Capítulo 28: Nacimiento del Caos Serpenteante.

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Los ojos de la muerte se posaron en los ojos de Cross, aunque él no lo creía, ni lo imaginaba mucho menos que su vida se apagara incesantemente mientras cada suspiro que daba contaba sus latidos, y todo por ver los ojos de aquella verdad maldita...

Las manos tocaban nuevamente la corteza de aquel viejo y pútrido árbol, mientras con desgana volteaba la mirada hacia Cross, que en aquel momento se encontraba paralizado bajo el súbito y repentino hechizo de ilusiones contraído, que mantenía sus piernas sujetas y sin moverse mientras en lo más profundos lugares de su cerebro se mostraban toda clase de imágenes inquietantes y maquiavélicas del pasado, sobre todo, se oía el viejo sonido conocido de una manzana cayendo, aunque no se sabía de dónde provenía, ni porque se mostraba. Con sus colores y sus andanzas, todo se inundó.

Los ojos de la muerte lo observaron. Se podría imaginar cómo serían los ojos de aquella temible bestia nórdica. Se imaginan los ojos de la muerte de diversas formas, la primera, como orbes oscuros y penetrantes te encandilaban tus pecados y los juzgan de forma perversa e intrépida, sintiendo como todas sus fuerzas se iban como el dulce crepúsculo. La segunda como aros de fuego venidos del mismo infierno, que te quemaban las esperanzas, te comía el espíritu y la absorbía dejándola nada más en cenizas verdes y antiguas. Había otras maneras... Pero aquellos ojos eran únicos e indescriptibles. Ojos Amarillos profundos, con pequeños toques de verde, rojo y morado por el iris y cerca de la pupila, con una pupila negra, rasgada como la de un gato malévolo de las brujas.

Aquellos ojos una vez te veían... Te hundían. Su sola mirar te envolvía en la locura, que se sentía como miles de voces te engañaran y se entremezclaran, las sensaciones y los sentimientos se volvían un caos y nada podía controlarlos. Las pesadillas se mostraban y enseñaban las más terribles calamidades, langostas gigantes de piel sonrosada, tentáculos gigantes, con ojos rojos latentes y pelo albino. Demonios de caras anchas realistas que tenían piel roja y morada, cuencas vacías derramadas de sangre roja y maloliente, con un cráneo y rostro parecido al de una hormiga, poseedor de millones de dientes, los colmillos como un vampiro y los otros miles... Como las de un tiburón.

Estas pesadillas, sueños e ilusiones realistas atormentaban las almas que veían aquellos ojos. Los más desafortunados, tenían voces que les comandaban alguna orden, matar a alguien de la forma más cruel posible, obligarlo a comerse sus partes una por una, junto con sus órganos, y sus demás tejidos, luego, lamer los huesos con sangre hasta que quedaban los restos de estos y un esqueleto o polvo completo. Cuando no pasaba esto, el alma se suicidaba rompiéndose la cabeza con un golpe fuerte, se cortaba la yugular, o con un cuchillo se acuchillaba el estomago continuamente, una y otra vez hasta que sus tripas salían.

Los ojos miraron de forma maligna a Cross mientras el sufría alucinaciones vividas de su pasado, de forma inquietante unas sombras lo rodearon poco a poco mientras lo hundían, su mirada pasajera se inquieto mientras trataba de no ser comido, pero era imposible, ya estaba muerto.

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