• 4: Solo No Es Comprendido •

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El día apenas empezaba y por ende su jornada estudiantil también, llegando extremadamente temprano, no tuvo más remedio que revisar su horario y sus tareas, dándose cuenta que le faltaba hacer una tarea, que, para su mala suerte resultó ser una compleja.

Agradeciendo haber llegado temprano, se puso inmediatamente a hacer su tarea, refunfuñando y malhumorado, haciendo que los que pasaban a su lado evitaran siquiera mirarlo, pues él ya era de por sí reservado y cortante con cualquiera excepto la pelirroja, pero verlo malhumorado era otra cosa, era algo intimidante, más de lo normal.

Al estar tan concentrado en su tarea, no sé percató de cierta pelirroja que ya se había sentado junto a él, mirándolo curiosa y con una ceja alzada, ¿por qué demonios el amargado estaba más amargado de lo normal?

Cuando finalmente terminó, suspiró guardando su bolígrafo y terminando de sacar sus libros, para disimular el haber hecho la tarea a último minuto.

Poniendo sus brazos en la mesa se apoyó sobre una de sus manos, resoplando aburrido y pensando en ciertos ojos azules.

"Es como si me volviera loco con esos ojos y su mirada dulce. ¿Por qué es tan perfecta? ¡Santo cielo! Ni la conozco bien y ya pienso así, ¿qué me pasa? Solo somos amigos y así se quedará."

Mientras el castaño se repetía cosas similares en su mente, la pelirroja se divertía con sus expresiones, y sin tanto rodeo, pudo adivinar que quien reinaba los pensamientos del chico tenía nombre y apellido, y era: Francesca Robbins.

–¿Pensando en cierta italo-inglesa?– Cuestionó la pelirroja, sabiendo que la azabache que dominaba los pensamientos del chico era de origen italo-ingleso.

–¿Qué?– Respondió el castaño, saliendo de sus pensamientos y su estupor. Por suerte no había escuchado la pregunta de su compañera y amiga, lo cual calmó una pequeña parte de la chica que temía su reacción, pues aquel chico era muy impredecible.

–¿En qué piensas? ¿O en quién?– Preguntó lo último en un tono juguetón, sabiendo que ésa insinuación no se pasaba de la raya.– Una moneda por tus pensamientos.

–No sé de qué hablas, no estaba pensando en nadie, es decir, nada.– Sé defendió el chico, delatándose a su vez. Suspirando ante la última frase que la contraria le dijo.

El chico creía que los pensamientos ahora eran lo único que realmente eran privados, el único lugar con verdadera intimidad, y el hecho de que la gente le pregunte en qué piensa o le diga "Una moneda por tus pensamientos" le desesperaba, le hacía pensar que a ese paso, la humanidad dejaría de evolucionar y empezaría a retroceder.

La pelirroja optó por abortar su misión, el chico podía llegar a ser demasiado obstinado y reservado algunas veces, pero no lo culpaba, lo reservado y antipático que era, era muy poco comparado con lo que había vivido, y eso hacía que la actitud del chico sea lo de menos.

*---*

Hay días buenos, y... Días.

Como los días en los que le iba totalmente bien y no pasaba nada que lo infortunara.

O como los días en los que el universo parecía conspirar para molestarlo. A veces parecía ser la presa número uno de sus profesores, otras sus compañeros decidían que querían molestarlo y se ponían pesados, y otras habían chicas que decidían que el ser reservado y antipático era algo sexy y digno de un badboy, y, creyendo que tendrían oportunidad y que el chico sería un tóxico como los de sus novelas, se acercaban a él y se ponían a coquetear descaradamente, insinuándose y diciendo cosas morbosas que lo hacían preguntarse si de verdad eran chicas de 16 años o si de verdad valía la pena que la humanidad siga avanzando.

Y como éste día era tan solamente un día, el universo no se conformó con hacer que sus profesores se obsesionaran con él por un día, sino que también le pondría el infortunio de las chicas.

"Vaya increíble que es tener mala suerte, es lo mejor que me pudo pasar en esta vida"

Pensaba el chico, sabiendo que por si fuera poco, ese día en la escuela solo empeoraría cuando regrese a casa y su padre se muestre tan distante como siempre desde la partida de su madre.

Claro que, entre los cambios que daban tiempo para ir y venir a los lockers se daba el lujo de tener unos minutos de paz y llegar unos minutos tarde a la siguiente clase, dando la excusa de haber ido al baño o a la enfermería. Aunque sabiendo que ese día los profesores lo tenían a él como 'presa' la excusa de la enfermería no tendría validez sin una justificación médica del doctor del instituto.

Bueno, pues aquel día sería la excepción, encontrándose con la italo-inglesa en ese corto tiempo.

Con clara sorpresa en sus ojos pasó por su mente la idea de la pequeña posibilidad de que se comporte como las demás chicas, siendo descartada tan pronto como llegó. Se regañó mentalmente sabiendo que ella no podía ser así, que era mucho mejor que eso, pues con lo poco que la conocía ya tenía bien en claro qué clase de persona era, pues para su suerte, la chica era un libro abierto.

La suerte que creyó tener por encontrarse con la de ojos azules se acabó cuando vio a una chica rubia un año menor que él al menos corriendo hacia él. Su semblante que antes había cambiado a uno relajado ahora cambió a uno aterrado y a su vez frustrado, cansado de que eso siga pasando.

"No de nuevo" Pensó.

El de pecas que iba junto a su amiga se confundió, pensando en porqué se ponía así por una chica que él consideraba era su pareja o algo similar.

Qué equivocado estaba.

Sin embargo la azabache lo entendió al momento, pues ella había sido expectadora omnisciente de algunas veces que al oji-verde le pasaba eso -No por ser acosadora, según ella- y estaba dispuesta en ayudarlo en caso de que él no logrará librarse de la menor.

La de cabello rubio y ojos marrones, se abalanzó hacia el chico, quien de no ser alto se habría caído por la intensidad de la fémina.

Antes de tratar de besarlo -muy descaradamente- le decía cosas como "Oh lindo, estás muy guapo hoy, bésame" entre otras, causando una extraña sensación en la azabache de ojos azules que se encontraba expectante.

–¿Qué haces loca? ¡No sé ni quién eres! ¡Ni siquiera me conoces!– Exclamó el chico despegándose de ella en cuanto pudo.
–¡Eso se puede arreglar cariño! ¡Ahora bésame!– Le respondió con voz chillona tratando de abalanzarse nuevamente sobre él.

La azabache pensó que ya era suficiente, y estaba dispuesta a avanzar a ayudar a su amigo.

Aunque fue detenida apenas le llegó el pensamiento.

–¡Demonios, niña! No me conoces, ¿entiendes? ¿Y si soy odioso? ¿Y si me llegas a odiar? ¡No desperdicies tu tiempo en mí, niña ingenua! ¡Búscate a alguien que sí conozcas y no te dejes llevar por cómo se ve!– Le gritó, claramente estresado, asustando a la menor, quien salió corriendo mientras el de pecas se acercaba al oído de su amiga.

–Rayos, Cesca, no sabía que era tan... Grosero, ¿de verdad te gusta?– Le preguntó, en un susurro al llevarse una mala impresión de él.
–¡No seas tonto, cara de galaxia! No es grosero ni nada de eso, solo no es comprendido. Ahora portate bien, o tu descendencia estará en peligro.– Advirtió la de ojos azules antes de acercarse al castaño, quien se había sentado frustrado, preguntándose el porqué de que aquellas cosas le pasen a él.

Como Cielo Y TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora