05- Soulmates

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05- Soulmates

(AU fantasía medieval)

Lo que a primera vista podía parecer un mito o una invención creada como un cuento antes de ir a dormir, en realidad es más verídico de lo que uno imagina. Pero el humano peca en creer solo lo que ve con sus propios ojos. Por eso, no resulta extraño que nadie logre ver el reconocido "Hilo rojo del destino". Un hilo rojo y largo que une los dedos meñiques de dos almas gemelas sin importar lo lejanas que estén físicamente. El hilo jamás se romperá y se encargará de que algún día, las almas destinadas se unan por siempre.

Sin embargo, existen pequeñas diferencias cada cierto tiempo. Como almas gemelas que nunca se llegan a encontrar... o personas que pueden ver este ojo porque logran visualizar más de lo que alguien normal podría ver.

Ese fue el caso de Emma, una joven aprendiz de hechicera que vivía en un pequeño pueblo gobernado por la familia real Ratri. Emma era una chica noble, de corazón puro y encantadora, además de inteligente y hábil. Toda la gente del pueblo la conocía por su labor de hechicería con magia blanca... y por poseer la extraña habilidad de poder visualizar aquel hilo rojo que indicaba a las parejas destinadas. Más de una vez, algún individuo desesperado o un joven en la edad de la alteración absoluta a nivel físico y mental, recurrían a ella para preguntarle por la existencia de su respectiva "alma gemela". Sin embargo, la chica nunca daba una respuesta concreta; respondía con pistas vagas o acertijos que otorgarían la respuesta correcta si eran descifrados. La joven de cabello alborotado y anaranjado como un atardecer en el océano, solía reír y explicar que si ella otorgara la respuesta abiertamente, eso sería como hacerle trampa al destino y a la vida. Gracias a su dulzura y su mirada de mujer inmaculada y dulce, las personas acababan acostumbrándose a los trucos de sus palabras y la terminaron por considerar la luz más hermosa de aquel pueblo.

Sin embargo, la menor solía preguntarse a sí misma quien sería su alma gemela. Que clase de persona estaría al otro lado del hilo rojo que visualizaba ya en su dedo meñique. Porque aquel hilo iba más allá del pueblo, parecía perderse en la espesura del bosque en el mundo externo al lugar que la había visto nacer y crecer. Se cuestionaba si acaso en algún momento su persona destinada vendría a sus brazos o acaso ella misma debería ir a buscarlo. O si acaso... pasara a vivir la tragedia de morir solos sin haberse visto los rostros ni haberse enamorado. De solo visualizar esa posibilidad, sentía que le estrujaban el corazón y le ardían sus hermosos ojitos de verde primavera. Por eso, se esforzaba por mantener su optimismo y sonreír de forma luminosa, creyendo que la posibilidad de ser feliz junto a su alma gemela si existía.

Pero un oscuro día, la pequeña luz del pueblo tuvo que desaparecer para siempre de sus vidas. Al trono, había subido el hermano menor Peter Ratri, convirtiéndose en rey. Los rumores manchados de codicia y envidia decían que él había asesinado a su propio hermano para quedarse con la corona. Y por supuesto no tardó en hacer de las suyas con tal de asegurar su puesto como soberano. Atemorizado de la existencia de practicantes de magia ante la posibilidad de que estos se transformaran en un escudo leal del pueblo si él intentaba dañarles, declaró inmediatamente la orden de condenarlos a muerte por decapitación bajo el cargo rebuscado de perjudicar a los pueblerinos. La noticia se esparció como pólvora entre los habitantes y no tardó en llegar a los oídos de Emma y su mentora hechicera Mujika, una mujer demonio que fácilmente podía pasar como humana. El miedo las invadió y por consejo de sus propios cercanos y amigos decidieron huir aquella misma noche de aquel reino que había perdido su belleza desde que Peter Ratri se sentó en el trono. Para bendición de ambas, los pueblerinos acordaron ayudarlas a escapar, prometiéndolo con el dolor de perder a su niña más preciada, pero bajo la esperanza de que esta viviera feliz y fuera de peligro.

Cuando la oscuridad nocturna bañó aquel lugar con su manto fúnebre, Mujika y Emma se dispusieron a huir con unas pocas pertenencias de su hogar bajo la promesa de volver algún día y ayudar a sus amigos y salvar aquel reino que les había abierto las puertas en su momento. La tragedia sin embargo, se avecinó cual cruel avalancha cuando Peter Ratri y sus servidores más despiadados irrumpieron en el pueblo al enterarse del intento de escape de dos "brujas malvadas". A pesar de los intentos desesperados de la gente por desviarlos de su objetivo o retenerlos, muchas vidas fueron cobradas aquella desolada noche, incluyendo la de Mujika al proteger a su querida aprendiz de la muerte. Teñida su vestimenta con la sangre de su mentora, suciedad al haber sido golpeada contra el suelo por sus enemigos y lágrimas escurridas con crueldad por su carita, Emma logró ser arrancada de las garras de Ratri por la intervención de una chica de brusco carácter llamada Barbara y ella misma la llevó a la entrada de la espesura del bosque. Llorando en silencio y ahora solo portando consigo su báculo, Emma le agradeció con el alma sangrante a su salvadora y huyó a lo más profundo del bosque, comenzando a sentir el escozor de sus heridas a medida que la energía se agotaba. La tragedia de la muerte de su querida mentora Mujika, quien fue más como una madre para ella, la persecución injusta en su contra y la necesidad de abandonar lo que alguna vez fue su hogar, fueron suficiente carga emocional como para hacerla perder las fuerzas y la concentración, caer con violencia y rodar un par de metros, acabando desplomada entre un par de árboles y aún más sucia y herida que antes. Apenas quejándose y con sus sentidos alterados, ignoró por completo que Ratri y sus subordinados la habían perdido por completo de vista. Solo podía sentir un dolor horrible en su cuerpo y en su corazón, como si la hubiesen desgarrado de pies a cabeza. Siquiera le quedaban fuerzas para seguir llorando.

Ante la asfixiante sensación que la sofocaba y la desconexión absoluta con su entorno, ignoró por completo que un desconocido se acercaba a ella, incrementando su expresión de consternación al descubrir que estaba malherida.

- Oye – le habló con neutralidad y ojos ónix preocupados – ¿Qué te sucedió? ¿Estás bien?

Emma abrió los ojos con increíble dificultad y miró en dirección hacia aquella voz masculina joven. Reconoció el rostro de un muchacho de casi su misma edad, de cabello negro con un mechón que cubría uno de sus ojos, otorgándole un aspecto atractivo y misterioso.

- M-Me duele – fue lo único que su adolorida garganta pudo emitir.

- Eso lo noté de antemano – habló con cierta ironía – ¿Qué te pasó para terminar así?

- Peter... Ratri – masculló apenas la aprendiz de magia. Su nariz comenzaba a sangrar – Mi casa... m-mi mentora... b-brujería...

- ¿Vienes del reino de los Ratri? – se sorprendió el desconocido. Había escuchado de parte de su madre que las cosas allí pronto se teñirían de rojo ahora que el hijo menor era el rey, pero no se esperaba ver en persona una parte del resultado.

- E-Escapé...– corrigió Emma quejándose de dolor por sus heridas.

- Brujería... ¡¿Te acusó de brujería?! – se indignó el joven. Eso ya era inaudito.

- E-Éramos... hechiceras... m-me trató... de matar – su voz se le ahogó en un desgarrador sollozo e incapaz de ocultar sus nuevas lágrimas.

El chico la miró con una expresión que se fue transformando de la ira e indignación a la tristeza y empatía. No entendía completamente lo que había sucedido, pero si comprendía que por culpa de Peter Ratri, aquella chica lo había perdido todo y ahora estaba sola y herida en todos los aspectos posibles.

- No llores – le pidió con extraordinaria calma – Te puedes desmayar si pierdes energía así.

- Lo siento – se disculpó Emma sin entender bien ella misma por qué lo había hecho.

- Olvídalo. Por ahora la prioridad es ayudarte con tus heridas – con cuidado se acercó a ella y la sostuvo de forma nupcial, asegurándose que aquella cabecita colorina reposara en su hombro – Te llevaré conmigo a mi hogar. Allí podrás recuperarte bien.

- G-Gracias – fue todo lo que la débil voz de Emma pudo pronunciar ante su frágil estado a pesar de querer decir mucho más en gratitud – Al menos... ¿Me puedes decir tu nombre?

- Me llamo Ray – respondió mientras se ponía en marcha – Y si quieres agradecerme, dime el tuyo también.

- Soy Emma – murmuró aferrándose con cuidado a su cuello.

Tras presentarse en aquellas inadecuadas circunstancias, un silencio calmado se instaló entre ambos. Podrían hablar más a fondo cuando ella se recuperase de sus heridas y llorara lo necesario.

Abruptamente, Emma sintió un tirón en su dedo meñique. Algo muy extraño a su parecer. Curiosa y confundida, logró apenas mirar su mano con disimulo, vislumbrando como el hilo rojo de su mano resplandecía con intensidad y ya no se veía tan tenso como antes. Siguiendo el recorrido del hilo... ¡Notó que el otro extremo estaba atado a la mano del joven que ahora la sostenía en sus brazos! ¡Ray era su persona esperada!

Embargada por una amalgama de emociones confusas ante la tragedia anterior y el reciente milagro de felicidad, sonrío con dolor y se aferró con un poco más de fuerza a su alma gemela, buscando sanar su alma con el contacto físico que ambos estaban teniendo, ocultando sus lágrimas tibias que ahora bajaban por su rostro sucio y se perdían en el suelo, en su ropa o en la de Ray.

"¿Qué le sucede ahora?" pensó este al verla exhibir sus confusas emociones de esa forma "Sí que es una rarita".

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Lo sé. Lo sé. Me atrasé de nuevo. Tuve un par de días bien de locos y no pude actualizar a tiempo. Haré todo lo posible para concluir estos especiales. 

Corazones enlazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora