Eran hipócritas.
Los héroes eran todos unos hipócritas de mierda.
Abusaban de su poder. Perseguían el reconocimiento de la gente, por fama, un supuesto honor.
Desde pequeño, Tsukusama Kumo había sido gran fan de los héroes. Sin embargo, luego de un...
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Narrador Omnisciente.
Aún era de tarde.
Lo sabía por aquellos tonos rojizos y naranjosos que predominaban en el cielo. Con unas pequeñas pero esponjosas nubes haciendole compañía a aquellos colores tan suaves y llamativos que dañaban sus ojos. Era un espectáculo digno de ver. Incluso las puntas de los edificios, y algunos árboles a la distancia le daban un toque más mágico y especial. Pero, no estaba de ánimos para perderse entre colores o nubes suaves.
Estaba realmente agotado.
Había salido hacía unas horas del instituto, luego de llevarse un regaño por parte de EraserHead -ante su huida en la práctica de héroes-, demorando más de media hora. "No seas un irrespetuoso", "¿Golpear las manos de una mujer que trataba de ayudarte, que es eso?" "Desastre, no vuelvas a hacerlo, ¿Quien te educó?". Todas esas palabras se habían clavado en él como un fuerte flechazo, o mejor dicho, unas pequeñas pero molestas dagas.
Para su desgracia, su progenitora murió antes de educarle más adecuadamente sobre algunos comportamientos, que, el día de hoy no debería llevar. ¿Que culpa tenía él? Su progenitor, bueno, de él ni hablar, no sabía nada realmente por el momento, poco le importaba si seguía vivo de todos modos.
Esos comentarios que buscaban regañarlo y tratar de hacerle entender que había hecho mal, llegaron de otra forma en el muchacho, en forma de un dolor molesto que se alojaba en su pecho constantemente, no dejándolo si quiera un solo segundo, ni aunque intente realizar cualquier tipo de actividad. De todos modos, ¿Tan mal había actuado?
Steicy le había dicho que era bueno que no había vomitado frente a un héroe, que era un logro, un progreso. También le había dicho que intentara acercarse a sus compañeros, que no era mala idea tratar de pasar esos años en los que estaría con ellos, de una manera más reconfortante.
Pero, más de allá, sobre lo que hizo o dijo, no le menciono nada más. Por lo que, podía asimilar que su comportamiento había estado no tan errado después de todo. Aunque en su mente las palabras del héroe pelinegro seguían retumbando y molestándole cada vez más.
—¿Kumito?.-
El pelinegro había ingresado a una tienda de convivencia, no muy grande, pero reconfortante y llena de productos para la venta, que estaba a una cuadra del departamento en el que vivía.
Ya había un par de personas allí, que, al escuchar a la mujer hablar, se le quedaron mirando unos momentos para luego volver a elegir los productos que comprarían. Una mujer mayor, de no más de sesenta años, ajustó sus lentes detrás del mostrador, teniendo problemas para reconocer al joven que había ingresado.
Unas mejillas regordetas y rosadas se estiraron al sonreír. Y unos ojos rasgados pero llenos de vida lo admiraron.