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Decimocuarta noche.
Sin memorias.

Había sido un día largo.

Con la muerte a un suspiro de distancia, que un día se volviera largo tendría que ser algo por lo que estar agradecido. Sin embargo, Seokjin pasó todo el día con su familia y Hoseok, perdiéndose en sus pensamientos con demasiada facilidad. Las dudas asaltaban su mente con frecuencia ante el paso de los minutos, y odiaba no tener a nadie quien pudiera ayudarlo a resolverlas. Al final del día, cuando la noche llegó y quizás la conexión con una nueva memoria lo ayudaría, no supo si sentirse decepcionado o temeroso de aparecer en la infinita oscuridad.

Seokjin recordaba perfectamente la última vez que se sintió a la deriva de aquel vacío, pues fue exactamente 15 noches atrás, cuando Cupido se atrevió a invadir su sueño, revelándole el final de sus días para concederle sus privilegios. Pero no se suponía que tenía que volver ahí. Aún le quedaban 2 noches con Yoongi, según decían los datos de sus antepasados, así que, ¿por qué estaba ahí?

Alzó su vista cuando un brillo llamó su atención. Como un estallido de luz, un hermoso joven apareció frente a él, mirándolo fijamente. Seokjin sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando este le dedicó una sonrisa.

―Kim Seokjin, veinteavo descendiente del clan de Kim Seokmin, es un gusto conocerte al fin

―No eres Cupido ―fue todo lo dijo Seokjin, preguntándose quién era aquel que interrumpía su sueño―.

―Lo siento, me temo que no es el turno de mi hermano mayor para presentarse ante ti ―continuó sonriendo―. Mi nombre es Anteros

Seokjin lo estudió al escuchar su nombre. Mientras Cupido tenía rizos dorados y desordenados, luciendo como un niño, Anteros era un joven atractivo de largo cabello sedoso y la postura de un noble. Cupido no había dudado en revolotear sus pequeñas alas alrededor de él hace unas noches, transmitiendo burla con su sonrisa, a pesar de sus ojos vendados, mientras que Anteros permanecía tranquilo y sus majestuosas alas de mariposa estaban quietas, sin buscar su admiración. Por último, Anteros no cargaba flechas, a diferencia de su hermano que parecía bastante orgulloso de ellas.

Pero, ¿por qué Anteros había querido verlo?

Seokjin intentó recordar todos los detalles posibles de su investigación pasada sobre Cupido y todo aquel que se le relacionaba, y un dato mucho más importante que su apariencia vino a su mente.

Cupido era el Dios del amor. El primer amor. El amor inocente, ciego y egoísta. El amor que carece de lógica y sentido común, que dura tanto como una primera impresión o una simple idealización. Como si de un juego se tratara, Cupido lanzaría flechas de oro a los humanos para hacerlos caer de amor, solo para luego dispararles flechas de plomo que los harían olvidar y perder lo que alguna vez desearon.

Mientras que Anteros...

Anteros era todo lo que Cupido no podía conseguir. Anteros era el Dios del amor correspondido, apasionado y sabio. Anteros era la representación madura del amor que su hermano mayor no podía ver. Y por eso las leyendas presumían de su mala relación.

Sin embargo, ahí estaba el menor ahora.

―Sabes quién soy ―murmuró el Dios con convicción ante la mirada de admiración del joven―. Pero quieres saber qué hago aquí

―Mi antepasado fue castigado por Cupido, no por ti

―Mi hermano y yo somos contrarios, pero necesitamos estar juntos para subsistir. El amor no es solo su extremo o el mío ―explicó con delicadeza―. Tu amor por Min Yoongi no es solo obra de Cupido ―sentenció finalmente, arrodillándose frente al confuso humano―. Desde que Kim Seokmin, tu antepasado, intentó manipular el amor y fue castigado, muchas generaciones lucharon por conseguir lo que tú. Es cierto, varios desistieron, pero también varios hicieron todo por su destinado, esperando alcanzar la profecía prometida por mi hermano

Mundo fabricado [KSJ+MYG]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora