Otra vez andaban de calientes en horas de labor. Pareciera que no se tocaran en meses, cuando la verdad era que solían satisfacerse bastante seguido y sin importar qué, como la vez que lo hicieron en la oficina con Horacio de espectador.
Ahora Gustabo estaba terminando de patrullar junto con su compañero, habían dejado el coche en el garaje e ingresaba a la comisaría. Al entrar no vió a ningún miembro de la malla, así que sin pudor fue directamente a los vestuarios, retirándose la parte superior del uniforme. Pegó un sobresalto al sentir unas manos en su cintura tocando hasta subir a su pecho, haciendo que se encorvara hacia atrás juntando su espalda con el torso de la otra persona, soltando leves suspiros.
Las manos ajenas comenzaron a descender, pasándolas por todo su abdomen plano, tocando la espalda baja hasta llegar a la pelvis de Gustabo. El sujeto sin vergüenza alguna desabrochó su pantalón, manoseando sobre la ropa interior. El castaño sentía como le temblaban las piernas, y aún más al percibir cómo le bajaban la ropa interior la cual consistía en unas braguitas rosas, últimamente ese tipo de prendas solía llamarle bastante la atención, lo cuál decidió comprarse más de éstas usándolas diariamente.
Podía sentir las grandes manos dejándolo con el cuerpo expuesto a merced de aquél sujeto y con unas grandiosas vistas de su trasero. Se alarmó al percatarse de un intruso en su interior abriéndose camino. Los suspiros pasaron a ser gemidos resonando en las paredes de los vestuarios.
Una mano se posó en su mentón haciendo que voltease a la persona que le hacía sentir mil y un cosas, encontrándose con el rostro sereno de Conway con sus lentes de sol puestos, los cuales se podía ver a través lo concentrado que estaba en el tema. El mayor de un rápido movimiento unió sus labios con Gustabo sintiendo ese sabor a cereza que se cargaba el menor, tan apetitosos para su gusto, eran una obsesión. El peligris observó el rostro del más bajo, los ojos entrecerrados y acuosos debido al placer que todo le estaba causando, a la vez que notaba las mejillas sonrojadas y que le daba ese toque adorable. No dudó en retomar los besos nuevamente, introduciendo su lengua sintiendo como Gustabo quería iniciar una lucha entre éstas, la cuál Conway ganó. Los besos del superintendente bajaron hasta los hombros e incluso el cuello del castaño dejando marcas de sus dientes como si quisiera marcar territorio a pesar de que la mayoría en el cnp sabía de su relación.
Sin dudarlo, el mayor puso sus manos en el trasero del menor masajeando todo a su gusto, y abriéndolas para ver aquel hoyo rosado que le daba tanto placer al introducirse en él. Poco a poco fue introduciendo un dedo con la intención de no hacerle tanto daño a Gustabo. Lentamente a medida que pasaba el tiempo, el castaño parecía querer más al dar movimientos hacía atrás en busca de más contacto, por lo que el intendente los sacó reemplazándolos por su miembro, poniendo la punta y sin que se lo esperara, entró de una estocada escuchando un quejido del menor. Para tranquilizarlo y que se olvidara del dolor, comenzó a estimularlo de la parte delantera. Con su firme manó sujetó el falo del pequeño para masturbarlo, pasando su pulgar en la punta haciendo que se retuerza, lo que le sacó una sonrisa al ver que se ponía así por él, era el único capaz en provocarlo de esa manera y lo sabía, Gustabo era solo suyo, se podría considerar tóxico, pues no. Solamente era posesivo, para muchos era lo mismo pero no iba a perder su orgullo, así que se escudaba con eso.
Luego de un rato, las estocadas aumentaron considerablemente el ritmo al mismo tiempo que el vaivén de la mano de Conway con el miembro de Gustabo. Sin aguantarse ambos se corrieron, el menor manchando el casillero que tenía delante ya que en todo momento estuvieron de pie, mientras que el intendente se corrió dentro, haciendo que el pequeño sintiera calor en el interior.
Conway se acomodó las prendas, viendo al menor que ni siquiera podía mantenerse de pie e intentando agarrarse de los casilleros, casi fracasando de no ser por las manos del intendente sujetándolo de la cintura atrayéndolo hacia su cuerpo e hizo que se apoyase en él. Necesitaban descansar por lo que con cuidado vistió a su novio que estaba empezando a dormirse sobre sus hombros.
Una vez cambiados, el peligris cargó el cuerpo del pequeño para llevarlo hacia su despacho donde lo dejó descansar en uno de los sofás, mientras que él se encargaba del papeleo diario. En una ocasión dirigió su mirada al cuerpo que dormía tranquilamente e inconscientemente sonrió, hace cuanto no se daba el lujo de tener una relación amorosa desde aquella tragedia. Se podría decir que él, Jack Conway era finalmente feliz luego de varios años y realmente agradecía haber conocido a Gustabo.
🚓💕