Filtreos imperceptibles

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Jueves
Tan solo dos días para irme de aquí y nunca volver, en el exterior me encontraba tranquila, pero por dentro sólo quería que jamás llegara el viernes.

Las rutinas de trabajo fueron básicamente lo mismo, con excepción de que Jeremy cada vez que tenía la oportunidad me hacía bromas tontas, como tocarme el hombro cuando estaba distraída y cuando yo volteara él disimulaba que no lo hizo, luego sonreía. Cuando estábamos todos reunidos conversando, él llegaba y se recostaba a mi lado, pero cuando todos lo notaban, él se alejaba. Fueron momentos cortos pero algo tiernos viniendo de un hombre como él.

En toda la mañana del jueves, mis únicos pensamientos iban y venían en Jeremy, en su cara y acciones tan difícil de descifrar, pero sobretodo cuando esbozaba una pequeña sonrisa, que me causaba ganas de apretarle las mejillas.

Durante el almuerzo, en esos días mis compañeras y yo nos sentamos en una mesa que estaba adelante de donde se sentaba Jeremy con otros de mis compañeros, pero incluso comiendo pensaba en él, en que lo tenía a pocos metros de mi.

Debo confesar que yo utilizaba mi teléfono con el brillo ultra bajo para poder verlo a través del reflejo. No prestaba atención a lo que decían las chicas, sólo estaba inerte viendo a través de mi pantalla.

Al volver a los cubículos, sucedió lo mismo que ayer, todas las chicas ocupadas en su mundo y yo nuevamente sola, sólo que esta vez usando mi teléfono.

—Pregunté.—aparece él entrando al cubículo con una sonrisa en sus labios.
—¿Es qué en serio preguntó acerca de eso?—respondí virando los ojos en señal de indiferencia. Él quitó su sonrisa.
—No, por supuesto que no, era broma. Cómo se te ocurre siquiera que voy hacer eso.—respondió con un tono algo serio. Ahora era yo quién sonreía.
—Más le vale.—respondí entre risas.
—Pero algo si quiero saber, ese tal Chuck, sé que lo conocí, no tienes una foto para corroborarlo.—dijo con esa curiosidad que lo devoraba.
—No tengo ninguna foto, ¿Para qué tendría una a estas alturas?.—respondí con desdén. Él me miró fijamente.
—No lo sé, tal vez de recuerdo.—dijo burlándose, con su sonrisa traviesa.— ¡Ya sé! Voy a describirlo y tú me dices si es él.— sólo asentí ante su petición.
—Entonces, es un chico de mi estatura, de tez blanca, ojos rasgados y que casi siempre andaba un violín en las manos.-en ese momento, no había terminado de describirlo cuando casi me caigo de la escalera donde estaba sentada. Por mi expresión él supo que había acertado.
—Sí, es él.—fue lo único que pude articular.

—Sabía que lo conocía, además de que se juntaba con otros chicos que yo también les conozco.—mencionó un par de nombres y él estaba en lo cierto, ellos fueron amigos de Chuck. Luego de eso hubo un silencio incómodo para mi.
Él me miraba fijamente y yo no sabía como reaccionar, hasta que habló, como siempre.

—Sidney, me vas hacer falta cuando te vayas.—su comentario no pudo sorprenderme más. Traté de bromear un poco para disimular.
—Ya sé que voy hacer falta aquí, soy inolvidable.— respondí con superioridad, para que no notará mi nerviosismo.
—A mí sí, pero tu carita inocente, nada más, es lo único.—dijo en tono de burla.
—Toda yo, hará falta.—seguí bromeando.
—Otra cosa que tenés son tus anteojos, son muy bonitos.—respondió con un tono algo indescifrable, era algo como coquetear dulcemente pero a la vez sin querer hacerlo evidente, o tal vez era mi imaginación.
—Claro que son lindos, como yo.— dije extendiendo una mano como una diva, mientras reía, pude ver como sonreía. Me encantaba ver como sus ojos se achicaban cuando sonreía, y como brillaban cuando me miraba.
—¡No! Sólo tus anteojos son bonitos, me gustan, te quedan bien.—siguió bromeando a mis comentarios.
—A mi todo me queda bien.—seguí en mi papel de arrogancia.

Seguimos riendo, y tonteando todo el tiempo que quedaba antes de la salida. Sin pedirlo, él me contaba acerca de su primer relación cuando era adolescente y que posterior a esa al tiempo tuvo la segunda, que resultó ser la última.

Se formó un silencio, que sólo podía sentir que éramos los dos en ese instante, me gustaba mirar a sus ojos, siempre podía observar esa mirada brillante, como si sus ojos se iluminaran al verme.

A cada minuto, me replanteé la idea de, si era mi imaginación cuando él me decía argumentos o comentarios que insinuaban un pequeño interés hacia mi, yo no quería hacerme ilusiones, porque jamás podría pasarse por mi cabeza el qué este hombre se fijé en una chica como yo.

Siempre volvía mis pies a la tierra, para no olvidar el hecho más importante, es casado. Pero luego él tenía ese magnetismo, que hacía que ambos quisiéramos estar hablando el uno con el otro, como si la atmósfera se cerraba en sólo él y yo.

—¡Sidney!.— me sacó de mis pensamientos.
—¿Qué decía?—respondí rápidamente. Él estaba hablándome de algo que la verdad no le presté atención.
—Que veo que te gusta bailar.—casi me muero de risa cuando dijo eso, ¿yo, bailar?, una silla mecedora tenía más talento que yo.
—Para nada, ¿porqué lo dice?—dije entre risas.
—Durante la hora del almuerzo, te he visto bailar cuando comes.—cuando iba ser el día en que Jeremy dejaría de sorprenderme con sus comentarios. Realmente este sí que no lo vi venir. ¿Él me miraba durante el almuerzo?

No me gusta bailar, aunque irónicamente desde pequeña lo hacía. Durante la hora de almuerzo siempre había una agrupación musical que practicaban con sus instrumentos, y el ritmo era tan pegajoso que siempre mi cuerpo se dejaba llevar al ritmo del toque.

—Oh, lo dice por eso, es sólo que el ritmo es bien pegadizo, es inevitable no moverme.— Reí, con algo de vergüenza y alegría. Él solo sonrío. Cuando iba a decirme algo, lo interrumpieron.

—¡Llegó la hora salida!.—escuché el revuelo que decían las chicas en camino hacía donde estábamos Jeremy y yo.

Sólo nos quedamos viendo fijamente, ambos sentados, pero ninguno quería moverse, el levantarnos para irnos significaría que, había acabado nuestro penúltimo día, nuestros ojos seguían conectados, queriendo decir tanto, pero a la vez nada.

Ojalá pudiera tener el poder de detener el tiempo. Fue mi único pensamiento de camino a casa.

Lentes Con Destellos Azules.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora