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Kaia estuvo muy ocupada durante su turno, cosa que agradecía, ya que logró mantener su mente enfocada en otra cosa por un buen rato. La muchacha movió su cabeza de un lado a otro intentando aliviar un poco el dolor que tenía en su cuello mientras caminaba hacia la cafetería del hospital, pudo visualizar a su amigas sentadas a lo lejos mientras charlaban y bebían café esperando que su hora de descanso acabara.
Ordenó un café el cual obtuvo a los pocos minutos, la muchacha agradeció y caminó hacia la mesa donde se encontraban sus amigas tomando asiento al lado de Alicie.
- ¿Qué tal estás? - preguntó Lucy observándola.
- ¿Cómo estás manejando esto de ser famosa? - esta vez habló Kylie, la pelinegra rodó los ojos para luego darle un gran sorbo a su café el cual estaba algo tibio y dejarlo en la mesa recostándose en la silla.
- No me lo recuerden - acomodó un mechón de su cabello detrás de su oreja - Este chico, Luke, me escribió por Instagram disculpándose.
- Ow, que lindo - soltó Alicie con ternura, Kaia rodó los ojos por segunda vez.
- No es lindo, sus disculpas no van a arreglar toda esta locura que él pudo haber evitado si me hubiera dicho que estaba en una jodida banda que todo el mundo conocía. - habló con enojo y tomó de su café.
- No creo que sea agradable para él ir por todas partes diciendo, ''Hola soy Luke y estoy en una banda muy famosa'', eso es ridículo, Kai - dijo Kylie. - Imagínate que pensarían las personas, que es un presumido o que intenta conseguir chicas solo por ser famoso. Además, no creo que lo haya hecho con intención de afectarte. Se siente mal y se disculpó.
- Lo importante aquí es saber que le respondió Kaia - habló Lucy - ¿Qué le respondiste?
La pelinegra apretó sus labios.
- Kaia, ¿qué le dijiste al pobre chico?
- Tal vez que desapareciera de mi vida y que sus disculpas no arreglarían nada, cosa que es verdad.
- ¡No puedo creerlo! - exclamó Kylie elevando sus manos, Alicie soltó una risita.
- En mi defensa estaba enojada, aún lo estoy... ¡Además, todos hablan de mi como si fuera la bruja del cuento y él el pobre ángel que no rompe ni un plato, es injusto! - la pelinegra se cruzó de brazos y sus amigas negaron.
- Repito, el chico no tiene la culpa.
- Da igual - dijo encogiéndose de hombros, el teléfono de la muchacha comenzó a vibrar dentro de uno de los bolsillos de su bata blanca, al ver el nombre reflejado en la pantalla rodó los ojos. - Mi padre no deja de llamar. - murmuro mientras rechazaba la llamada y volvía a guardar el aparato en su bolsillo.
- ¿Y qué? ¿Vas a pasar toda tú vida rechazando las llamadas?
- Hablaré con él después, no es momento y mucho menos el lugar. - el aparato volvió a sonar pero esta vez indicándole que tenía un nuevo mensaje, la muchacha se levantó rápidamente al leerlo. - Debo volver al trabajo, adiós.
