Capítulo 31: Forma Maligna del Alma.

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-¿Quién eres realmente?- Preguntó Nightmare con una mirada vacía.

¿Quieres saber realmente quién soy? Qué pregunta más estúpida Nightmare... ¿Acaso no estás satisfecho con saber quien soy ahora?

-Veras, no me interesa para nada saber tu historia. Digamos que quiero saber realmente con quien estoy tratando... Para hacer mejores negocios y tener "confianza"-

¿Confianza? Creí que no la tenías en mi presencia... Eso me alegra un poco, pero no tengo intención de decirte quien soy, al menos no todavía, Nightmare. ¿O es que acaso temes a lo desconocido?

Crueles memorias del inconsciente se movían al compás de un soneto, haciendo alusión a la pérdida y sentimientos perdidos escarnecidos en el súbito dolor. Crueles gotas de lluvia acariciaban la memoria, como un disco rayado, este salía distorsionado. Palabras dolorosas y maquiavélicas hicieron su acto proporcionando gran dolor y sufrimiento, mientras los gritos y las risas sonoras aparecían. ¿De quién era el dueño de tales risas? ¿Por qué se regocijaba con tanto vasto martirio? ¿Es que acaso le encantaba destruir Efigies? No se sabría con tanta distorsión que solo dejaba mostrar en su sombra verdadera una figura resplandeciente y angelical, producto de tantas catástrofes. Una figura... Con una hermosa corona y capa amarilla.

Nightmare entrecerró su ojo por tantas visiones que atormentaban su cabeza, seguro eran pesadillas o alguien sufriendo, pensaba. Pero por alguna extraña razón, aquellas visiones le parecían extrañamente familiar y sumamente dolorosos.

-¿Yo? ¿Temerte? Solo los débiles temen a lo desconocido... Por lo tanto tal ofensa no me corresponde- Respondió Nightmare con una sonrisa cerrando su ojo.

Interesante respuesta, Nightmare, ¿Estás seguro que solo los débiles le temen a lo desconocido? Por lo que yo he visto, al parecer hasta los fuertes le temen.

-Entonces no serían fuertes, aunque el miedo es algo de lo que yo gustosamente me enriquezco, por lo tanto, no veo por qué no utilizarlo de algún modo- Dijo mirando fijamente al ser de sombra.

Las sombras inquietantes del pasado yacían en la cruel deriva de alguna ciudad destrozada, con el tiempo frío como el Ártico haciendo su aparición. Unas pisadas sobre la nieve se escuchaban mientras la figura femenina caminaba vagante y temerosa. Se acercaba a su juicio, un juicio... Que iba a decidir su destino, aquel sinónimo que encarcela y ahogaba a las víctimas de su incandescente ego, al creer que ellos... Decidían su camino. Seguía caminando, no a oscuras, pues aquellas sombras ventajosas podrían asesinarla y enviarla al abismo de los traidores, con una linterna que pronto se apagaría y lo llevarían a la locura.

Creo que tienes razón. Respondió con una falsa sonrisa ignorando las sombras incandescentes del cruel futuro.

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