Capítulo 7

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Como es costumbre llego temprano al instituto, paso gran tiempo esperando a que la clase comience. Hoy la mañana es nublada y es muy probable que llueva.

Retomo mi lectura, el clima me inspira a leer, me hubiera gustado quedarme más tiempo entre las sábanas de mi cama pero no me apetece desayunar en familia. No cuando se que no soy bienvenido.

—Ya volvió—Dos chicas de mi clase empiezan a hablar en voz alta, ni siquiera les he visto entrar.

—No hubieras vuelto—Grita una castaña cruzando sus brazos.

—¿Eres sordo?—Se une un nuevo compañero—Nadie te quiere aquí.

Sigo con mi vista en el libro aunque he perdido por completo el hilo de mi lectura. Más personas llegan y no tardan en soltar comentarios despectivos.

En eso se basa mi día, personas señalandome por los pasillos de la escuela, incluso profesores. Siento que mi armadura se debilita, el peso es demasiado, quiero que todo esto termine, necesito que esto pare. El mal día solo empeora entre uno de los descansos de clase.

Alguien deja caer algo al pasar cerca de mi, sin darle mucha importancia recojo el libro que la persona ha dejado caer. Me congeló al toparme con la dueña del objeto, Emily.

Lo siguiente ocurre muy rápido, alguien me empuja contra los casilleros detrás mío, el golpe es tan fuerte que me aturde, siento un tirón en mi brazo izquierdo que me hace soltar una queja. Muchas personas ríen y Dereck no parece sentir culpa alguna de golpearme.

Alguna vez escuché a alguien decir: "El valiente vive hasta que el cobarde quiere".

Inserto un golpe directo a su mandíbula y las risas cesan. Las personas empiezan a soltar cosas en mi contra a las que no les tomo importancia, con la adrenalina aún ardiente en mi pecho, entrego el libro a Emily quien me agradece aturdida.

Antes de irme le dedico unas palabras a Dereck.

—Pará mí, estas muerto.

Todo ruido existente desaparece, él no dice nada pero puedo su fachada de chico valiente caer. Tal vez me he sobrepasado pero no tengo ánimos ahora para jugar a que todo esta bien, no cuando mis ojos pican queriendo soltar lágrimas de impotencia.

Con la mayor rapidez posible tomo mis cosas y salgo del instituto, con mi bicicleta emprendo un camino inexistente, sólo pedaleo sin rumbo alguno.

El aire golpea mi rostro, se siente bien, es como si por un momento, todos mis problemas no existieran, soy un chico normal paseando por las desoladas calles. No se cuanto tiempo pasa, la lluvia llega y yo sigo sin detenerme, quiero estar un minuto más de esta forma. Solo un minuto.

No fue un minuto.

Regrese a casa, deje mi bicicleta en su lugar y con el corazón en el pecho entre. Mamá alza una ceja, esta ahí, sentada en una silla que debió traer del comedor.

—Evan Reece.

—Mamá, yo no quería...

Llega hasta mi y me envuelve en un fuerte abrazo. Su cuerpo tiembla, mientras me toma aún con más fuerzas, siento las lágrimas acumularse nuevamente al comprender que esta llorando.

—Lo lamento—Susurro.

—Tu no tienes la culpa—Ella se aleja para verme a los ojos—Sube a cambiarte, estas empapado. Cuando termines iré a revisar tu brazo.

Le obedezco, como la mayoría de las personas uso el tiempo en el baño para reflexionar, explote de una mala manera. ¡Por Dios!, le di un golpe en la cara a mi hermano mayor, así lo tenga bien merecido, no debí hacer eso.

Me visto con algo simple para andar en casa, no habría chiste alguno en que regresará a tomar las últimas horas de clase. Alguien golpea la puerta de mi habitación dos veces de forma pausada, ese simple gesto me basta para saber de quién se trata.

—Abuelo.

—Hijo, ¿Puedo pasar?.

Me hago a un lado para dejarle entrar, el trae un sobre en sus manos.

—No tomará mucho tiempo, sólo quiero entregarte esto—Tomo el sobre en mis manos—Estuve pensando y creo que esto te hará bien.

El me da un apretón en el hombro y sale dejándome solo. Cierro la puerta de mi habitación y me siento en mi cama para leer el contenido, con la mayor delicadeza tomo el documento.

Dejo salir un suspiro.

Puedo hace mi último año en otra escuela, una de las institución más prestigiosas, ahí tienen a los mejores profesores en mi área. El único detalle, la institución se encuentra en Rusia.

Alguien más toca a mi puerta, salgo de mi ensoñación y guardo el documento entre mis cajones. Suponiendo que es mamá quien llama abro la puerta con una sonrisa falsa en el rostro, una que borro al instante. El extiende una libreta, la misma en la que la anterior ocasión me trajo la tarea.

Teniéndolo de frente el recuerdo de mi enojo con él se hace presente, cierro la puerta en su cara con fuerza.

—¡Evan!—Reconozco la voz de mamá, ella entra a mi habitación—¿Por qué has hecho eso?.

De reojo observó a Dereck quién luce confundido.

—¿El que?.

—Te he visto, le has cerrado la puerta en la cara a tu hermano.

Muévete. Solo estorbas.

—Yo no tengo hermanos.

Mamá jadea, le doy la espalda, no quiero ver la desilusión en sus ojos, se que no tengo que actuar de esta forma, no con ella. Pero estoy al borde, necesito alejarme, tener mi espacio.

—Quiero estar solo, por favor.

Espero un regaño o alguna charla, para mi sorpresa ella sale de mi habitación sin decir nada. De pronto mi cuerpo se siente pesado, demasiado pesado, me siento cansado, una sensación casi asfixiante, no tengo ánimos para hacer algo más que no sea recostarme.

Coloco melodías al azar, solo quiero sonido para llenar el vacío y perderme entre mis pensamientos.

Mañana tendré que regresar, lo haré con nueva fuerza. Ahora sé que sólo tengo que resistir lo que queda del curso escolar, después podre irme, extrañare a muchas personas. Me duele el pensar que no veré a mi familia, Vanessa, que no veré a Amit.

No ver a Amit, tal vez es lo mejor para alejar la estúpida idea de que puedo ser correspondido.

Ley De Atracción [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora