Los rumores dicen que un temible licántropo vive en las profundidades de un bosque, acosado continuamente por la crueldad humana.
Ellos quieren matarlos. Construir en su tierra y enterrar su cabeza en una pica.
¿Él? solo quería proteger a la única...
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—¡Kanao! ¡Kanao!
Corrió con todo lo que daban sus piernas y agarró a la pequeña Kanao que huía hacía el bosque. La niña comenzó a forcejear inútilmente tratando de zafarse del agarre de su hermana mayor la cuál no estaba dispuesta a que lo lograra.
—¡Sueltame! ¡Quiero ir! —gritó Kanao cerrando los ojos.
—¡Es peligroso ir al bosque de noche, Kanao! —respondió su hermana, Kanae Kochō con preocupación —. Esta lleno de criaturas peligrosas.
—¡El niño también esta ahí! —dejó de resistirse y miro fijamente a los ojos grises de su hermana —. Kanae-nee-san, creeme...
—Los licántropos no existen, Kanao.
—¡Él si! —aseguró Kanao. Le dolía que no le creyeran, nadie lo hacía, ni siquiera su hermana.
Sintió un nudo en su garganta y comenzó a lagrimear frente a su hermana. Kanae la abrazó, tratando de darle algo de calor bajo la fría noche en la que se encontraban.
—Los demás niños se burlan de mi cuando les digo que yo lo vi, creen que soy rara, sus padres también y ya no les dejan que jueguen conmigo, dicen que soy mala influencia o qué estoy loca. —lloró Kanao correspondiendo el abrazo.
Quería entrar al bosque y encontrarlo. Quería que se hicieran amigos, que jugarán juntos, presentarlo a los demás niños del pueblo y cuando todos supieran que él de verdad existía, dejarían de molestarla.
Creyó mal. Siempre que intentaba entrar alguien la detenía. Cada vez que insistía más se alejaban de ella.
Kanae y el resto de la familia ya no sabían que hacer para ayudarla. No podían creerle, al menos no totalmente, y la única manera de hacerlo era entrando en el bosque y confirmarlo, cosa que en si, era casi imposible debido a la cantidad de criaturas que vivían en él.
Los licántropos —que supuestamente llevaban siglos extintos— no eran el único peligro andante sobre la tierra en la que vivían.
Y la familia Kochō entendió ese hecho a la perfección aquel día en que la pequeña Kanao se quedó sola contra el despiadado futuro que le esperaba.
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