Día 28 de abril de 2018.
El inspector Grant había organizado una pequeña reunión con toda su brigada para informar de la situación actual.
Hacía media hora que la detective Rhodes había abandonado la comisaría después de confesar que la noche anterior había mantenido relación con uno de los principales sospechosos de ese caso.
Tras haber salido por la puerta de la sala de interrogatorios en la que todo había salido a la luz, el inspector había gritado. Necesitaba desahogarse desde hacía mucho tiempo. Aquel caso lo estaba volviendo loco poco a poco, y lo que acababa de pasar con su detective favorita no había ayudado.
Doce años antes, Ian Grant era solo un detective más de la comisaría aspirando para ser inspector de su brigada. Llevaba años en aquel sitio, trabajando sin parar, pero todavía no había conseguido la oportunidad que tanto deseaba. Y creía que eso iba a seguir así hasta que dos jóvenes detectives atravesaron por primera vez aquellas puertas.
A pesar de que el detective Grant era mayor que ellos, había algo en los dos nuevos que le llamaba la atención. Sobre todo en ella. La detective Zoe Rhodes.
Al trabajar con ella mano a mano, fue dándose cuenta de todo lo que valía y también de todo lo que escondía. Parecía inofensiva, pero en el fondo era la joven con mayor carácter que había visto nunca, y también la joven con mayor capacidad de perspicacia y astucia. La admiraba. Deseaba que su joven hija fuese como ella; y con el tiempo, él la trataba como a su verdadera hija debido a la mala relación que tenía con su primogénita.
Cuando Ian Grant consiguió ascender a inspector de la brigada de homicidios de su comisaría, decidió que no podía separarse de la joven Zoe Rhodes... así que la nombró su mano derecha junto a Roy Humphrey, el otro detective que había llegado codo con codo con ella a la comisaría.
Durante esos doce años, Ian Grant nunca había sospechado que podría pasar lo que acababa de suceder. ¿Qué le habría pasado por la cabeza a su pequeña para hacer una cosa así? Estaba triste, dolido... y también se sentía un poco traicionado. Ella no era así... o al menos eso había creído durante todos estos años.
¿Qué había pasado? ¿Qué la había llevado a hacer lo que había hecho?
Quizá había reaccionado muy a la defensiva, no la había dejado decirle todo lo que quería y la había echado sin importarle cómo se sentía ella... Pero no podía darle un trato de favor. No cuando había hecho lo mismo con David Adams unos días antes.
Lo que peor le hacía sentir era que toda su brigada tuviera que enterarse de que lo que había hecho, pero era el protocolo y debía seguirlo. Lo único que podía hacer era maquillar un poco lo que había sucedido.
Su brigada de homicidios estaba ya colocada alrededor de la pizarra y del escritorio del inspector, lugar donde siempre realizaban las puestas al día.
-Hola a todos, detectives. He convocado esta pequeña reunión para que sepáis lo último sobre el caso del asesino de los Fitzgerald. -Ian Grant hablaba frente a la atenta mirada de unos 20 detectives- Algunos habréis visto a la detective Zoe Rhodes salir por la puerta sin su placa ni su pistola. La detective ha cometido un pequeño error y se ha visto obligada a ser expulsada del caso, al igual que pasó con nuestro compañero David Adams. Así que, detectives, solo les pido que resolvamos pronto este caso para que ambos puedan volver a la comisaría. Gracias por su tiempo.
Todos los detectives afirmaron con la cabeza o su voz y volvieron a sus puestos de trabajo dispuestos a encontrar lo que les ayudase a resolver este macabro caso y que ya se había llevado a dos policías a su terreno.
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El Asesino del Ajedrez
Mister / ThrillerAño 1961. Uno de los matrimonios más adinerados de toda Inglaterra fue descubierto a la mañana siguiente de su aniversario, tumbados en la cama de su camarote y con los ojos cerrados. Si no hubiese sido por el tiro que tenían ambos en el centro de...