𝟏𝟖.

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C A P Í T U L O   D I E C I O C H O:
Lockdown.
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—¿Dónde estabas? —preguntó Riccardo al ver entrar a Harper por la puerta— Iba a llamarte, han avisado de que viene una gran tormenta. Mañana se cancelan las clases y han recomendado que no salgamos de casa.

—He acompañado a un amigo a su casa, un favor. —se quitó la chaqueta y la colgó— Pues menos mal que he llegado ya, no me gustan las tormentas.

—¿Te asustan? —preguntó divertido el chico, cruzándose de brazos— La gran diosa teme a un poquito de agua.

—El agua es capaz de apagar incluso al fuego más intenso, querido Di Rigo. —dijo Harper haciendo una mueca.

—¿Has cenado ya? —Riccardo cambió de tema y la chica asintió— Perfecto, porque yo también. Tenía tanta hambre que no me he podido aguantar.

—Pues me voy a ir a descansar, que estoy muerta. Pero mañana podemos ver los partidos del Universal, así aunque no haya entrenamiento, buscamos formas de vencerles. —dijo Harper.

—Me parece una gran idea. Podemos diseñar tácticas. —Harper asintió— Bueno, pues hasta mañana.

Ambos se miraron sin saber como despedirse. ¿Un abrazo quizás?¿Un beso?

Harper fue la primera en acercarse y, al igual que el anterior día, le dio un beso en la mejilla. Sin embrago, Riccardo la agarró de la muñeca cuando se iba.

—A la mierda.

Aquellas palabras fueron las únicas que Riccardo pronunció antes de besarla. Harper pasó sus brazos por el cuello del chico, pasando su mano por el pelo del chico, mientras que Riccardo la agarró de la cintura.

Las manos de Riccardo se deslizaron por la cintura de Harper, con toda la delicadeza que caracteriza a un pianista. Por el contrario, Harper se limitó a despeinar su cabello.

Al separase, pegaron sus frentes y sus respiraciones entrecortadas se mezclaron. Que estaban agitados, pues sí. Que les había encantado, pues también.

Por las cabezas de ambos pasaban todos los pensamientos y sentimientos posibles, menos el arrepentimiento. Había sido un simple beso, ¿no? ¿Qué más daba?

—Yo... —murmuró Riccardo sin separarse de la chica— De verdad me gustas, Harper.

—Riccardo... a mi también me gustas, pero... ¿no crees que podría perjudicar al equipo?

—No veo razón alguna, la verdad. Si somos felices, que más dará.

—Ya pero... ¿y si lo hace?¿y si afecta al juego?

—Podemos ir despacio. —dijo Riccardo sonriendo de lado. El chico iba a proponer lo que fuese con tal de ser algo, no quería perderla, no quería que se fuera.

—Bueno... déjame pensármelo, ¿sí? —murmuró de nuevo la chica. Riccardo asintió y vio como Harper se alejaba en la dirección de su cuarto para irse a dormir.

[...]

La lluvia caía a raudales, hacia tiempo que no llovía así. La niña miraba a su madre conducir el coche a ciegas, con bastante cuidado para no chocarse.

—Mamá, tengo miedo...

—Llegaremos pronto a casa, cariño. El tío nos está esperando con una sorpresa. —tras oír aquello último, la niña saltó de felicidad en el coche mientras aplaudía.

Imperial (Inazuma Eleven Go - Riccardo Di Rigo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora