- grito de repente la matrona – lo siento de veras, pero es que Anne volvía a molestarnos con sus historias, no paraba de hablar – contestó a la matrona con ojos de cordero degollado y luego me dirigió a mí una maliciosa mirada, la cual no necesitaba palabra alguna para comprender el significado de esta -¡Shirley! ¡Como te tengo que decir que no hables y que dejes de incordiar a tus compañeras!- me gritó, me agarro el brazo con tanta fuerza que se me comenzaba a dormir, no podía parar de llorar, el miedo y la impotencia de no poder hacer nada podían conmigo, no quería guardar silencio pero tampoco me atrevía a decir nada, era una situación de lo más horrible, la matrona iba gritando cosas sin sentido, yo no la escuchaba aunque fingiera lo contrario -te quedarás aquí toda la noche y como castigo sujetaras estos 10 libros entre tus brazos y rezarás para que no te otorgue un mayor sacrificio por tu falta de moralidad y respeto hacia mí y tus compañeras- después de ese discurso sin sentido me colocó los 10 libros en mis diminutos y delgados brazos, los conté, eran 10 ni uno más ni uno menos, acto seguido la matrona se marchó a sus aposentos dejándome a oscuras, con miedo y con la única compañía del silencio y la soledad. No tenía entusiasmo ninguno de cumplir el castigo impuesto por la matrona, observe que a mi lado había una vela, una pequeña luz en mi odiosa y horrible oscuridad, decidí encenderla y poner un poco de luz, baje la intensidad con la pequeña rueda que portaba el aparato y cogí el primer libro que había en la gran montaña de estos, Jane Eyre, comencé a leerlo.
Unas horas pasada la media noche, seguía leyendo, aún sujetaba los libros, temía que si volvía la matrona me viera disfrutando la triste y trágica historia de Jane Eyre y me quitase el libro y completara su tarea y me castigase de peor manera, comencé a escuchar ruidos al final de la escalera, cerré el libro y comencé a rezar el padre nuestro -padre nuestro, que estas en los cielos, santificado sea tu nombre...- mire hacía la puerta y vi como la matrona entraba, sople la vela y continué la oración -¡Shirley! Por increíble que parezca, te has comportado y hecho lo mandado, puedes volver con tus compañeras a tu dormitorio - ¿en serio? – no sabia si lo dije feliz o asustada, podría dormir y estar en una cama medianamente "cómoda" pero para ser sinceros nada en el estúpido orfanato de Nueva Escocia era cómodo, lo único que esperaba era que me adoptasen pronto o ya no tendría oportunidad alguna de irme de aquí.
A la mañana siguiente, me levanté en la cama, la matrona había comenzado a llamarnos a las 6 de la mañana, lo cual yo no soporte debido a las horas del feo castigo de anoche, pero tu salud no les importaba en absoluto -Cordelia, nada rima con tu nombre, pero no te avergüences...- cantaba mientras colocaba el pelo en mis dos habituales trenzas pelirrojas, mi pelo la cruz de mi existencia, ya bastantes penalidades sufría en este orfanato al que ni los preciosos pájaros se acercaban, también tenía que tener esté horrible y satánico color de cabello con las feas pecas que lo acompañan ¡no era justo! Todo lo malo me ocurría a mí, ni padres, ni familia, ni amigos, ni belleza, y para colmo tenía un único vestido SIN mangas abullonadas, sabía que una huerfanita de trece años lo último que debería preocuparme es la vestimenta y la hermosura que una tenía pero no podía evitarlo, incluso mis malignas compañeras de habitación contaban con una belleza con la cual yo no -vuelves a cantar y a perderte en tus pensamientos Cordelia- otra vez, pero ya no me sorprendía, todos los días era la misma rutina, pero al darme la vuelta observe que no era una, eran ocho, me sujetaron por las trenzas y la parte baja del vestido, me taparon la boca y me llevaron al escondite donde solía esconderme para escribir -Cordelia, hablas mucho, y eso nos molesta, este ratoncillo- agarró un pequeño ratón que estaba en el suelo -ha hecho mucho ruido y nos ha molestado cantidad tanto a nosotras como a la matrona, así que lo mejor que pudieron hacer fue traer un gato, ¿sabes que los gatos se comen a las ratas?- me miro con una cara que me asustaba mucho -¡contesta! ¿Cuándo debes hablar callas? -las lágrimas comenzaban a caer por mis mejillas como dos pequeñas cataratas -a mí no me ha molestado el ratoncillo- contesté recibiendo una bofetada de respuesta -esa no es la respuesta que quiero rata pelirroja- me agarro la cara y me puso a mi amigo el ratoncillo a unos centímetros de la cara -Sí, lo sabía- me soltó la cara con arrogancia -pues si no quieres que yo sea tu gata no me molestas rata- al instante de decir eso se largaron y me quede con el ratoncillo en brazos.

Anne with an E ~ De una pesadilla a un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora