Un trabajo "decente"

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Salí del colegio con un aura emocional alta, o al menos eso parecía ser, sentía un alivio tremendo. Me estiré levantando mi camisa un poco, exhalando alegre. Casi se me sale un "moo", me sentí realmente avergonzado, miré a ver si alguien se había dado cuenta y por suerte nadie lo notó, pero una muchachitas que estaban al otro lado de la acera me estaban haciendo señas y ademanes, queriendo decirme que era atractivo. Las miré directamente, di un bufido y les puse mala cara. Al instante dejaron de hacerme cosas y me miraron extrañadas.

Empecé a caminar hacia el centro, pensando en ese entrenador, noté que emana un aroma muy dulce, un aroma manzanas verdes. Lo encontré extraño, pues pensé que tal vez olería a transpiración fuerte o a humedad o quizá que tuviera un olor a desodorante corporal realmente fuerte. Pero en vez de eso tenía un suave olor a manzanas verdes, si no hubiese estado trabajando, me lo hubiera devorado entero. Miré al cielo dando un suspiro, estaba desempleado, no tenía nada que hacer –"quizá me hubiese golpeado al tratar de acercarme..."– pensé, a veces me dejo actuar por instinto y embisto a cualquiera, para después darme cuenta de que está completamente furioso, me pasó un par de veces, gracias a Dios no fueron muchas, la primera fue en la playa: tenía unos diecinueve años y salí con mis amigos (que en ese tiempo eran drogadictos) a un paseo en la playa durante el día, estaba algo cocado... y pues vi a un lobo jovencito de quince muy guapo usando una tanga, estaba bien trabajado para su edad, no tenía músculos visibles pero si tenía unas nalgas muy trabajadas y un pecho excelente. Al parecer estaba con sus amigos jugando cuando decidió ir a por un refresco, le seguí hasta la tiendita que había de refrigerios, tristemente estaba cerrada de par en par y sin gente alrededor, literalmente estaba desierto, el pequeño lobo se iba a voltear cuando le agarré por detrás, metiendo una mano entremedio de sus nalgas duras y con la otra tapándole su pequeño hocico. Dio un pequeño chillido el cual se ahogó rápidamente.

-¿solito mi niño?-pregunté, tenía las pupilas completamente encogidas y estaba tembloroso.

Bajé mi mano hasta su entrepierna el cual sentí que se humedeció cálidamente poco a poco, se había orinado encima, me miró a los ojos y trató de huir, yo estaba con un rostro de zombi, con unas ojeras enormes y unos ojos de muerto total. El pequeño no aguató y se desmayó ahí mismo.

Por mi espalda subió todo lo que es llama miedo, me sentía aterrado, por un momento pensé que estaba muerto y que si me atrapaban iría a la cárcel, llevaba consigo su billetera, la reviso y pues sí, era menor de edad, un niño de quince. Decidí darme la vuelta y salir de ahí, mis amigos estaban de lo mejor jugando y jalando. No les conté nada de lo que había sucedido, tenía grandes remordimientos. Miraba a todos lados indisimuladamente hasta que le vi salir del lugar, estaba desorientado y aterrado, por un momento dejé de pensar y pensé en correr, pero de eso se ocuparían mis amigos, quienes tomaron todo y corrieron conmigo, una patrulla estaba acercándose a la playa, fue una salvación total. Corrimos hasta perdernos en otra playa con menos gente, casi no lo cuento... o por lo menos no lo cuento en libertad, no me hubiesen atrapado solo por abuso de menores, sino también por portar drogas y consumir drogas ¿Qué habrían hecho mis amigos? Dejar todo lo que tenían ahí y huir, quedando impunes... pero eso quedó en el pasado, ya no los veía, quizá estuviesen en la cárcel, otra ciudad o muertos. Desee que no me volviese a suceder, una vez limpio de toda esa porquería que es la droga me volvió a suceder, pero esta vez de manera diferente. Era una tarde soleada de verano y estaba en la universidad, habré tenido unos veintidós años, no más. Me encontraba en los baños del edificio, la clase estaba aburrida y decidí salir a orinar, afuera había poca gente y el baño estaba desierto, salvo a un chico pantera, que llegó, se colocó en el urinal continuo al mío y trató de no mirarme, este si era muy guapo, era alto y serio, de pelaje brillante y sedoso, podía ver su pene flácido a través de sus manos, con un prepucio visiblemente suave, brillante y oscuro, con una punta rosada e igualmente brillante. No me di cuenta y me puse duro como roca con el estúpido instinto de acariciarme. Una vez terminó de orinar volteó impulsivamente de reojo a mirar que estaba haciendo yo, abrió sus hermosos ojos café mirando directamente a mi entrepierna, él era alto, pero yo era más alto e inspiraba dentro de él lo que parecía ser miedo e incomodidad, no atiné a nada más que decir.

Vida De un Padre SolteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora