Capítulo 5

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¿Quién carajos pensó que la alarma era un buen invento? ¡Estúpida alarma! Solo lograba que me despertara de pésimo humor.
Definitivamente cualquier persona que pensara que las mujeres despertábamos como princesas de un excelente humor y la persona que había inventado la alarma, debían de ser amigas porque eran las dos ideas más estúpidas que había escuchado.

Apagué la alarma y me levante de muy mala gana. Me di una rápida ducha y me puse unos jeans con una remera simple. Terminé de asearme y bajé a desayunar.

—Jude, no hay tiempo para desayunar. Tenemos que irnos.—habló mamá ansiosa.

¿Era en serio? ¿No iba a dejarme desayunar? Pero el desayuno es la comida más importante del día.
¡Que injusticia!

Suspiré y me subí al auto. Sorprendentemente el camino al aeropuerto fue más corto de lo que pensaba que sería y mientras más cerca estábamos, más se me estrujaba el corazón.

—Jude, por favor cuídate mucho. No provoques ningún problema a Mason y si sientes que algo anda mal, no dudes en avisarme.—dijo papá por milésima vez en media hora.

Estaba a punto de replicar cuando un anuncio me interrumpió. Era tiempo, le estaban pidiendo a los pasajeros del vuelo de mis padres, que abordaran el avión. Mis ojos se llenaron de lágrimas ¿Era posible que me doliera tanto el pecho? Supongo que era normal, iba a quedarme sola y no sabía por cuanto tiempo.

Mamá intentó decir algo, pero por primera vez desde que habíamos despertado, toda la alegría que tenía se había esfumada siendo reemplazada por lágrimas. Me abrazó fuertemente y me susurró al oído entre sollozos que me amaba, que volverían pronto. Eso esperaba.

—Lo lamento hija, lamento todo esto, es mi culpa. Pero tengo que hacerlo, por tu bien. Mason va a cuidarte bien ¿Si?—hizo una breve pausa para abrazarme.—Te amo, nunca te olvides de eso.

Esta situación me hacía sentir diminuta y frágil ¿Se suponía que tenía que vivir como si nada pasara después de que se fueran?

Me dieron un último vistazo y se alejaron para subirse a su vuelo.
Ahí me encontraba, con el corazón estrujado y un mar de lágrimas. Se habían ido.

Para colmo tenía que volver a casa caminando, porque no tenía licencia de conducir. Papá me había dado las llaves del auto, con la orden de pedirle a Matt que lo condujera de nuevo a casa.

—¿A dónde vas?—preguntó una profunda voz a mis espaldas.
Me giré para encontrarme con la mirada de Laurent. Lo último que quería era encontrarme al Douglas que me odiaba, pero ahí estaba parado frente a mi; viendo cómo yo me deshacía en lágrimas.

—A mi casa imbécil—dije malhumoradamente secando mis lágrimas. Laurent hizo una mueca de disgusto ante el cortante tono de mi respuesta.—Perdón, estoy teniendo una mañana pésima.

Sentí la necesidad de disculparme y así lo hice, después de todo él no tenía la culpa de nada. Aunque ¿Qué se suponía que hacia aquí?

—Está bien, lo entiendo. Vine a llevarte a casa, así que necesito las llaves del auto.—dijo restándole importancia.

—¿Por qué?—no es que desconfiara de él pero...qué digo ¡Claro que desconfiaba!

—Mason me pidió que te llevara a casa.—dijo como si fuera obvio. Así que suspiré y le di las llaves del auto. Para mi sorpresa, ni siquiera me preguntó qué auto era; sino que se subió en él sin siquiera dudarlo.

El camino fue silencioso, algo que solía odiar. Por eso siempre prendía la radio, pero no estaba de humor para eso ahora.
Mi celular sonó haciendo que Laurent me mirara con curiosidad. Lo ignoré al igual que a la llamada. Era Emma, pero no quería contestarle porque si lo hacía, de nuevo empezaría a llorar.

—¿No vas a atender?—preguntó Laurent y para mi sorpresa su pregunta no era fría como él solía serlo, sino más bien curiosa.

—No tengo muchos ánimos de hablar.—respondí en un suspiro. A ver, quizá estaba siendo algo exagerada, pero estaba muy triste. Me sentía traicionada por mi propia familia, porque me habían ocultado algo tan importante como la verdad acerca de papá; también me sentía enojada porque habían decidido irse lejos y dejarme sola.

—No vas a estar sola—dijo Laurent como si me hubiese leído la mente. Supongo que era obvio que pensaba eso.—Zanahoria, voy a cuidarte, no te preocupes.

—¡Guau, qué amable!—respondí sarcásticamente. No estaba de humor para que me molestara.

—Lo sé—dijo con una sonrisa y a decir verdad lo hubiese golpeado, pero verlo sonreír me hizo sentirme un poco mejor. Laurent solo intentaba animarme un poco, aunque a su rara manera.

Cuando llegamos a casa, Laurent estacionó el auto de mis padres en la puerta.

—Gracias por traerme Douglas—hablé amablemente ganándome una sonrisa de su parte.

—De nada Zanahoria. Si tienes algún problema, no dudes en llamar.—dijo para después bajarse de mi auto y subirse al suyo, que estaba estacionado en la vereda de mi casa. Me saludó con la mano y se fue rápidamente.
¿Cómo podía ser tan inconsciente y andar tan rápido? Apuesto que no tendría el cinturón de seguridad puesto.

Llené la bañera con agua caliente, prendí un par de velas aromáticas, me desvestí y me metí en ella.
Cerré los ojos y apoyé mi cabeza en el borde de la bañera. ¿Qué iba a hacer ahora?
Mamá y papá me había prohibido llamarles, decían que podía ser peligroso. Pero ¿Por qué? ¿De qué escapaba papá?
Después de estar por lo menos dos horas arrugándome en la bañera, me puse mi pijama y me acosté. Planeaba estar todo el día acostada durmiendo, así que silencié mi celular. No quería hablar con nadie, así que no iba a hacerlo.

No sé cuánto tiempo pasó, pero me quedé dormida. Me despertó un fuerte ruido abajo, en la zona de la cocina. Exaltada, miré la hora y comprobé que eran las 7 de la tarde.
Mierda, me tomé muy en serio la idea de pasar todo el día durmiendo.
Emma y Matt me habían dejado más de 30 llamadas perdidas cada uno. ¿Acaso no habían entendido el mensaje que les envié? Decía muy claramente: "Por favor, no me llamen. Estoy bien, pero no tengo ganas de hablar. Hablamos mañana".
¿Eran idiotas o qué? Tanto amor les había convertido el cerebro en algodón de azúcar.

Otro ruido. Mierda. Mierdaaaaa.
¡No me quiero morir todavía! ¡Soy muy joven y no soy virgen, pero mis labios lo son! No puedo morirme sin haber dado un beso en toda mi vida.

Me armé de valor y bajé a la cocina. Agarré silenciosamente un cuchillo por si tenía que defenderme y ¡Oh mierda! ¿Un tenedor? Había agarrado un tenedor, no podía tener tanta mala suerte.

Sigilosamente y en silencio, miré por todos lados. No había nadie, pero la ventana estaba rota; le había lanzado dos piedras. Tomé las piedras en mis manos y si no hubiese recordado que podía llamar a alguien por ayuda, me hubiese desmayado.

Temblorosa, tomé el celular y llamé a Laurent.

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¡Hola! ¡Espero que estés disfrutando la lectura! ¡Muchas gracias por leer!
—Luchi💫

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