Capítulo 2

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Faltaban 20 minutos para que se acabara la detención y el director quien debía estar vigilándonos, dormía como un bebé; la vida es injusta. Yo quería dormir también, pero apuesto a que si él despertara y me viera durmiendo, estaría doblemente castigada.

¡Demonios! Los minutos pasan tan lentamente, ¡Ya no aguanto más!

Intentaba distraerme y concentrarme en mi libro, aunque sin mucho éxito porque la mirada de Laurent me ponía muy nerviosa. No me agradaba para nada que me mirara tan fijamente sin decir nada, y para colmo ¡El imbécil no se molestaba en disimular!

-Está empezando a molestarme que me veas tanto ¿Acaso tengo un payaso en la cara?-le dije con un claro tono de irritación.
Parecía que no le había importado en lo más mínimo porque su expresión siguió igual de fría, mientras que me daba una arrogante sonrisa.

-¿No vas a responderme?-pregunté más que molesta. Este chico comenzaba a ganarse mi odio y lo peor es que ni siquiera me había hablado. Pero el simple hecho de que me ignorara, me hacía hervir la sangre.

-¿Qué se supone que debería contestar su majestad?-dijo relajadamente a modo de burla.
¡Así que el idiota no era mudo, solo era muy grosero!

-¿Perdón?-le di la oportunidad de que se disculpara por su estúpida respuesta.

-Está bien, perdonada-respondió aún más arrogante.

-¡Maldito idiota! No voy a dejar que estés molestándome. No me agrada tu actitud; así que si no vas a disculparte, cierra tu estúpida boca-espeté toda roja por la furia.
Podría jurar que por un segundo noté sorpresa en su mirada, pero cualquier rastro de ella, quedó borrada por su mirada neutra.
No se disculpó, pero en cambio solo sonrió con arrogancia y fijó su vista en reloj que colgaba a un costado de la pizarra.

-No tengo por qué hacerle caso a una zanahoria-espetó fríamente mientras tomaba sus cosas y se iba. No sin antes, lanzarme una mirada divertida.

Rodé los ojos por su actitud grosera.
¡Ese estúpido me había llamado zanahoria! ¿Quién se creía que era?
En primer lugar, el color de mi pelo no era ni parecido al de una zanahoria; era castaño rojizo. Además no sé quién se creía, pero si pensaba que iba a dejar pasar sus groserías tan fácil, estaba equivocado.
¡Maldito Laurent Douglas, voy a darte de tu propia medicina!

Le eché un vistazo a la hora y luego de comprobar que el castigo había terminado, guardé mi libro y cuidadosamente para no despertar al director, me fui de allí.

Emma se había ido hace horas, así que hoy tendría que ir a casa caminando. Habitualmente me llevaba ella en su auto, ya que yo odiaba caminar.

El camino a casa no fue tan largo como esperaba; aunque como estaba oscureciendo, lo hice lo más rápido que pude. Me maldije mentalmente por tener que caminar a casa y más porque la razón de mi caminata había sido un estúpido papel que tenía la pura verdad en él.
En mi opinión Gruell había exagerado, no había sido ofensiva en lo absoluto. De hecho, hasta le había hecho un favor diciéndole que su bigote era ridículo, pero supongo que igual no le gustó.

Absorta en mis pensamientos, llegué a casa. Al abrir la puerta, mi nariz captó un aroma delicioso. Mamá estaba horneando algo y si ella estaba haciendo eso, seguro sería porque había discutido con papá.
Papá era empresario y solía trabajar más de lo que a mamá le gustaba admitir, por lo que no pasaba mucho tiempo en casa. Como consecuencia, todo se volvía un tonto círculo vicioso en el cual mamá se enojaba con papá, discutían y luego para sentirse mejor, ella cocinaba algo.

-¡Mamá, ya llegué! Vine más tarde porque me quedé estudiando un poco-mentí. No quería que ella se enfadara al saber que había estado castigada. Es decir, no era la gran cosa, pero ella aseguraba que mi única obligación era ir al colegio y sacar buenas notas. Así que si se enteraba que había estado castigada y que además le había hablado mal a un profesor, iba a enojarse.

-Que bien Jude, me alegro de que seas tan responsable. Estoy cocinando la cena, hoy tenemos invitados.-dijo emocionada y con un tono melodioso.
Era extraño, no solíamos tener invitados y más porque papá estaba muy cansado a la hora de la cena.
Asentí a modo de respuesta y subí a darme una ducha. Necesitaba relajarme después de haber estado sentada por dos horas en detención.

Entré a mi habitación, más específicamente al baño, me desvestí y me metí a la ducha.

No había tenido un buen día y para colmo ese idiota solo lo había empeorado. Laurent Douglas era el típico mujeriego arrogante con complejos de superioridad; y aunque tenía la belleza de un dios griego, su personalidad era un asco.
No solía ser para nada cariñoso, ni siquiera era agradable y se metía en tantos problemas, que incluso empezaba a creer que lo hacía adrede.

Alejando a Laurent de mis pensamientos, decidí salir de la ducha. Me puse unos jeans ajustados, una remera blanca y mis vans negras. Peiné mi pelirrojo cabello y bajé a cenar.

-¡Bienvenidos! Pasen y siéntanse cómodos.-escuché a mi mamá decir amablemente.

-Muchas gracias Elisa. Es bueno volver a verte.-dijo una gruesa voz que no conocía. Me sorprendía la familiaridad con la que le había respondido a mi mamá. Quien parecía haberse percatado de mi presencia, porque me dedicaba una radiante sonrisa.

-Mason, ella es mi hija Judith.-dijo alegremente rodeando mis hombros.-Jude, él es Mason, un cliente de la familia y un viejo amigo.

-¡No tan viejo todavía! Es un gusto Jude, tu padre habla mucho de ti.-respondió con una extraña sonrisa.-Este es mi hijo, Devon.

El nombrado, tomó mi mano con delicadeza y posó sus suaves labios, dejando un dulce beso sobre ella.
Lo miré con sorpresa, mientras mis padres y Mason sonreían ampliamente.

¿Quién demonios eran ellos dos?

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-Luchi💫

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