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Topkapi
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A cada día la espera se hacía más corta, su vientre había crecido pues ya con 5 meses el embarazo había hecho grandes cambios en su cuerpo, su barriga resaltaba entre los planos vientres en el harem, murmullos decían lo tierna que se veía al caminar del brazo del príncipe durante las mañanas o cuando comía en el harem mientras hablaba con las concubinas, era muy querida por las criadas pero no por la familia real.

—Dilara, me da gusto verte.—El pelirrojo la miró entrar a sus aposentos con un vestido bastante flojo para no incomodarla.

—Quise visitarlo antes de ir a ver a la doctora.—Rodeó el cuerpo del príncipe quien no dudó en recibirla.

—¿Todo está bien?—Preguntó curioso.

—Solo van a recomendarme unas plantas medicinales, quieren que mi niño nazca sano y fuerte... Estoy por entrar al sexto mes y las doctoras piensan que es el más crítico en los embarazos.

Selim no dudó en besar el rostro de su favorita transmitiéndole así la calma que necesitaba.

—Todo irá bien, mi hermosa Dilara.

—Agradezco todo el cariño que me da, príncipe.—Sonrió cálidamente.—Nunca terminaré de pagar su bondad.

—Con tu presencia todo ha quedado saldado.—Aseguró.—Haces mis días felices, no había apreciado tanto la vida hasta que te conocí y estoy seguro de que a tu lado nada podrá hacerme mal.

—Discúlpeme, príncipe...

Dilara tomó la iniciativa y por primera vez sus labios se encontraron haciéndoles sentir un torbellino de emociones, una fusión de amor y pasión que los envolvió por completo. Fue un beso que transmitió la ternura de un amor profundo y la fuerza de una pasión indomable. Cada roce de sus labios era una declaración de amor apasionado, un lenguaje silencioso que hablaba de su conexión única y ardiente.

En ese momento, el mundo se desvaneció a su alrededor, dejando solo espacio para la magia y el fuego que ardía entre ellos, pero aquella felicidad no duró mucho pues Dilara sintió vergüenza de su acción al instante, sin dejarlo decir nada le mostró una sonrisa mientras lo reverenciaba para así poder marcharse.

—Dilara.—Nurbanu habló al encontrarla.—¿Como va tu embarazo?

La azabache suspiró al detenerse, después de aquel momento no le hacía nada de gracia verla.

—Bien, las náuseas finalmente cesaron.—Suspiró sin quitarle la mirada de encima pues conocía el poco interés de ella con su embarazo.—Aún así he disfrutado de cada etapa durante estos meses, no dudaría en darle más hijos al príncipe.

La falsa sonrisa de Nurbanu desapareció, no podía contener su ira ante la hipocresía de la criada y más aún cuando por su culpa ella ya no visitaba al príncipe con la misma frecuencia que antes y cuando lo hacía era porque ella lo visitaba, pero el no la llamaba, no la hacía sentir amada.

—¿De que forma? Dilara.—El sarcasmo en su voz apareció.—El burdel en el que trabajabas ya no existe, no pueden volver a embarazarte para que proclames a tu bastardo como legítimo.

—Basta Nurbanu, no es mi culpa que mi principe ya no disfrute a tu lado... No creas que en el harem no estamos enterada de que te marchas la misma noche que entras a sus aposentos.—Se burló.

—Eres una insolente.—Aguantó las ganas de abofetearla pues por su estado era casi inmune.

—No te martirices con eso, cuando mi hijo nazca no volverá a llamarte.

Finalmente se marchó dejando a una Nurbanu llena de resentimiento, ¿Todo el harem ya estaba enterado de su fracaso? Tenía que apresurarse y quitarla de su camino para recuperar su puesto.

—Mi sultana.—Uno de los guardias del príncipe llegó a ella.—El príncipe desea verla en sus aposentos.

—Ahí estaré.—Aseguró.

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Después de un acalorado encuentro entre el príncipe y la sultana este se levantó de la cama cubriendo su cuerpo, mientras Nurbanu lo veía incrédula pues ya nada era como antes, eso le dolía pues en su memoria estaban las noches de pasión y cariño, recordaba la sensación de dormir y despertar a su lado, cada beso lleno de amor que compartían y los poemas que el le recitaba, todo aquello se había disminuido a un simple encuentro en la cama para después pedirle que se marchara como si sus sentimientos no significaran nada para el.

—Selim...—Una vez vestida, Nurbanu se acercó a el tratando de recuperar un poco del pasado.—Mi amor, he extrañado estar contigo como no tienes idea.

—Lamento si sientes que te he dejado de lado, ser protector del imperio es un trabajo muy pesado.—Admitió mientras se dirigía al escritorio dispuesto a escribir cartas para el sultán reportando anomalías durante su ausencia.

—Aún así te has dado el tiempo para estar con Dilara.—Caminó quedándose atrás de la silla para poder colocar sus manos en los hombros del príncipe.—Es ella con quien compartes tus noches, ¿Cuando fue la última vez que me buscaste a mi para comer en el jardín? O ¿El último poema que escribiste para mi?

Una lagrima resbaló en el rostro de la sultana, odiaba a Dilara pero mucho más se odiaba a sí misma pues se sentía culpable de perder al amor de su vida, lo había dejado todo atrás por el, su hogar, su nombre y religión. Todo para ser la mujer perfecta para el.

—¿Es que acaso ya no me amas?—Murmuró apretando sus ojos en un intento de cesar el llanto.—¿Todo lo que pasamos no tiene ningún valor para ti?

Selim llevó su mano a la de Nurbanu la cual todavía reposaba en su hombro, para el tampoco era fácil traicionar a la mujer que quiso por tantos años, a la madre de su hijo. Pero el no mandaba en su corazón.

—Eres muy preciada para mi... Pero tienes razón, mereces saber la verdad.—Habló con un nudo en la garganta.—No te amo.

I Will |Principe Selim.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora