6.- Alma Libre

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Pienso.

Sí; yo pienso.

A veces pienso cuando a mi cabeza le da por intentar comprender el sentimiento natural, mis propios pensamientos, e incluso el funcionamiento de mi mismo.

No entender nada tampoco es algo que me quite el sueño, algo que me "preocupe". De hecho, me causa diversión.

Una sonrisa desconocida por el mundo se asoma tras la máscara que confunde al más novato. Eso es lo único sincero que se podrá apreciar de mi.

Porque claro, soy un pobre diablo. Un diablo con miles de cicatrices en sal que están por curar aún a día de hoy.

Era su favorito, el que más se asemejaba a ella y a su pasado. Yo era lo oscuro, el dolor, la ira, lo sensual y lo atrevido. Ella supo inculcarme sus ideas, me hizo ser el líder que ahora todos siguen. Siempre me decía que siguiese sus experiencias: Cumplir los deseos de una noche.

Una única vez.

Y yo caía. Caía en ella una y otra vez. No me importaba el dolor, o las heridas que en un futuro ella me dejaría. Solo la quería a ella. Quería amarla como el sol ama el cielo. Quería darle las estrellas a ella que era mi Luna.

Después, estaba su parte más lúcida. Me mantenía en el carril de la buena vida. Me golpeaba la nuca con su vara cada vez que mi enfado estallaba y quemaba todo a mi alrededor, y entonces, me tranquilizaba con su dulzura.

Ella era fuego cuando la noche caía y puro brillo cuando el amanecer se asomaba.

Y yo... Yo era el perfecto desastre de los mayores deseos de cualquiera. El temor, el dolor de una vida pasada. Pero aún había luz, o al menos, eso era lo que ella decía. Un buen sentimiento que aún vive en mi, ese pequeño rayo de inocencia que se muere en mi interior por su culpa.

"Eres perfecto." Me decía.

Era esa evolución que se queda prendido del alma, no de una sucia carcasa. Era esa persona que se encapricha por el interior, que se crucifica en su propia soledad y que arde en deseos en la curiosidad perfecta.

Y ahora solo soy vacío. No queda nada.

El amor era mi única opción y yo no volvería a caer en ese pozo oscuro.

Nunca iría nada más allá de la perfecta lujuria, nada más allá que el placer fugaz en una dimensión inexistente.

Nada más que me pudiera hacer débil, nunca más. Porque el amor es lo único que hace débil al humano.

¿Qué pasará el día que me encapriche de nuevo de /esa/ alma perdida? ¿Qué pasará cuando tenga la necesidad de que vuelva a acariciarme? De que me selle las heridas con sus besos y de que me proteja en sus falsas alas plumadas...

Ella era la única, y posiblemente, siempre será la única para mí.

Ese día estaré perdido, aunque tampoco soy alguien que tenga salvación. Tampoco la quiero.

Aprendí a ser ese pequeño agujero negro que abarca todo a su alrededor; ese deseo profundo que consigo que salga a flote en ella; esa brisa que logra que cierre los ojos y jadee.

Soy esa melodía que provoca que gima de placer, y quiera más, mucho más.

Soy una droga insana. Lo sé bien. Soy ese algo tóxico por el que siempre vendrá.

No lo hago a drede, no me gusta envenenar de lo imposible tal y como ella lo hizo. Simplemente a veces se me olvida lo que soy: un veneno lento, un cáncer que convive en su interior hasta que no quede nada.

¿Y ahora que soy para ella?

Soy lo oscuro de la luz que ella emanaba, soy el cuchillo que rozaba su piel delicada con cada puta mirada. Soy el látigo de la realidad que le golpeaba cada vez que hacía el amago de querer tocarme. Soy el fuego que quema sus alas y soy la miel caducada en sus labios. Soy lo que no pudo tener en su vida. Soy lo que contrarresta su orgullo y su fuerza destructible.

Soy su única salvación real, soy lo que ella fue algún día para mí.

Soy lo que jamás quiso encontrar: Su debilidad.

52 retos de Escritura // 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora