•••La famosa frase "tus deseos son órdenes" parecía haber sido inventada para Afrodita, desde que la japonesa tenía memoria siempre había visto a la diosa como un ser lleno de poder y con una habilidad nata de convencer a cualquiera a cumplir todo capricho que se le ocurriera. Su belleza y sensualidad eran el perfecto complemento a su gran elocuencia; con las palabras correctas en el momento adecuado había logrado tener a Mina a sus pies, alabándola como la diosa que es y cumpliendo sus pedidos sin chistar. Ambas se beneficiaban, no había duda. Mina se consideraba afortunada por ser quien tenía toda la atención de Afrodita, sin embargo, todo lo bueno tiene su fin dicen algunos.
La situación actual por la que Mina estaba pasando no se resolvería si volvía a pasar una noche con la hermosa diosa, no se resolvería teniéndola entre sus brazos tratando de convencerla para que se quedara a su lado –porque ya lo había intentado–.
Afrodita se amaba a sí misma, más de lo que cualquier ególatra podría hacerlo y Mina, por un pequeño periodo de tiempo, pensó que ella era la que estaba en segundo lugar. Malo fue darse cuenta que las joyas y riquezas que el Olimpo le ofrecía le superaban por mucho.
Es ahí donde reside la razón de su actual decisión. No necesitaba a alguien que jugara para ambos bandos.
Hefesto le daba innumerables riquezas y ella se encargaba del placer. Pero al final de todo, ¿por quién apostaría Afrodita? Cuando todo sea un caos, ¿por quién lucharía? Su promesa de defenderla a toda costa empezaba a no tener valor para la japonesa y no porque quisiera, había aprendido por las malas que no debía confiar en el Concilio, sea quien sea.
La desconfianza era un sentimiento impregnado en Mina, y sabía que debía establecer un límite a su relación con la diosa. Permitirle entrometerse en su vida era un error, ¿quién le aseguraba que no fue Afrodita quien le brindó a los demás la información necesaria para atacarla? Estaba Ezio, sí, pero podría no haber actuado solo.
Sabía que si a NaYeon le ponían sobre una mesa todo el dinero que una persona podría desear a cambio de traicionarla jamás lo aceptaría, sin embargo, le resultaba decepcionante el no poder poner las manos al fuego por Afrodita, no podía imaginar la respuesta de la diosa si le ofrecían la joya más hermosa.
Odiaba las comparaciones, pero a veces eran necesarias para decidir lo que haría.
Después de ver a NaYeon partir supo lo que debía hacer con la mujer que la esperaba en la sala de su casa.
«Establecer límites.» Se repitió mentalmente cuando cruzó la puerta, Tzuyu al parecer no regresaba y lo único que encontró fue a Afrodita sentada a mitad del sofá, con las piernas cruzadas y una expresión difícil de descifrar. ¿Estaba enojada por esperar? No parecía. ¿Feliz de verla? Tampoco. ¿Le dolía algo? Tal vez el orgullo al esperar por alguien que había preferido a una mortal que a ella.
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↳ Olympus┇ MinaYeon
Fanfiction| completada | Despreciado y a la vez temido, Ares se convirtió en padre. Decidido a cumplir sus deseos de venganza mantuvo con vida a su hija para convertirla en una grandiosa guerrera. Pero no contaría con la improvista orden de su padre. Zeus...