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· 15 de diciembre de 2019.

Seokjin se paró frente al escaparate de la que solía ser una tienda de música. El lugar finalmente había sido vendido y probablemente un local más rentable la reemplazaría. La antigua tienda del señor Soon poco a poco había perdido valor entre lugares mucho más actualizados, hasta que ya no hubo nada que rescatar.

Se preguntó si Yoongi estaba al tanto de ello.

En el pasado, cuando eran niños en su transición a la adolescencia, fueron incontables las veces que lo vio ahí de pie. Y más de una vez, también, el menor se dejó llevar por su curiosidad para entrar a la tienda y rozar sus dedos contra las teclas de un viejo piano café. Jamás lo tocó realmente. Pero, incluso a escondidas de él, Seokjin pudo notar el profundo interés que tenía su amado sobre aquel instrumento. Lamentablemente, Yoongi jamás podría recibir lecciones de piano ni mucho menos tener acceso a uno. Así que fue en ese entonces donde una pequeña idea cruzó por su cabeza.

Seokjin suspiró con melancolía, recordando esas tristes fechas.

Sexta memoria.
31 de marzo de 2006.

A pesar de que ese año apenas estaba empezando, Seokjin podía afirmar con seguridad que ese sería uno de los peores años en la vida de Yoongi. Marzo había sido un mes caótico y todos los sucesos que acontecieron en la vida del menor pasaron demasiado rápido como para digerirlos.

Yoongi intentó volver a casa después de su huida, por supuesto. Para alguien de apenas 13 años, no había manera de sobrevivir al mundo exterior, incluso si la situación en su hogar ya era lo suficientemente difícil. Por, sobre todo, el menor se rindió ante sus deseos de volver a estudiar, pues el paso de los días le provocaba ansiedad ante la pérdida de clases. Además, sabía que su profesora había estado preguntando por él. Y, tal como temió, una nueva golpiza fue la que recibió tras volver. Jamás olvidaría la voz ebria de su padre, gritándole que mejor no hubiera regresado.

A pesar de ello, se esforzó en ocultar los golpes, como siempre. Incluso si eran visibles, intentaría inventar una excusa. Sin embargo, nunca contó con que una adulta, finalmente, se preocupara por él. Su profesora a cargo no sólo lo interrogó con preocupación por sus dos semanas de ausencia, sino que incluso fue lo suficientemente lejos como para preguntar por su estado. El sudor en las manos del joven, la manera en que esquivaba la mirada y el pequeño temblor en su cuerpo que intentaba disimular, encendieron todas las alarmas para aquella mujer.

Así que luego de hacer un llamado a un asistente social, todo sucedió en un parpadeo. Yoongi recuerda los alegatos de su padre contra las autoridades, tanto como recuerda la gentil mano que presionaba su hombro, asegurándole que ahora las cosas cambiarían. Su profesora le salvó la vida en aquel entonces. Y, debido a que no existía familiar que pudiera hacerse de él, terminó viviendo junto a otro grupo de menores de edad en una casa de acogida, dentro de la misma zona.

O, bien, un orfanato.

Lo que alguna vez para Yoongi fue sinónimo de terror, terminó siendo el hogar, algo inusual, que le brindó las herramientas para salir adelante. Y su profesora de escuela media siempre estuvo ahí para él también.

Seokjin recordaba esos días, cuando la vida de Yoongi apenas acababa de ser sacudida una vez más. El menor había faltado a clases esa última semana, adaptándose a su nuevo hogar, y él se ofreció para llevarle los deberes.

Se detuvo en esa tienda de música, camino al orfanato. La imagen de Yoongi mirando con anhelo el lugar, removió su corazón con pena. Después de tantas cosas malas, el niño necesitaba algo de felicidad. ¡Él quería ser parte de esa felicidad! Así que, hablando con el vendedor y ante su falta de ingresos con sus cortos 14 años, llegó a conocer lo único que podía permitirse y ser del gusto del menor: una melódica.

Mundo fabricado [KSJ+MYG]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora