• Prólogo, Parte 1: Cielo •

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Con la mitad de la cara adormilada, incluyendo su brazo izquierdo, en el cual estaba apoyada, dormida estaba aquella chica. Su cabello, atado en una coleta un poco alta, con unos pocos cabellos sobresaliendo por la nuca por su corto cabello, estaba, desastrosamente, descansando con las puntas (O una cuarta parte de éste) siendo remojado por una taza de café.

Sin duda, aquella chica era un desastre.

Una alarma empezaba a sonar, pero aquella chica ni se inmutaba.

–¡Francesca! ¿Ya estás despierta?– Se escuchaba la estruendosa pero a su vez suave voz de su madre.

La alarma seguía sonando, cuando de pronto, la chica volvió a la tierra en todos sus sentidos, despertando de golpe, se levantó como alma que lleva el diablo, haciendo que su húmeda coleta golpeé su rostro, salpicando el café por éste y su brazo.

–¡Francesca!– Volvió a llamar su madre.

–¡Ah! ¿Qué? ¡Ah! ¡Eh! ¡Sí!– Respondió ésta totalmente desorientada, tratando de recordar cómo es que terminó durmiendo en su escritorio, encima de su brazo haciendo que éste se acalambre.

"Ay" fue lo único que logró decir.

Pues recordó el trabajo de su clase que estaba realizando a última hora, como todas las otras veces.

–¡El trabajo!– Logró decir al estar totalmente recompuesta nuevamente.

Lo buscó como si su vida dependiera de ello, aunque, sí que lo hacía, era el último trabajo atrasado que su maestra de literatura le iba a aceptar.

Cuando lo encontró, se alivió al ver que era el único papel que no se había salpicado de café (producto de que aquella noche se quedara dormida con su coleta siendo remojada en su café).

Al ver la hora, se levantó asustada.

"¡Tarde! ¡Siempre tarde!" se dijo a si misma, respingando al darse cuenta que del salto que pegó, se dio un golpe en la cabeza contra el techo de su 'cueva' privada en aquella habitación.

Corrió al baño tomando su bata y su toalla, lamentándose haberse quedado dormida aquella noche anterior, especialmente con su cabello descansando en esa taza de café.

Al terminar de bañarse, entraba nuevamente en su habitación, con la toalla en la cabeza y su bata envolviendo su cuerpo, decir que estaba corriendo de un lado a otro semidesnuda es poco.

Cuando estuvo finalmente vestida, se desenvolvió la toalla del cabello dejándolo libre, sin importarle que cuando se levantaba a la hora que debía secaba su cabello y se hacía su coleta. Ésta vez se lo dejó suelto, bajando corriendo a la sala de estar/comedor. Moviendo su cereal de un plato a un envase para llevarlo consigo.

Salió corriendo, preguntándose como todas las mañanas, cómo era que viviendo literalmente a una calle de su escuela, siempre llegaba tarde.

Bueno, las ironías de la vida, ¿no?

Al llegar chocó con un chico, quien a su parecer, también iba apresurado, al levantarse se disculpó sin siquiera atreverse a verlo.

Lo que no supo en ese instante, es que el chico sí que la vio, y por un instante, logró ver sus ojos azules y brillosos, con un toque... No, su toque. Y por ése instante, logró perderse en sus ojos, como a veces se perdía en el cielo.

Y aunque ése instante haya durado tan solo un segundos o dos, ése chico nunca lo olvidaría, porque ésa fue la primera vez que sintió una descarga eléctrica con el tan solo mirar los ojos de alguien más.

O eso es lo que se dijo a sí mismo, porque después de todo, terminó olvidando a aquella chica despistada, y a aquellos ojos azules, que tanto se asemejaban al cielo y a su vez a una galaxia, al igual que también olvidó aquella sensación.

La chica, quien era alguien muy apreciada por todos sus amigos, se olvidó por completo del aspecto del chico -tal vez porque nunca lo vio- y de su voz -o su quejido cuando chocó con él-. Y al final se olvidó del chico por completo, a pesar de que ésta quería encontrarlo para pedirle perdón una vez más por su despiste y 'accidente'.

Pero al momento de reencontrarse, el chico no solo se dará cuenta de aquello que olvidó, ni de aquel sentimiento eléctrico que no sabía que extrañaba tanto.

Sino que también, se preguntará, si sólo él se pierde en esos hermosos ojos azules, que bien podían ser confundidos con el cielo, o incluso con una galaxia por aquel brillo que éstos tenían, que con tan solo verlos, le hacían sentir bien, le hacían sentir en casa.

Tal y como él mismo cielo le hacía sentir.

Como Cielo Y TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora