Capítulo 12. Conexión

11 2 0
                                    

Día 27 de abril de 2018.

-William. -lo llamó el inspector Grant mientras entraba a la sala de interrogatorios en la que el actual detenido se encontraba. -Queremos que sepa que no tenemos más motivos para acusarle, que el descubrimiento de la posible arma del crimen en su coche.

Ian Grant y su compañera, la detective Rhodes, se sentaron en la mesa que había en el centro de aquella sala.

-Sr. Morris, puede sentarse.

William Morris se dirigió a la única silla que quedaba libre en aquella sala, justo en frente del inspector y la detective.

Rhodes se levantó y, con su llave, desató las esposas de William, que se frotó las muñecas justo donde las esposas empezaban a hacer rasguños y rojeces.

Grant abrió la carpeta que llevaba con él y sacó unas imágenes enseñándoselas al detenido. Las imágenes mostraban lo que parecía ser el interior de un coche, más concretamente, el hueco del asiento del copiloto.

-Estas son fotografías del lugar en el que se ha encontrado la que puede ser la pistola con la que se mató al señor Fitzgerald, -dijo el inspector mientras sacaba dos fotografías más- así como imágenes de la misma arma. -continuó enseñándole al detenido estas dos últimas que había sacado.

-Sr. Morris. ¿Sabe cómo ha podido llegar a su coche esta pistola?

William Morris estaba en absoluto silencio, solo podía escucharse su respiración un tanto acelerada. El detenido y presunto asesino se acercó más a las fotografías que el inspector le había dejado sobre la mesa. Las miraba con atención, con cautela, intentado entender por qué había aparecido aquella maldita pistola debajo del asiento de su coche.

-¿Sr. Morris?

-Perdone, detective. -dijo William volviendo a la realidad desde el limbo en el que se había enfrascado- No, no tengo ni idea de cómo ha llegado esa pistola a mi coche. Se lo prometo. No la había visto en mi vida.

-Mire, William. Le hemos detenido porque esta pistola ha sido hallada bajo el asiento de su coche. La pistola ha tenido que llegar ahí de alguna manera y ella sola estoy seguro de que no.

-Inspector, esa pistola no es mía. ¿De verdad cree que, si la hubiese usado para matar a mi exsuegro, la habría escondido en mi coche? Créame que la habría hecho desaparecer.

-Puede que por eso la haya dejado ahí -contradijo la detective Rhodes- para poder decirnos esto ahora y hacernos creer que usted no lo mató. Además, no se han encontrado más huellas en el coche salvo las suyas, que estaban por todo el coche, y las de su mujer, en el picaporte de la puerta del copiloto, el manillar y el cinturón.

-Es imposible inspector, Agatha ha cogido más veces mi coche. Debería haber huellas suyas por más sitios.

El inspector recogió las fotografías y volvió a guardarlas en la carpeta de la que las había sacado hacía escasos minutos.

-William, ¿quiere que le diga lo que pienso? -le dijo el inspector tras recoger las imágenes.

-Por favor.

-No creo que haya sido usted el que asesinó al señor Fitzgerald. La verdad es que creo que alguien le está tendiendo una trampa.

-¿De verdad lo cree?

-Sí, le prometo que le estoy siendo sincero. Ahora bien, necesito que nos ayude a confirmar su inocencia. Me gustaría que me dijese si alguien querría hacerle daño, si últimamente se ha peleado con alguien, o por qué cree que alguien querría acusarlo del asesinato de su suegro.

El Asesino del AjedrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora