Rito

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Jimin no entendía lo que estaba pasando. 
Si solo le había besado, entonces... ¿Por qué había muerto?.

Sin afligirse más del asunto corrió hasta el sótano del teatro en busca de algo que le ayudará. 
Apenas entró al gran lugar su piel se erizó al sentir el frío que ahí hacía por culpa de la humedad de las paredes viejas. 
El lugar estaba lleno de velas que se encargaban de iluminar la mayor parte del sótano. 
Al puro entrar se podían observar unas repisas llenas de libros grandes y viejos que abarcaban tres paredes del lugar, en medio del gran salón había una hermosa cama y en el fondo donde parecía más oscuro había un piano grande y lujoso, el cual no parecía haber sido usado; y a lado de este posaban dos cofres llenos de animales muertos. 

Jimin comenzó a buscar un libro en específico. Recordaba bien que su cuidador en una ocasión le había explicado que si algún día volvía a pasar algo como lo de aquella vez o algo igual de extraño entonces recurriera a ese libro. 

Después de una larga búsqueda, Jimin por fin visualizó aquel libro negro de pasta dura. Lo tomó y volvió adónde había dejado el cuerpo sin vida del joven. 

Se arrodilló a un lado de él y comenzó a buscar entre las páginas algo que le fuera útil, hasta que encontró una página manchada de sangre ya seca, entonces recordó aquel día.

Había sido 30 años atrás. 

Aunque su cuerpo no siempre aparentaba su edad, Jimin en ese entonces parecía un niño de aproximadamente unos 8 años. 
Ese día había sido la inauguración del teatro de su cuidador y mucha gente había asistido. Jimin no podía salir pero observaba un poco desde el camerino de su cuidador. Podía escuchar como la obra comenzaba haciendo que el canto de los actores, las risas y aplausos de la gente llenarán el lugar. A Jimin le encantaba escuchar aquello. Le hacía sentir acompañado.

De repente la puerta del despacho se abrió. Jimin creyó que era su cuidador, ya que nadie más entraba ahí sin el consentimiento del dueño. Se acercó a la puerta para recibirlo, pero su sorpresa fue otra al ver cómo una niña de unos doce años entraba por aquella puerta. Ambos se miraron. El rostro de la niña al principio fue de sorpresa para después tornarse por uno de asco. 

— ¿Quién eres? ¿Quién te ha dejado entrar? — preguntó el menor con duda mientras se sentaba en el suelo del camerino.

— Nadie me ha invitado a entrar. Yo entro a donde quiera cuando quiera — respondió la niña con arrogancia mientras caminaba hacia donde se encontraba el menor. 

— Eso es de mala educación — respondió Jimin. Su rostro mostraba algo de tristeza y enojo. 

La niña con furia tomó a Jimin por el cuello y lo levantó como si de una pluma se tratase. 

— ¡¿Quién te crees tú para decirme que está bien y que no?! — Gritó la niña sobre el rostro del menor.

El pequeño empuñó sus manos ante el coraje que le causaba aquel abuso. El aire le comenzaba a faltar por culpa del agarre en su cuello, pero la niña no se veía con intenciones de soltarle. 

— Eres muy bonito para ser un niño. — comentó con voz más calmada mientras analizaba al menor. — Eso es imposible. ¿Y esas alas? ¿Acaso son de verdad?. — preguntó con asombro. 
— Eres un asqueroso fenómeno — gritó la niña con ira y envidia. 

El pequeño Jimin abrió sus labios intentando inhalar un poco de aire. 
La niña mantenía su mirada fija en su presa hasta que en un movimiento totalmente inesperado para el menor, pego sus labios a los de Jimin sin soltar su agarre. 

Pero a los segundos de tocar los labios del ángel la niña comenzó a perder fuerzas, cayendo muerta.

El pequeño cuerpo de Jimin cayó sobre el suelo, sus manos fueron hasta su garganta mientras intentaba volver a regular su respiración. 

La gran funciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora