XLII. Preparativos.

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En medio del bosque, lo único que se podía escuchar era la fina plata convertida en flechas atravesando la corteza de un árbol repetidas veces. Tzuyu no sabía con exactitud cuántas horas se la había pasado allí, pero necesitaba descargar su frustración de alguna forma. El sudor se deslizaba desde su sien hasta la barbilla e ignoraba el dolor en su pecho ante el sobre esfuerzo que estaba haciendo. El blanco que había colgado en el árbol estaba más que destruido.

Una cosa, solo una cosa tuvo que hacer y había fallado.

«Lisa

Su ceño se frunció y ante la fuerza que ejerció sobre el arco la fina cuerda que unía ambos extremos se rompió. Apretó los dientes e ignoró los cortes que sus dedos habían recibido dejando caer su arma rota para caminar -con cierta dificultad gracias a su herida- hasta el árbol y así recoger sus flechas.

Hades, quien la había estado vigilando en silencio se preocupó cuando la joven al no poder sacar las flechas pateo y golpeó la corteza una y otra vez sin importarle abrir la herida en su muslo que no estaba del todo curada.

— Tzuyu... — Llamó mientras se dejaba caer de la rama más alta. — Tzuyu.

— Traidora. — Habló con sus nudillos entumecidos y sus piernas cansadas. — Traidora... ¡Maldita traidora! — No pudo seguir autolesionándose cuando los brazos del dios rodearon su cintura y la alejaron de allí.

— Es suficiente. Deja de hacerlo. — Pidió dejándola nuevamente sobre el suelo. — No puedes seguir así, deja de dañarte.

Tzuyu apretó los dientes, quedándose quieta en su lugar antes de dejarse caer sobre el césped, frotando su rostro con cansancio y a la vez, manchándose con su propia sangre. Los punzones sobre su muslo fueron extendiéndose por toda la pierna.

— ¿Por qué pasó esto? — Preguntó en voz baja. — Ella no se merecía esto.

El dios exhaló con fuerzo mientras se arrodillaba frente a la muchacha, sus ojos inspeccionaron todas las heridas que cubrían las manos de la menor. — Veremos la forma de ayudarla. Te lo prometo.

— No prometas cosas que jamás ocurrirán. — Sabía que Hades no tenía la culpa de lo ocurrido, sin embargo, carecía del ánimo como para intentar ser positiva.

La comprendía, claro que lo hacía, por lo que no se permitió enfadarse, por el contrario, le dedicó una sonrisa mientras bajaba la mirada hasta la tela enrojecida. — La ayudaremos, pero juro que te mantendré alejada de todo si sigues haciéndote daño. — El muslo de la muchacha sanaba con lentitud, después de todo, apenas era una chica mortal con pequeñísimos dones heredados de Iris. — No podrás ayudar a nadie si te encuentras en estas condiciones, ¿o me equivoco?

Tzuyu giró su rostro, enojada y avergonzada. Quizá su comportamiento no estaba siendo el más ejemplar, pero no tenía ni una pequeña idea de cómo transmitir su frustración. — Lo lamento. No quise hablarte así.

— Espero que tomes en cuenta lo que te dije. — El dios se levantó y ayudó a la chica a hacerlo también. — Y sí, señorita, es tu primera advertencia.

La joven sonrió. — Haré mi mejor esfuerzo.

— Eso quería escuchar. — El dios se alejó unos metros y tomó entre sus manos el arco.— También tengo curiosidad... ¿sabes cómo está esa muchacha? ¿NaYeon?

La felicidad en el rostro de la menor desapareció, ella podía estar pasándola mal, pero no era nada en comparación con NaYeon. Verla era ver a la tristeza personificada incluso si intentaba ocultarlo. Todavía podía recordar el llanto y la desesperación de la coreana al enterarse.

↳ Olympus┇ MinaYeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora