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Nueve años antes…

Era el aniversario por la muerte de su padre. Su familia siempre se vestía de negro y llevaban flores al mausoleo Collingwood. Solían quedarse en silencio, dirigidos por su madre que comandaba todo con expresión solemne. En aquellos días, siempre lo miraba a él, y Derek se preguntaba si era porque, de todos sus hermanos, él era el que más se parecía a su padre. A pesar de ser gemelo con Connor, solo Scarlett y él habían heredado el pelo castaño claro casi rubio y los ojos grises claros de Jeremiah Collingwood.
Derek odiaba esos dias, pero sobretodo se odiaba a sí mismo por lo que había hecho. Algo que no podria olvidar nunca.
Cuando volvieron a casa, su madre les propuso merendar juntos a lo que accedieron todos menos Jack y Eirik, su primo que vivía con ellos. A sus diecisiete años, ambos estaban dejando atrás la apariencia de chicos y cada día se volvían más altos y corpulentos. Casi siempre andaban por ahí, junto con Ken, Emiliya, Gunnar y Constance. Derek no sabía que se traían entre manos, pero si se había fijado en cómo Constance los miraba a veces a él y a su familia.
Él también decidió pasar de aquella merienda. No podía soportar las miradas compasivas de su madre, la frialdad de su gemelo que trataría el tema con lógica, o Scarlett que lloraría y Nadia, la pequeña Nadia que no había tenido tiempo de conocer a su padre, haría preguntas inocentes.
Quería a su familia, pero no soportaba estar cerca de ellos en aquel momento. Sólo habia una persona, pero ella no estaba allí y no quería molestarla.
Subió a su habitación, y decidió pasar antes por la de Eirik. Sabía que tanto el como Jack fumaban, pero mientras que su hermano mayor era demasiado astuto, Eirik guardaba su paquete de tabaco en el segundo cajón de su mesilla.
Cogió uno y se dirigió a su habitación. Su terraza daba al jardín trasero por lo que nadie lo vería. Se sacó el mechero del bolsillo interno de su chaqueta y con solo trece años jugó a ser mayor, un juego que siempre le gustaba.
Soltó el humo, dejando ir los recuerdos que aquel horrible día le traía. Cerró los ojos.
- Tienes que hacerlo, Derek.
- Pero…
- Debes hacerlo.
- Así que esto es lo que haces cuando dices que vas a estudiar -dijo una voz siseante.
Abrió los ojos y se dio la vuelta. Amira lo miraba con una pequeña sonrisa, una que no lograba ocultar la preocupación de sus ojos.
- ¿Qué estás haciendo aquí?
La niña cerró la ventana y se sentó junto a él.
- Sé que día es hoy, Derek -le ofreció su mano pero él la apartó.
- Es un día familiar, será mejor que te vayas.
Amira no se amedrento por su tono brusco o palabras hirientes. Siempre había sido más dura que todo eso.
- Pero yo soy tu familia. Los mejores amigos se apoyan en todo.
Derek dejó el cigarrillo y la miró. Llevaba un vestido veraniego de girasoles y su pelo estaba suelto con dos pequeñas trenzas a cada lado de su rostro. En los últimos meses, el cuerpo de Amira habia cambiado y Derek no había podido evitar percatarse. Tampoco había pasado por alto como empezaban a mirarla otros chicos de clase. Algo que no le había gustado nada.
- ¿Me das un poco? -le preguntó señalando el cigarrillo-. Nunca lo he probado.
- Claro, pero no se si será muy fuerte para una chica -se burló.
La joven puso los ojos en blanco y se lo arrebató.
Tras la primera calada empezó a toser y Derek se rió y le dio unas palmadas en la espalda.
- Te lo he dicho.
- Ugh. Esto es asqueroso, no entiendo como te puede gustar.
- Eso es porque no sabes, eres aún demasiado pequeña.
Pudo ver como Amira se ruborizaba y entonces se acercó tanto que noto su pelo rozandole la mandibula.
- Tu y yo tenemos la misma edad. En realidad, soy dos meses mayor, que no se te olvide.
Intentó ocultar su nerviosismo al tenerla tan cerca. Había chicos que habían dado ya su primer beso, pero Derek aún no lo había hecho.
- Sigo siendo más alto, mientras que tú te has quedado con la altura de los diez años.
La muchacha le asestó un pequeño puñetazo en el hombro.
- Eso no se le dice a una señorita, caballero.
- Yo no soy un caballero.
- Ni yo una señorita -admitió.
Derek sonrió.
- De acuerdo, ¿entonces qué somos?
- Tú eres un león, dorado y salvaje. Y yo soy una serpiente.
- Me gusta el león, ¿Por qué una serpiente?
Se encogió de hombros.
- No sé, el otro día leí por casualidad sobre ellas. Son silenciosas pero letales, eso me gusta. Además, ¿sabías que van a poner un zoo con un montón de serpientes? Claro que me da pena que estén encerradas.
El cigarrillo ya se habia acabado y Derek lo apagó y se acomodó para escuchar a la muchacha que seguía parloteando sobre el reptil que parecía tenerla fascinada.
- Vale, ahora explicame como pueden ser mejores amigos un león y una serpiente.
- Bueno…en realidad creo que se matarían. Pero tú y yo nunca llegaremos a eso.
- A veces tengo mis dudas…
Amira le pegó otro pequeño puñetazo en el otro brazo.
- ¿Y ahora por qué?
- Porque estás anclado conmigo, Derek Collingwood. Así que no intentes separarte de mi, porque como una buena serpiente te envolvere.
Amira lo pellizco de broma y él le devolvió el pellizco. Ambos empezaron a jugar y a reírse, y al escuchar la risa de la chica, todos los malos recuerdos de Derek desaparecieron. Y solo quedó ella.


















Medusa  (Collingwoods II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora