Capítulo 13: Los colores de la vida.

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Narrador onmisciente:

¿Que son los colores de la vida?

Quizá, algunas personas ya podrán haberse hecho aquella pregunta simplemente por cómo era su alrededor o, de los colores que se manifestaban en sus vidas diarias representándolo como un sentimiento formidable para el avance de su existencia misma. Para _______, los colores que la rodeaban la mayoría eran inciertos, desconocidos, sin un nombre con que pudiera pronunciar aunque los mirase. Sin embargo, el único color que sabía pronunciar y sabía a la perfección, era el amarillo. Si bien ella tuvo problemas de cegadez contínuos casi todo el transcurso de su vida, las palabras que le dedicó su madre una vez la hicieron pensar y saber en qué color era tal.

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—_____, alguna vez, ¿Te haz preguntado cómo son los colores? —La voz de la madre de Yugamani le hablo suavemente, cortando una manzana que se hacía en sus manos.

Emocionada por el tema, la pequeña niña nombrada asintió repetitibas veces, sonriéndole a su madre con ojos luminosos al aguarse apenas un poco en pensar en como sería cada color que la rodeaba.

—Como sé que algún día llegarás a ver, te diré un color que jamás se te olvidará. ¿Recuerdas lo que te dije del sol? —Con cuidado, ella tomó la mano de la menor, dejando la manzana que anteriormente cortaba sobre un plato que se hacía en sus piernas.

—¡Si! Dijiste que es muy difícil de ver por su gran luz. ¡También que era una gran estrella! —Infló su pecho con cierto orgullo al recordar aquello, sintiendo cierta superioridad e inteligencia superior a la de la mayor.

Su madre, mostrando un poco de sorpresa al principio, simplemente después soltó una leve risilla para poder continuar explicándole los sucesos que quería a su hija.

—Eso es. Pero, cuando llegas a ver al sol, puedes ver un color en el borde de su gran luz, una brillante y claro pero que no te hace daño. Ese color, se llama amarillo. Recuérdalo, si lo llevas a ver, se la primera en decirme, ¿Está bien? —Sonrió de oreja a oreja mientras sus ojos se cerraban.

—¡Si, es una promesa! —Dijó la pequeña Yugamani, entrelazando su meñique con el de su madre para hacer tal promesa.

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Desde ese suceso, el saber diferenciar el color amarillo era fácil ya que, aquella primera vez cuando llegó a ver por una fracción de segundo; pudo visualizar también el sol, dándose cuenta que era igual de a como le había dicho su madre. Era sorprendente los conocimientos que adquiría su madre, al menos, para ella. Siempre lograba explicarle detenida y claramente cosas que después ella pudiera aprender por su cuenta en cuanto viera.

A todo ésto:

¿Que había pasado ayer?

Si bien Shōuto había ido en la visita de la Yugamani, la joven desde ese momento antes de que él se fuera su visión no había cambiado. Sus ojos seguían igual de un rojo vivo cuál flor roja desde el llegar del bicolor. Katsuki, quien aún permanecía con la joven, le hizo un par de preguntas a la chica sobre su vista ya qué él, había entendido cómo era que ella veía o al menos un poco de ese asunto. Y todo con el acontecimiento de aquella vez en que ella lo defendió, cuando sus ojos tomaron aquél color carmesí activando seguramente parte de su quirk. Aunque si fuese así, parte del mismo que se supone se activa con aquella clase de grito, aquello no se estaba creando por parte de ella como para que pudiera ver a un objetivo fijo.

¿También, ciega de amor? ~|Todoroki Shōuto y tu|~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora