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El infierno de ella

¿Alguna escuchaste sobre los burdeles? Ya sabes, donde los hombres buscan divertiste por una noche aprovechándose de las trabajadoras. Y aún así, ¿Sabes qué hay detrás de esos lugares? ¿Qué ocultan?

Mi nombre es Rose, dos años atrás me raptaron de mi hogar, me llevaron desde Estambul a Manisa y me vendieron a un hombre que me pondría al servicio junto a otras muchachas, desde aquel momento fui manchada, denigrada y maltratada perdiendo mi nobleza.

—¡Vamos Rose, a trabajar!—El dueño del lugar exclamaba molesto.

Desde los 16 años me entregaron a un hombre el cual pagó lo mínimo por mi servicio, obligada sin saber nada del mundo exterior sin familia o un lugar al cual acudir.

Ahora miraba como una de las trabajadoras mayores bailaba complaciendo a los hombres que la observaban, yo iba de un lado al otro sirviendo las bebidas de los clientes que nos visitaban.

—¡Mi querida Rose!

A mis espaldas resonó la voz de Cem Efendi, el dueño del burdel donde trabajaba.

—Querida, el señor ha pagado un precio justo por ti, acompáñalo.—Ordenó.

Asentí dejando los tragos en la mesa y sujetando el hombro de aquel señor que al menos me doblaba la edad, nunca había sentido gusto cuando tenía que pasar la noche con ellos, al principio dolía físicamente, luego mi alma lloraba y después dejé de sentir, mi mente escapaba a otro lado hasta que finalmente terminara la pesadilla.

—¿Por qué esa cara larga? Linda.—Sonrió una vez me senté en la cama esperando ser despojada de mis ropas.

—No paga por hablar conmigo, así que-

Su mano me golpeó con fuerza mientras podía sentir aquel olor fuerte que hacía notar su estado etílico.

—Si vuelves a hablarme así haré que te maten, maldita sabandija.—Gruñó.

—S-Suéltame... Lo siento.—Traté de calmarlo pero en su lugar recibí una bofetada.

—Claro que lo vas a lamentar.

Grité cuando bruscamente me recostó haciendo presión en mi garganta al mismo tiempo que intentaba quitar mi ropa.

—¡Jenízaros!

Los gritos se escucharon en todas las habitaciones, habían entrado a encerrar a los clientes y trabajadores, pronto en la habitación entraron los uniformados quienes aprisionaron al efendi mientras yo intentaba cubrirme entre lloriqueos nerviosos.

—¡Esa mujer me sedujo! ¡Yo no tengo la culpa de nada!—Gritó mientras lo sacaban de ahí.

—Lleven a todos estos cerdos a la cárcel, me aseguraré de que reciban un castigo.

—Como usted desee, alteza.—Habló antes de irse con aquel hombre.

Mi corazón se aceleró mientras mis lágrimas se llenaron de lágrimas.

—Majestad...—Lo llamé tratando de acercarme a él.

—No te atrevas a acercarte, mujer inmoral.—Uno de sus guardias se puso frente a el.

—Déjala.—Su mano se levantó en señal de orden.

De rodillas suplique mientras un nudo se formaba en mi garganta.

—Se lo ruego, envíeme a mi hogar... Vengo de Grecia, me raptaron, me trajeron hasta aquí y me vendieron... Por favor, tenga piedad, mi único deseo es reunirme con mi familia.

El pelirrojo se silenció un instante, pero su respuesta no fue la que esperaba.

—Llévenla al castillo.

Y se marchó dejándome ahí peleando contra el guardia quien me sujetó.

—¡Su alteza! ¡Por favor!

Pero no me escuchó.

I Will |Principe Selim.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora