2. Del bien al mal

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5 de febrero de 2007.
La historia que mi padre me contó aquel 14 de noviembre de 1996 me cambió.

Yo siempre había sido una persona que se había resignado a vivir como le había tocado y que nunca había pensado mal de los demás. Pero no puedo negar que nunca me había parado a pensar en por qué nos habría tocado vivir a nosotros de esa manera, y no a cualquiera de mis otros compañeros.
Después de esa historia todo fue diferente. Empecé a replantearme mi objetivo en la vida y cada día lo iba teniendo un poco más claro. Al principio pensaba que me estaba volviendo loco, que la situación de mi padre estaba empezando a pasarme factura a mi también, pero con el tiempo comprendí que, en el fondo, yo siempre había sido así. El problema había estado en que nunca había ocurrido nada que me hiciera sacar a la luz esa parte de mi que estaba muy escondida, hasta que al final esa historia prendió la mecha que desataba la explosión.

Han pasado poco más de 10 años desde ese día y uno desde que mi padre murió. Al final, su situación había ido empeorando con el paso del tiempo y ya no pudo aguantarlo más. Poco a poco fue perdiendo el movimiento facial, le costaba hablar y en muchas ocasiones lo único que podía era balbucear. Al principio me costó acostumbrarme, pero después podía comprender perfectamente qué significaban todos los sonidos guturales que salían de su garganta. Después empezó a perder también las funciones cerebrales: no era capaz ni de tragar. Su cerebro había decidido ponerse en "modo avión" y desconectarse, de tal forma que mi padre ya no era mi padre, sino un cuerpo que seguía funcionando gracias a las máquinas a las que estaba conectado. Me dolía verlo así, pero no quería despedirme de él. Sabía que no le quedaba mucho tiempo en este maldito mundo.

Pero el día llegó antes de lo que yo esperaba. Era septiembre y hacía solo una semana y media que había empezado en la Universidad. Quería estudiar Derecho. Creía que de esta forma podría ayudar a aquellas personas que estaban pasando por la misma situación que nosotros. Pero cuando llegué a casa y vi que mi padre ya no existía, mi corazón se rompió y yo exploté de rabia. Ahí fue cuando decidí que estudiando Derecho no iba a conseguir lo que realmente quería.

Ahora estoy completamente solo en el mundo y tengo más claro que nunca cuál es mi misión en esta vida.

¿Te acuerdas cuando te dije que no tenía la esperanza ni de tener amigos, ni pareja? Pues sigo pensando lo mismo. Soy una persona que nació para vivir así.

Si te preguntas por qué no te he hablado aún de mi madre, la respuesta es sencilla: porque nunca la he conocido. Lo único que sé es que ella murió en el parto.

Triste, ¿verdad?

Estarás pensando: pobrecito, o pobrecita, qué vida más triste. No se la desearía ni a mi peor enemigo.
Pues tengo que decirte que te equivocas. Yo sí que lo haría. No sabes las ganas que tengo de que eso pudiera pasar.

Y puede que pase.
Quién sabe.

Llevo mucho tiempo planificando algo que cambiará todo. Después de mucho tiempo, voy a poder empezar con mi venganza. Y no será nada fácil, pero tengo tantas ganas de hacerlo que no puedo esperar a ver cómo sucede todo.

Pero para que las cosas vayan como yo quiero, primero tengo que hacer algo que va a llevarme mucho mucho tiempo. El proceso de planificación es muy enriquecedor, pero el momento de mover el primer peón y hacer la primera jugada lo es todavía más.

No te alejes mucho. Prometo que esta espera valdrá la pena.

El Asesino del AjedrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora