6.

31 8 0
                                    

- ¿Que estás qué? -Rakim se incorporó de su chaise longue. Jessenia parpadeo lentamente.
Amira dejó a Hassan a un lado y se cruzó de brazos.
- Estoy arruinada.
Era la primera vez que se lo confesaba a alguien y sintio como sus hombros se aliviaban tras quitar ese peso de encima.
- ¿Cómo es posible? -preguntó Rakim y añadió en un susurro-: Se supone que mataste a McAllister para quedarte con todo lo suyo.
- ¿Qué coño has hecho, Amira? -la alarma saltó en los ojos de su prima.
Amira los silencio con un siseo.
- Yo no he hecho nada. Al menos nada que lamente -sonrió a Hassan y suspiró volviendo su atención a sus primos-. McAllister estaba arruinado, lo único salvable eran las pocas cuentas que me había dejado dirigir. El cabron ni siquiera supo mantener un imperio.
Robert nunca había sido un lince, pero había tenido consejeros e incluso en los últimos años le había dejado a ella controlar algunas transacciones que Amira había llevado a cabo con éxito. Ken había intentado sustituirlo y ser el nuevo líder McAllister, pero Robert nunca le había dejado. Y Ken, el bueno y tóxico de Ken, no habia tenido la fuerza suficiente para luchar por lo que pertenecia.
Pero ella sí lo había hecho.
Cuando había descubierto que las cuentas de McAllister no le proporcionaban un futuro y que los socios de Robert eran casi tan misoginos como él, había destruido una vajilla entera. Pero luego había pensado, aún le quedaba dinero para crear su marca de maquillaje y ella tenía un poco de influencia. A la prensa no le gustó, sin embargo, que con el cadáver, o lo que quedó de él, aún caliente, Amira tomase las riendas y dejase al desheredado, Killian McAllister sin nada. No le importó, al menos no en el momento, pero supo que a la larga su empresa podría sufrir pérdidas.
Se lo explicó a sus primos y Rakim se levantó para echarse un poco de té.
- Lo que no entiendo es, si todavía te queda para vivir más o menos bien, ¿por qué no lo haces? -le dijo mientras vertia el contenido parduzco a su taza-. Amira, eres libre. ¿Por qué no usas ese dinero para irte a alguna villa italiana y empezar de cero?
- Rakim esto no es Bajo el sol de la Toscana -murmuró Jessenia, quien aún parecía estupefacta.
- Sólo aporto una soluci…
- No -cortó Amira y se levantó-. Me he pasado años soportando a un tipo egolatra e inútil, a gente condescendiente que me miraba por encima del hombro. Años trabajando silenciosamente para quitárselo todo. No voy a renunciar a lo que me pertenece.
A lo que me he ganado, quiso decir pero se detuvo.
- Dinero, poder y gloria -les dijo, mirándolos fijamente-. Aspiro a eso, y no me conformaré con menos.
- Entiendo todo eso, Amira, pero estas dispuesta a casarte con un hombre al que odias -dijo Jessenia, las manos sobre la mesa como si estuviera presentando los hechos-, ¿por qué?
Se fue para la ventana, intentando ahogar todos los recuerdos que vinieron a su mente. En particular, el momento en el que Derek empezó a detestarla.
- Porque él me odia más -se volvió y sonrió a sus primos-. Y cuando descubra que indirectamente es mi salvador, querrá destruirlo todo. Y matarme -su sonrisa se extendió aun más- No puedo esperar a ver su cara.
Era el plan perfecto. Los Collingwood se beneficiarían del legado McAllister, pues aunque ella no llevase el apellido, el mundo la consideraba una hija adoptiva; y ella impulsaria su empresa. Hacerle creer a Jack Collingwood que detestaba darle gran parte de su empresa había sido una jugada magistral. Ellos tenían dinero y podrían pagar todas las pequeñas deudas que venían con la empresa. Pero seguía estando a su nombre, y ella seguiría al mando de la producción. Además, aunque no le gustaba admitirlo, los Collingwood tenían muchísima influencia. En cuanto Scarlett u otro miembro llevase algo de su marca, las ventas se dispararían.
- ¿No crees que eso le dará poder a Derek para hacer contigo lo que quiera?
- No puede tocarme. Tenemos un contrato, además antes tendría que pasar por encima de Jack y Lily. Por algún motivo que desconozco, parece que están de mi parte.
Lo vio en sus caras. Sus primos no estaban convencidos.
- Amira…-empezó Jess.
- No me importa si no estáis de acuerdo. De hecho, no os he pedido opinión -se sentó soberbia como una reina en su trono y ladeo la cabeza-. Ahora, me vais a contar vosotros lo que pasa.
Los dos hermanos se miraron y desviaron la vista.
- Me han descubierto -dijo Rakim.
- ¿Qué? ¿Cómo?
- Papá me vio con Zeke, uno de mis amigos -explicó y agachó la cabeza-. Lo bueno es que no ha dicho nada. Se avergüenza demasiado de que a su hijo le vayan los hombres.
- ¿Y lo malo? -Amira conocía a su tío, y si bien no era un mal hombre aquello suponía una humillación para él. Y como tal, Rakim recibiría un castigo.
Rakim suspiró y compuso una sonrisa triste.
- Me ha desheredado y me ha quitado el apellido. Ya no existe ningún Rakim Nazharit.
- No puede hacer eso, y menos por ese motivo.
- No importa, prima. Sabía que Pakistán no era mi sitio de todos modos. Zeke ha corrido el mismo destino, a pesar de que me echó la culpa.
Se la devolverían a su tío. Ella ayudaría a Rakim a vengarse, era algo que se le daba muy bien. Sin embargo, aún le quedaba algo por averiguar.
- ¿Y tú? -se giro entonces hacia Jessenia.
Esta se arregló la falda de tiro alto que llevaba y le hizo una mueca a Zafira que se unió a la pequeña reunión.
- Por lo que a mi respecta, yo ya no me apellido Nazharit tampoco.
- Ya le he dicho que es una locura… -empezó a decir Rakim.
- Locura es que nuestro padre te haya echado del país porque seas homosexual. Lo mío es lealtad.
Amira no pudo culparla, pues ella hubiese hecho lo mismo. Mentira, siseó una voz dentro de ella, tú lo hubieses matado. No discutió con aquella voz, tenía razón.
Su móvil sonó y cuando vio el número desconocido que la llamaba, fruncio el cejo. ¿Sería…?
- ¡Hola! -dijo una voz alegre. Una muy parecida a la de Scarlett Collingwood.
- ¿Por qué me llamas?
- Es tu prueba de vestuario -explicó-. Vamos a buscarte un vestido de novia.
Puso los ojos en blanco y sus primos le preguntaron quien era la persona culpable de esa reacción. Pensó en rechazar a la muchacha, al fin y al cabo, Jessenia y Rakim le podían ayudar a encontrar vestido; sin embargo, supo que cometería un error si lo hacía.
- Tardo diez minutos. No, no hace falta que me recojais. Llevaré a dos invitados. -y colgó sin despedirse. Se volvió hacia sus primos y sonrió falsamente-. Espero que estéis preparados para conocer a mi futura familia política. Os encantarán.













Medusa  (Collingwoods II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora